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14.– Escape de la trampa

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Tikhon tomó a la muchacha por el codo, mirando hacia la puerta que se estaba abriendo. Ahorita los encuentran en el lugar del crimen y entonces los arrestarán. Demostrar su no participación en el horrendo crimen del cineasta va a ser difícil, sino imposible. Correr hacia el jardín no tiene sentido, allá también hay un policía. Y si se meten al dormitorio y salen por la ventana? El ruido va a ser inevitable. Te van a agarrar al tratar de salir por ella. No, por ahí no podemos escapar.

La puerta se está abriendo, un instante más y ellos caerán en las manos de los funcionarios armados, como pajaritos.

Y entonces Zakolov tuvo una idea. Le susurra a Tamara:

– Ponte de espaldas a la puerta y quédate quieta hasta que yo te llame.-

No quedaba tiempo para más explicaciones. Tikhon expuso el cuerpo de la muchacha frente a la puerta y él se escondió tras el batiente que se abría. Este ya estaba perpendicular a la salida cuando el policía, viendo a Tamara, ordenó:

– Detente, no te muevas! —

El funcionario dio un paso adelante. Zakolov esperaba justamente eso. Haló suavemente la pesada puerta, para que pareciera que fuera por inercia y entonces la devolvió violentamente. La puerta vibró por el fuerte golpe contra la frente del policía. Este cayó noqueado. La pistola rodó por el suelo y se detuvo a los pies de la muchacha. Tikhon tomó a la desconcertada muchacha la empujó hacia la puerta y pasaron ambos sobre el policía desmayado.

Tamara se dirigió a la reja abierta que conducía a la calle. Tikhon le quitó las fotografías que ella tenía en sus manos y las tiró al suelo, la tomó por el talle y se dirigió hacia un ángulo de la casa.

– No hay que apurarse hacia la calle. Pensemos lógicamente, -le susurró llevándosela hacia el jardín. – Ahora el segundo policía viene ayudar al otro y cuando vean el papelero ahí tirado ante la salida, van a correr hacia la calle. Mientras tanto nosotros nos vamos por el jardín. —

Y así resultó. Los dos policías, maldiciendo, atravesaron la reja de salida. Los dos jóvenes saltaron tranquilamente la valla trasera y, sin ser molestados, salieron a la calle paralela.

Cuando llegaron al apartamento de Kushnir, Tikhon, apartando toda galantería, interrogó a la chica:

– Tamara, es hora de hablar seriamente. Alguna cosa no me has dicho. Quien son los otros que buscan lo mismo que nosotros? —

– Ya te lo dije. Es la KGB. Después del artículo interrogaron a todos. Y hasta me siguieron! —

– Hasta ayer yo también pensaba eso. Pero la seguridad del estado no actúa así. Ellos, simplemente, hubieran arrestado a Kasimov, hubieran utilizado sus métodos acostumbrados y si había que desaparecer a alguien hubieran montado el teatro de un desgraciado accidente. Esto fue el trabajo de unos malandros crueles. —

– Y si alguien de la KGB actúa, sin órdenes, por su propia cuenta? —

– No. A Kasimov no lo visitaron ellos. Por lo que se ve, estos tipos son malos, pero no profesionales y no del sistema. Quien más puede saber acerca del secreto relacionado con el cráneo de Tamerlán? A quien más le contó esta historia el cineasta? —

– A más nadie. Yo fui la primera. Recuerda, yo fui donde él para entrevistarlo acerca de la guerra. Pero ese increíble secreto ya lo estaba quemando. De tal manera que lo dijo y se sintió más aliviado. —

– Ya lo dijo Sócrates, es más fácil para una persona mantener una aguja caliente en la lengua que guardar un secreto. —

– Sí. Y tú, por lo que veo, eres leído. Citas a Shakespeare y a Sócrates. Menos mal que estudias tecnología. —

– La educación técnica es más amplia que la humanitaria. —

– Y eso por qué? —

– Porque un físico o matemático instruido puede dominar todo lo que sabe cualquier periodista. En cambio tú, no sabes por qué se prende un bombillo, por qué trabaja un televisor o por qué vuelan los aviones. —

– Que? Pregúntame… —

– Bueno, por qué vuelan los aviones? Uno grande, pesado. —

– Porque tiene alas, como las aves. —

– El avión no mueve las alas.. —

– No molestes! —

– Te das cuenta?… Ok. Nos distrajimos. Zakolov se secó las cejas y, de nuevo, se dirigió a la muchacha: – Dijiste que todos los ejemplares del periódico con el artículo fueron recogidos. Todos salvo el que tú escondiste. Es así? —

– El jefe de redacción, que destituyeron, también guardó uno. —

– Quien es él? —

– Un tipo normal. David Bakhtangovich. Veinte años en el periodismo. Excelente periodista, si quieres saber! No tuvieron clemencia. Lo botaron sin derecho a trabajar en otros medios de comunicación. Te imaginas? —

– Me imagino lo indignante. —

– Y como! Es georgiano, llevan el orgullo en la sangre. Lo botaron como a cualquier zagaletón. —

– Oye, un georgiano en la capital de Uzbekistán? —

– Epa, tecnólogo, límpiate los ojos, estamos en el siglo veinte! Tashkent siempre fue una ciudad internacional. Y después del terremoto del 66, todo el país vino a ayudar. Yo soy judía, él es georgiano y después que lo sacaron, el periódico lo dirige un armenio. A propósito, te voy a decir un hecho interesante. En el mundo hay dos naciones muy antiguas, las cuales no se ubican en su patria histórica. —

– Espera, ya te lo voy a decir. Los hebreos y…. —

– Y los armenios. Esos pueblos nunca conquistaron a nadie, y si pelearon, fue solo por su tierra. A ellos, por lo contrario, los oprimieron y exterminaron, pero los sufrimientos los endurecieron. Los judíos y los armenios están dispersos por todo el mundo, se les puede encontrar en cualquier país, en cualquier continente. Por todo eso, ellos no olvidan sus raíces históricas y se enorgullecen de su nacionalidad. —

– Enorgullecerse de su nacionalidad es lo mismo que enorgullecerse porque naciste un martes y no un miércoles. La persona debe enorgullecerse por sus propios logros. —

– Si eres obstinado!. Zakolov, olvídate un poco de tu lógica lineal. Hay valores supremos. —

– Si los hay. No lo discuto. Son las cumbres en la ciencia y el arte que alcanzó la humanidad. Y en eso no es importante la nacionalidad de esos gigantes del razonamiento cuyos frutos utilizamos. —

– Como sea. Para mí no es igual. —

– Bueno. Otra vez nos desviamos del asunto. Volvamos al redactor. Que crees tú? A este David Bakhtangovich también se le puede ocurrir ponerse a buscar el cráneo de Tamerlán? —

Tamara arrugó la frente y ponderó la pregunta. Zakolov continuó: – Quizás él también quiere hacer justicia y conservar su trabajo. —

– Yo hablé con él. Bromea, se mantiene alegre, pero se ve que no está bien. Sin embargo, como decirte? Él es un trabajador de oficina, acostumbrado a lidiar con papeles y una aventura real no puede imaginarla. —

– Eso depende de cuál es el objetivo. En cualquier situación mucho se resuelve con la motivación. Nuestros adversarios ya mataron a alguien, eso significa que nos metimos en algo muy serio. Tú te atreverías a matar a alguien solo para que te devuelvan tu trabajo? —

– No. Pero yo soy una mujer. —

– O sea, para esos trabajos sucios existen los hombres? Caballeros andantes como yo? —

– Zakolov, deja de hacerte el payaso! Mejor dime que hacemos ahora. Ya no está Kasimov, botaste las fotografías que tenía en mis manos, y ahí estaban el mausoleo y mezquitas de la época de Tamerlán. Es posible que Kasimov fotografiara estos sitios con alguna intención. —

– Yo me imagino que tú conoces esos lugares muy bien. —

– Claro. —

– Significa que nosotros no necesitamos las fotografías. O en una habría alguna nota y tú olvidaste en cual. —

– Cual nota? —

“– Aquí, bajo estas piedras está el cráneo de Tamerlán. —”

– Muy chistoso. —

– Para que queremos fotografías sin notas? —

Tamara se entristeció. Tikhon se puso pensativo, bajó la cabeza, cruzó sus dedos. Sus labios pronunciaron suavemente: “sin notas, sin notas.”. Y de repente reaccionó:

– En el despacho de Kasimov vi una foto curiosa! Y creo que ahí hay una nota.

– Por qué no lo dijiste? Dónde? Cual foto? —

– En la pared. Recuerdas la pared que tenía aquel montón de fotos? —

– Sí. —

– En una de ellas está Kasimov, en algún museo, mirando un cuadro extraño.

– Y? Que nota viste ahí? —

– En el cuadro hay un dibujo raro con símbolos. Podría ser un mensaje cifrado. —

– Es arte abstracto, Zakolov! Los pintores no se ponen con esas cosas. —

– Es posible. Pero no te dije lo más importante. En el momento de morir, Kasimov no miraba a cualquier lado sino justamente hacia esa foto —

– Tú crees que eso es importante? —

– Claro! Él estaba mirando aquello, por lo cual moría! —

– Y que había ahí? —

– Tengo que recordar el dibujo. —

Zakolov saltó, tomó una hoja de papel y se concentró en dibujar símbolos. Tamara miraba por encima del hombro. Tikhon dibujaba símbolos angulosos, borraba algunos, dibujaba de nuevo, se quedaba pensando y de desesperación mordió el lápiz. Después tiró el papel, rompió el lápiz y apretó el puño.

– No puedo recordar con exactitud! En el cuadro también había puntos. Que probablemente significaban algo también. Lástima que no agarré la foto. Y volver a esa casa no es posible. La policía estará trabajando en las evidencias.-

– Espera. – Tamara apretó el hombro de Tikhon. – Cuando lo entrevisté yo le pedí a Kasimov fotografiarlo para el periódico. Al principio se negó, pero después se paró al lado de esa pared, me dio instrucciones y el mismo estableció la luz. Tomé la foto, pero en el periódico no la colocaron en el artículo. —

– La tienes todavía? —

– Sí. Ayer quería mostrártela. Ya va. – La muchacha abrió un cajón, sacó la foto y se la dio a Zakolov. – Mira, él está al lado de ese cuadro!

El craneo de Tamerlan

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