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6.– Encuentro en Tashkent

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Tamara Kushnir resultó ser una muchacha alta de ojos negros y una cabellera oscura y exuberante de pelo rizado, como un diablillo. Ella se dirigió a Zakolov, segura de haberlo diferenciado entre la abigarrada multitud de pasajeros que llegaron a la estación de trenes de Tashkent esa tarde del 5 de noviembre de 1979.

– Hola Tikhon. Yo soy Tamara Kushnir. – Con viveza se presentó la muchacha, casi sin ponerle atención al acompañante Alexander Evtushenko.

– Buenas tardes. Como me reconoció? —

– Yo soy periodista. Le hice las preguntas apropiadas a mi hermano Dmitri y tengo tu retrato en mi cabeza como si lo tuviera en un álbum. —

– La envidio. Yo necesito ver los rasgos del rostro para recordar bien a una persona. —

– Te dedicas a eso ahora? – La muchacha se sonrió y, coquetamente, se recogió un mechón de cabellos.

– Usted es una chica que no pasa desapercibida. – Tímidamente, Tikhon paseó la mirada desde la punta de la nariz y la barbilla ligeramente alargada hasta el busto redondo y la cintura delgada y bajó los ojos a los jeans apretados y, de acuerdo con la moda, desteñidos. La elegante figura de la muchacha le gustó.

– Tikhon Zakolov ya está bueno de llamarme de usted. Nosotros somos casi de la misma edad. A partir de este momento solo “tú”, ok? —

– Objeciones no hay. —

– Entonces ven conmigo. —

– No estoy solo. —

– Yo sé. Tu compañero de curso se llama Alexander Evtushenko. Ustedes son amigos desde los pupitres escolares. —

– Y hasta eso sabes! —

– Nos enseñaron a recoger información antes de un encuentro importante. – Tamara respondió y sin voltearse tomó la plataforma hacia la salida a la ciudad. – Ahorita nos vamos para mi casa. Para su excursión turística faltan cerca de 24 horas. Ese tiempo hay que utilizarlo con eficiencia. —

Tikhon se maravilló de la manera decidida de la elegante muchacha. Ninguna frase insípida: “como estuvo el viaje?, ya han estado en Tashkent?, que les parece el clima?”, no, de una vez agarra el toro por los cuernos. En la plaza externa de la estación ella se detuvo frente a un kiosko de vidrio de “Prensa Nacional”. Y por una mirada lateral de Tamara, Tikhon se dio cuenta que ella no estaba interesada en las revistas del kiosko. Kushnir utilizaba la superficie de vidrio como un espejo.

– Acaso temes que te sigan? —

– Me siento en peligro, pero me estoy acostumbrando. —

– Después del artículo? —

– Exacto. Yo solo quiero saber si me siguen observando. —

– Y ya habías notado algo así? —

– Claro! – La muchacha se dirigió a la parada del autobús.

– Y ahora? —

– Quizás son más inteligentes ahora. —

– Quienes? —

– Esa es una pregunta infantil, Zakolov. Mi hermano estaba extasiado con tu intelecto. – Tamara sonrió. – O solo te sirve para jugar ajedrez? —

Tikhon se detuvo abruptamente. Sasha Evtushenko chocó contra el morral de Zakolov y solo tuvo tiempo de evitar la caída de sus anteojos. Él siempre seguía a su amigo a pasos cortos.

– Me quieres decir que somos libres? – Tikhon preguntó con frialdad.

Tamara volteó. En el severo rostro apareció una sonrisa pícara. Con una mano tomó la mano de Tikhon y con la otra le rozó la punta de la nariz.

– No te enfurruñes, tontín. – le dijo afectuosamente.

Tikhon se sonrojó y sacudió el brazo.

– Yo no soy un bebé. —

– Yo cuento con eso. —

Zakolov no sabía cómo comportarse con la muchacha descarada, la cual lo hizo dudar de su confianza en sí mismo. Y Tamara con malicia inclinó la cabeza arrugando la frente juguetonamente.

– Puede ser que representemos un encuentro entre enamorados? No es mala idea. – La muchacha abrazó por el cuello a Tikhon y entonces le dio un beso al asustado joven en los labios. – Así está mejor. Que nos vean. —

– Yo creo que nadie nos sigue. – Dijo Zakolov todo confundido y tratando de zafarse del abrazo.

– Por qué te detienes? Lo hice para darme la oportunidad de ver si había alguien. —

– Yo no creo que fuera eso. —

– Mira! Viene nuestro autobús. Corramos! —

Ágilmente, Tamara corrió hacia la parada. Zakolov y Evtushenko, con sus morrales pesados, tuvieron que recorrer los cincuenta metros detrás de la muchacha. Pero justo ante la puerta del autobús, Tamara se quejó y se sentó.

– Una piedra me entró en el zapato. Me puya. —

– Después resolvemos. Vamos! —

– No. Espera. – Tamara lo agarró por la manga.

El autobús cerró su puerta y se fue. La parada quedó vacía. Tikhon continuó amable, pero se veía tenso. Ya tenía una idea de la muchacha.

– Tamara? Será que yo no entendí bien? No fue teatro lo que estudiaste? —

– No. Pero en el liceo yo iba mucho a las lecciones de drama. —

– El maestro de eso era malo. —

– Yo no creo. Pero está bien, no te disgustes. – La muchacha se transformó otra vez. – Por lo menos me di cuenta que no me seguían. Nos vamos en el próximo. —

– Sinceramente, ya este jueguito de espías me fastidió. —

– Ok. Prometo ser una buena chica. No más teatricos baratos.-

Ya en el autobús la muchacha se tranquilizó y con pocas palabras comentaba sobre los sitios de interés de la ciudad. La ciudad, a pesar de haber sido fundada en la antigüedad, parecía joven y contemporánea. Una buena razón de esto fue el extraordinario terremoto que hubo en el año de 1966, después del cual, a una gran velocidad y participando todo el país, fue reconstruida la capital de Uzbekistan.

– En ese entonces, el sesenta y seis, llegamos nosotros. – Explicó Tamara. – Nuestros padres eran médicos. Llegaron para fortalecer el personal del nuevo hospital. Pensaron que era por poco tiempo, pero nos quedamos. Aquí es templado, casi no hay invierno, es como en la tierra de nuestros antepasados. —

Tikhon la miró interrogativamente. Con una entonación extraña Tamara dijo:

– Soy judía. —

El resto del camino la muchacha calló. Cuando llegaron a la parada donde se quedarían, ella la anunció en el último momento y los muchachos salieron a tropezones y golpeando las puertas que se cerraban. Caminaron por una ancha avenida y después doblaron por una estrecha callejuela de edificios de dos pisos de color amarillo-grisoso construídos después de la guerra y los cuales se unían con arcos de ladrillos. Entraron por uno de los arcos y cayeron en un patiecito oscuro y cuya parte trasera estaba cubierta con toldos acogedores.

– Aquí vivimos mi hermano y yo. – Informó Tamara abriendo la puerta de un apartamento en la planta baja. – Pasen. —

– Y tus padres? —amablemente preguntó Tikhon.

– Con ellos todo está en orden. – la muchacha pronunció en tono bajo, pero enseguida empezó a farfullar desordenadamente: – Pueden dejar sus cosas aquí. Van a dormir en la habitación de Dmitri que está allá. Sepan que soy una ama de casa muy mala, así que menús variados no habrá. Prometo té y sanduchitos corrientes. Pasarán hambre? —

– No estamos acostumbrados. – Respondió Evtushenko. – Puede ser que yo le eche un vistazo a la cocina? —

– Dale. Pero desde que perdí la beca hasta las cucarachas se mudaron para acá. —

Ya Tikhon había observado un cierto desorden y vacío en las habitaciones, pero también se había dado cuenta que a diferencia del apartamento, el “ama de casa” si estaba bien arregladita. Cuando entró, lo primero que hizo fue mirarse en el espejo, arreglarse la blusa y peinarse el cabello revuelto. El calor en esa habitación era sofocante. Con movimientos bruscos Tamara se quitó los zapatos y abrió una de las ventanas que daban hacia el patio. El fresco de la tarde hizo mover la cortina liviana. La muchacha se hundió en un, muy usado, sillón bajito y feliz! Estiró sus bien formadas piernas.

.Me cansé esperándolos en la estación. —

– Si, el tren se retrasó. Como siempre. Yo no sé para qué establecen esos horarios. – Tikhon se sentó frente a la muchacha mientras Evtushenko peleaba con las ollas en la cocina. – No te molesta que Sasha se meta en la cocina? —

Pero Tamara ya pensaba en lo suyo:

– Me vas a ayudar? —

– En la cocina? —

– Cual cocina! Dmitri te contó todo, no? —

– Ahh. Con el cráneo de Tamerlán? Y tú crees en su fuerza mística, no? —

– Yo he estudiado mucho el asunto. El cráneo es el hueso más elaborado que tiene el hombre. Muchos pueblos se inclinan ante eso. Al cráneo siempre le atribuyeron propiedades místicas y una fuerza sobrenatural. —

– Exactamente. Le atribuyeron. —

Tamara se enojó.

– Lo que está escrito en el artículo es verdad! Si hubiera sido un artículo ocioso, no hubieran destruido el tiraje! Es que no está claro? —

– Todavía no. —

– Y las maldiciones que se hicieron realidad después de la apertura de las tumbas de los faraones? Todo el mundo sabe de ellas hace mucho tiempo. También niegas esos hechos? Murieron miembros de expediciones completas. Todos! —

– Por la acción de un virus desconocido por la ciencia. Un virus que se había conservado en las momias. —

– La medicina moderna no encontró nada. —

– Por lo menos, después de la extracción de los faraones no hubo guerras. —

– Y la primera guerra mundial? Las principales excavaciones en Egipto fueron hechas en la víspera del año 14. Y quienes fueron esos faraones? Unos ricos esclavistas que dirigían solo una parte del Egipto moderno. Pero Tamerlán fue el gran amo de la enorme Asia! Otra escala de personalidad. —

– Y, por lo tanto, un alto nivel de maldad en sus restos? —

– Claro! – Tamara se tranquilizó un poco y elaboró otro argumento. – Está bien, santo Tomás incrédulo. Estos son los ejemplos de las influencias negativas en la gente. Te voy a mostrar otros hechos. Recuerda el cristianismo. En muchos templos y monasterios se guardan los cuerpos embalsamados de hombres santos, los cuales, hasta ahora, tienen fuerza milagrosa. Esos lugares donde yacen esos cuerpos están cubiertos con un aura particular y se llaman santos. No es así? —

– Puede ser. Pero es necesario entender cuál es la causa primera: el templo o los huesos santos guardados en él. —

– Obviamente, son restos de personalidades únicas! A veces llevan esos cuerpos embalsamados a otros países. Los creyentes van a esos sitios. Hay cientos de casos conocidos de curación de personas que tocaron las manos de esos santos los cuales, cuando estuvieron vivos se dieron a conocer por hechos milagrosos. —

Tikhon, pensativo, dijo:

“Hay tantas cosas en el Cielo y la Tierra, amigo Horacio, que no pueden explicarse.”

– Exacto! Por lo menos le tienes respeto a Shakespeare. —

– Hay algo en todo eso. —

– Por fin! —

Zakolov se pasó la palma de la mano extendida por la frente y se frotó los ojos cerrados con los dedos. Si Evtushenko, en este momento, hubiera mirado hacia la habitación se habría dado cuenta que Tikhon trataba de organizar sus ideas dispersas y era mejor no molestarlo. Pero Tamara Kushnir era de naturaleza impaciente. Entonces le dio un ligero golpecito a Tikhon con el pie.

– Zakolov, no te duermas. —

Sin abrir los ojos, Tikhon se puso a razonar en voz alta:

– Supongamos que hubo gente que tenía una enorme energía destructiva: crueles faraones, emperadores, conquistadores o como el mismo Tamerlán. Llamémoslos los seres de la oscuridad. Después de su muerte, su energía, de acuerdo a la ley de conservación, no puede desaparecer simplemente. Ya Kasimov lo mencionaba. Ella debe transformarse en otro tipo de energía o conservarse en los restos. Lo mismo sucede con la energía beneficiosa de los santos. Es la misma ley. Si se conocen casos de efectos de restos de santos, procesos análogos deben suceder con los esqueletos de los guerreros. Pero los restos de los santos se conservan abiertamente, su energía se consume constantemente. A diferencia de ellos, los cuerpos de los grandes guerreros se ponen en profundas tumbas de piedra con lápidas pesadas y en grandes mausoleos. Los restos de Napoleón están escondidos en seis sarcófagos, uno dentro de otro. A los faraones los metían en pirámides grandiosas o bajo piedras enormes. Es posible que no fuera casualidad. La humanidad a nivel del instinto de conservación guardaba muy bien la energía mala, poniéndole obstáculos para su salida. Y si alguien exponía los restos, toda esa energía se dispersaba hacia afuera y entonces…. —

– Que manera tan culta de explicar todo eso. – Tamara no se aguantó. – Lo único que le faltaba a mi artículo era ese toque científico! —

Zakolov abrió los ojos y apretó los puños.

– Eso es muy improbable. Es mejor olvidarse de esa teoría. Es peligrosa. —

– Pero es correcta. —

– No sé. A mí me interesa más cómo vas a hacer para medir el campo energético de Tamerlán. —

– Yo estoy pensando en que la vamos a sentir en nuestro pellejo. —

– Y si no se siente? —

– Tengo un conocido, estudiante de física. Él inventó un aparato, que a lo mejor ni sirve. La gente ni siquiera cree en el aparatico. —

– Bueno, agarra ese aparato.. y al mausoleo. —

– Está encerrado en el instituto de máquinas calculadoras. No se puede sacar.

Tamara recogió las piernas, se inclinó hacia Tikhon y le dijo: – Además no te he dicho lo más importante. —

– Que? —

– Malik Kasimov me habló de un hecho importante. —

– Yo entiendo que él tiene relación con el entierro. —

– Directamente. Kasimov se deja llevar por los recuerdos y se puso a hablar. Enseguida se preocupó y calló, pero ya era tarde. Y lo único que hizo fue pedirme que no le contara a nadie. —

– Curioso. —

– En el artículo, de todos modos, hice algunas alusiones, aunque él me advirtió que eso era peligroso. Pero yo no le creí. —

– Y ahora? —

– Ya tú sabes lo que sucedió. A mí y al redactor principal nos corrieron. —

– Y tú, de que te enteraste? —

La muchacha miró hacia la ventana abierta y dijo en un susurro:

– Kasimov dijo que el cráneo de Tamerlán… —

En eso Evtushenko entró en la habitación, maliciosamente miró a la pareja de jóvenes sospechosamente cercanos y sonriendo dijo:

– Epa!, conversadores. Vamos a comer? —

Tamara preguntó, escéptica:

– Pudiste preparar algo con mi exiguo almacén? —

– Macarrones con queso. —

– Comida internacional, pero siempre que esté caliente. – dijo Zakolov y se dirigió a la cocina.

El craneo de Tamerlan

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