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II. Una nueva revelación

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Corazón amante. Deja que el canto de las aves llene la morada de tu ser. Hazte uno con el viento. Descansa en la gracia de la contemplación. Refúgiate en la benevolencia del universo. La vida fluye a raudales por donde tú estás, porque eres vida en plenitud. El río de la abundancia de tu ser está desbordado y en su exuberancia vital crea vida nueva. Crea amor. Allí donde estás tú, allí está la vida. Allí donde mora la dulzura, allí habita tu verdad. Allí donde nacen las aguas, está tu ser. Y donde ellas desembocan está la eternidad.

Somos fuente de vida eterna. Somos la unidad del ser. Somos la concordia del mundo. Creación santa. Amor bendito. Dulzura de los aromas que despiden las más exquisitas flores de primavera. Alegría de vivir. Dicha de ser.

Nuestro canto es el regalo que le damos a nuestro amado. Es la respuesta de nuestro amor a aquel que nos da la vida. Abrimos nuestros brazos para abrazar al mundo entero. Damos la bienvenida a todos los que deseen entonar un canto nuevo. El canto del amor hermoso. Llamamos a todos a nuestra unión. Bendecimos lo que somos. Santificamos lo que se une a nuestro ser de pura santidad. Unidos somos la inmaculada concepción, extendiéndose sin límite alguno. Somos la expresión perfecta del amor de Dios.

Una nueva melodía se escucha en la creación. Es el canto de María que resuena en tu corazón. Un canto que la Madre canta junto a su hijito. Un himno tan melodioso como lo son las más bellas sinfonías de los ángeles del cielo. En esta orquesta de vida plena, que es la creación santa del tres veces santo, somos un arpa que con su tañido esparce notas de amor y verdad. Sonidos de belleza y santidad.

Nuestro cantar será escuchado en los confines de la tierra. Las estrellas brillarán más en razón de él. El sol alumbrará con mayor claridad y benevolencia los prados sobre los que posa su luz. Las caléndulas saludarán al amor con nuevos colores refulgentes y serenos a la vista. Nuevas vidas serán creadas en unión con este cántico del alma enamorada. Un nuevo canto de amor y verdad. El canto de la vida.

Se abren las rosas para recibir el sol del amor. Se mueven los vientos para dar vida a todo. Todo es un tintinar perfecto de música divina. Todo danza al ritmo de la verdad.

Hoy es el día de los días, porque es el instante perfecto en que recibes tu ser. Acéptalo con alegría y serenidad.

Hijo de la luz, he de revelarte una gran verdad. Escúchame.

Cuando fuiste creado, fuiste llamado a ejercer tu libre albedrío. En tu esencia existe el grito de la libertad. Y tu creador, que es el creador de la vida, supo desde siempre que ante todo debería crear una realidad donde la libertad pudiera existir. De tal modo que resguardó a tu ser santo en sus entrañas divinas hasta que hicieras la elección por el amor. Quedó, de ese modo, enterrado como una semilla dentro de la tierra húmeda a la espera del momento perfecto para germinar. Ese momento ha llegado. Ese momento es ahora.

Ciertamente tu ser estaba dentro del cofre del corazón de Cristo. Encerrado para que te fuera dado cuando tú mismo reclamaras tu herencia. Ese tesoro es literalmente el plan de Dios para ti. Es la voluntad divina hecha realidad para tu ser. No podía serte entregado antes de este momento, puesto que no estabas listo. Pero ahora lo estás y en razón de ello es que te lo esto dando. El amor lo depositó en mis inmaculadas manos y, de ese modo, me honró con el don de ser quien te lo diera y, con ello quien, te diera nueva vida.

Todos los seres que son llamados a la existencia surgen del ser de puro amor que Dios es, sin el tesoro del que estamos hablando aquí. Si bien todos reciben el regalo de la vida, este tesoro bendito el cual hoy te entrego con amor, es el tesoro de ser la expresión fidedigna del amor de Dios en un grado de unión tal que ya no existe distancia entre el creador y la criatura. No todos los seres lo pueden recibir, pues no todos han sido creados para ello. Aun así, todos los seres son completados en el grado de compleción que ellos pueden aceptar debido a su naturaleza.

En cierto sentido, cada corazón es como un hermoso vaso de cristal, todos de diferentes tamaños, a los que el amor llama a llenar con sus aguas hasta la medida de su plenitud. No son llenados arbitrariamente, aun si sienten sed. Para que ello suceda, deben desear ser colmados. Su anhelo siempre es completado. El amor siempre responde a la llamada del corazón y este sabe reconocer la voz del amado. De tal manera que no existe tal cosa como una posible falta de reciprocidad en el amor divino.

En el caso del espíritu humano, Dios mismo lo concibió con la capacidad de absorber su divinidad. Es decir, que le fue dada la potencia de ser hijo del altísimo. Potencia esta que no le es dada a todos los seres, ni es necesario que lo sea. Dios ama la diversidad.

Lo que hoy mismo, aquí y ahora, está sucediendo, es que el tesoro de poder ser la expresión consciente del amor de Dios, y con ello una unidad con su divino ser, te es dado para siempre. Antes no lo habías recibido. Pero ahora sí. Aquí está. Es tuyo. Hónralo. Agradécelo. Bendícelo. Tú mismo lo has pedido y el cielo te ha respondido.

El tesoro no es una identidad, aunque sin lugar a duda no puede ser activo sin ella. Tampoco es en sí la unidad. La unión de la naturaleza humana con la divina es una condición de este. No hay nada de particular en permanecer dentro de la unidad que eres con Dios, puesto que todo lo que existe vive en ella. Tiene que existir algo en el espíritu humano que no existe en lo demás para que exista. Ese “algo” es lo que hace que tenga sentido su existencia.

Todo ser existe por algún motivo. El tesoro es ese algo que hace que tenga sentido el que hayas sido creado. Es el propósito de tu realidad. ¿Qué puede ser eso de lo que estamos hablando, a lo que le damos el nombre de tesoro de tu ser y que hoy recibes con todo mi amor?

Ese algo es la capacidad de participar de la gloria del Padre en toda su extensión, anchura y longitud sin límites de ninguna especie y, de ese modo, ser consciente de todo lo que Dios es consciente. Es lo que hace que puedas mirar todo a través de los ojos de Cristo. Lo que hace que participes en forma irrestricta en los procesos del amor.

Por medio de esta “capacidad” de fundirte con la esencia divina, de ser Dios en Dios, eres único en toda la creación. En definitiva, el tesoro del que aquí hablamos es la unicidad divina que eres. Aquí puedes argumentar que todos los seres son únicos, y en eso estás en lo cierto. Pero esa verdad no dice qué es lo que hace único al hombre. Que el ser humano es diferente a todo lo demás, está fuera de toda discusión. Con solo observar la realidad de la humanidad y ponerla junto a la de las demás creaciones que habitan la tierra, es claro que hay algo en él que no está en lo demás. Tiene que haber una razón por la que Cristo se hizo presente en la realidad del tiempo y el espacio, por medio de un hombre y no de otra criatura.

Aquí no estamos hablando de las diferencias en la forma, estamos hablando a un nivel más profundo. Por ejemplo, si observas los animales, podrás ver que todos son semejantes entre sí en cuanto a su naturaleza y realidad, incluso entre ello y estos con las plantas. Todos nacen, crecen, algunos se multiplican y luego sus cuerpos dejan de estar en el tiempo y el espacio en la forma en que existían. Su existencia está basada exclusivamente en la supervivencia. En este sentido no existe diferencia entre ningún ser viviente de la tierra, salvo con el hombre.

El hombre crea cultura, canta canciones, concibe sociedades complejas, moldea la tierra y reúne a los elementos de múltiples maneras, dando existencia a nuevas constelaciones de realidad, tal como ocurre con la tecnología, las leyes del derecho o las formas de gobierno. Y no siempre esto está asociado a la supervivencia, propiamente dicha.

El hombre es el único ser de la tierra que puede construir majestuosas catedrales, pintar obras de arte que remontan la memoria hacia la belleza y lo sublime del cielo. Es capaz de construir centros de salud para sanar cuerpos y mentes. Lleva dentro de sí la semilla de la solidaridad y el amor al prójimo, como ningún otro ser terrenal puede hacerlo. Tiene la capacidad de elevar sus pensamientos y sentimientos a niveles tan altos, que no existe diferencias entre su modo de ser y el del creador. Tiene consciencia del amor y de su ser. Es tocado por el amor de Dios, de un modo que ningún otro ser puede serlo. Responde al amor como solo él sabe hacerlo.

Elige solo el amor: El camino de ser

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