Читать книгу El craneo de Tamerlan - Сергей Бакшеев - Страница 7
5.– El cráneo del tigre dientes de sable
ОглавлениеEl profesor Efremov frotó sus manos acalambradas, miró hacia los toscos oficiales de la KGB que estaban de pie a su lado y trató de sonreír.
– Y entonces? – lo apuró el general.
– Ahorita. Déjeme coger aliento. —
Efremov lanzó una rápida mirada a la mueca carnívora del cráneo y a los colmillos inclinados del tigre dientes de sable. Una vez más comprobó el cálculo mentalmente. El recordaba bien el peso de esa pieza colgante. Donde estaba su centro de gravedad y el punto donde estaba atado el cable. Todo debe resultar bien. Por si acaso, el profesor trató de mover la rodilla lastimada. El dolor agudo pasó a la fase de dolor sordo, pero la pierna respondió.
– No tengo tiempo! – el general apenas se contenía. – Te estás burlando de nosotros? —
El profesor respondió con decisión:
– Está aquí. Ya se los voy a enseñar. —
Y entonces caminó hacia la cuerda que sostenía el cráneo de la bestia y soltó el nudo del gancho. En un instante sus piernas dieron dos saltos hacia el centro de la sala y el profesor se lanzó boca abajo al punto escogido, se volteó, y abrió los brazos. La pesada cabeza del tigre dientes de sable dio una vuelta completa y las dos prehistóricas y agudas hojas entraron, con un crujido, en el pecho y estómago de Efremov. Mientras los oficiales desconcertados veían el cráneo blanco del carnívoro fósil, el profesor, con sus últimas fuerzas, sacó los colmillos de su cuerpo. Una sangre burbujeante salía a borbotones de las heridas abiertas. Ahora nadie podría salvar la vida de Alexander Simeonovich Efremov
Con los labios extendidos en una sonrisa de satisfacción, cerró los ojos. El último cálculo del profesor, como siempre, fue correcto.
El cineasta Malik Kasimov se asomó por la puerta abierta de la oficina de Efremov y se extrañó de no encontrarlo ahí. Pensó que, probablemente, había salido un momento y entró. Apenas había traspasado el umbral cuando desde el fondo de la sala se oyó un grito desgarrador. El camarógrafo de guerra no necesitó explicarse el origen del grito, en el frente él había visto demasiadas muertes.
Solo por reflejo Kasimov continuó hacia dentro de la oficina hasta que se encontró con el escritorio del profesor. El libro grueso atrajo su mirada, también la hoja de papel donde estaba su nombre. Kasimov se inclinó hacia ellos y su mano quiso apartar la polvera abierta pero se detuvo. Que hacía un objeto femenino en el escritorio del anciano profesor? En el espejito oval se reflejaba un rectángulo del extraño cuadro. Un rectángulo? Justo ese símbolo lo dibujó Efremov con los dedos, significativamente, en la ventana y le mostraba algo a la espalda.
“Un rectángulo en la espalda! Qué quiso decir con eso?”
El cineasta sacó la hojita de papel y sus ojos recorrieron las líneas escritas atropelladamente: – Malik. Tome el libro y fotografíe lo que vieron sus ojos Eso lo llevará a la meta. Y váyase rápido. —
Kasimov preparó la cámara fotográfica y su mirada se paseó por la oficina.
“Que fotografiar? Qué?”
Su oído capturó el ruido de pasos en la escalera de piedra. “Lo que vieron sus ojos”, decía la nota.
“No yo, los ojos. Yo estaba parado de espalda a la pared, y los ojos vieron en el espejito…”
Levantó el objetivo, sus dedos enfocaron rápidamente y el obturador de la cámara cliqueó.
El ruido de pasos que llegaba a la puerta se hacía más claro.
“Y váyase rápido”.
Malik Kasimov agarró el libro y salió al corredor oscuro. Las destrezas que había obtenido en el frente no le fallaron y logró llegar a la escalera sin ser notado.