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Reflexiones finales

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¿Qué es y cuándo se formó la clase media en la Argentina? Desde hace al menos una década, distintos estudios han vuelto sobre esta pregunta para discutir las interpretaciones objetivistas, centradas en las categorías socioocupacionales, para poner los procesos identitarios en el centro de atención. En ese contexto, ganaron fuerza las hipótesis respecto del surgimiento de la identidad de clase media como respuesta al estatus y la visibilidad que adquirieron los trabajadores durante el peronismo. Esta hipótesis ha señalado las tensiones, los conflictos y las exclusiones desdibujadas en la imagen de la “democratización del bienestar”. En este texto busqué mostrar la relevancia del mundo doméstico en la construcción de las distancias sociales y las identidades de clase en la Argentina contemporánea.

En primer lugar, me detuve en el lugar del modelo de domesticidad de clase media como medida de la respetabilidad familiar. Mostré que, aunque el peronismo amplió las posibilidades de adquirir una vivienda propia y los artefactos domésticos necesarios para hacerla “confortable”, el acceso a dichos bienes estuvo marcado por dinámicas de distinción orientadas a establecer jerarquías con quienes no los poseían, o los habían alcanzado más tarde. Si otras investigaciones señalaron que la ampliación de las posibilidades de consumo redundó en un reforzamiento de la identidad obrera, en mi propio trabajo observé una adopción del modelo de domesticidad de clase media en las prácticas de distinción de sujetos provenientes de distintos sectores sociales; al tomarlo, sin embargo, lo modificaban en aspectos sustantivos.

Aún más central para la interpretación que propuse es la relevancia de la práctica de la domesticidad (Davidoff y Hall, 1994; Maynes, 2003), del trabajo y el consumo domésticos, en la negociación del estatus de la propia familia, puesto que permite reponer no solo la importancia del mundo “privado” en las identificaciones de clase, sino también la del género. La construcción de la figura del “ama de casa liberada” como principal beneficiaria del confort doméstico fue concomitante de la de su esposo como proveedor, y de ambos como consumidores responsables que destinaban su tiempo e ingresos al bienestar familiar. El acceso a esos bienes, sin embargo, era solo un momento en una secuencia ininterrumpida en la que los cuidados prodigados al hogar resultaban fundamentales para evitar posibles cuestionamientos al estatus familiar.

Las relaciones que se daban en el marco del servicio doméstico también muestran las ansiedades surgidas ante la percepción de esa inestabilidad de las distancias sociales. La denuncia policial de hurtos de objetos que no tenían un valor material relativamente alto permite pensar en los modos en que la presencia de una trabajadora doméstica podía no ya confirmar el estatus de los dueños de casa, sino ponerlo en cuestión. La denuncia, en este sentido, no solo buscaba reponer las jerarquías en el plano material (a partir de la recuperación de los objetos hurtados) sino también en el plano simbólico, señalando la inferioridad moral de quienes habían accedido a ellos mediante acciones condenables. Como ocurrió en el caso citado en extenso, el hecho de que buena parte de los conflictos giraran en torno de prendas de vestir, que muchas trabajadoras confesaron tomar para uso personal y que, como sostuviera Angélica, ponían en evidencia su similitud física con sus empleadoras, muestra la relevancia del cuerpo (feminizado y racializado) en la construcción de las distancias sociales y en su confrontación.

Las prácticas de trabajo y consumo centradas en el hogar eran instancias clave de las negociaciones a partir de las que se establecía el propio lugar en las jerarquías sociales. Su análisis muestra la fragilidad que ese lugar podía tener para ciertos sujetos, que debían confirmarlo de manera reiterada ante audiencias diversas. Las interacciones cotidianas desarrolladas en el mundo doméstico eran momentos centrales de esas negociaciones, en las que género, clase y raza se articulaban de modos específicos en la producción de las distancias sociales. La identificación con la clase media dependía en buena medida de confrontaciones “privadas” y muchas veces desarrolladas entre mujeres.

1. Los nombres han sido cambiados para preservar la intimidad de las personas involucradas en la causa.

2. Se mantienen la ortografía y redacción originales.

3. Trabajé con diecinueve expedientes de hurto iniciados en el Departamento Judicial de Mar del Plata entre 1950 y 1980, en los que empleadas domésticas aparecían como acusadas y sus empleadores como denunciantes. Los expedientes fueron consultados en el Archivo del Departamento Judicial de Mar del Plata.

Argentina y sus clases medias

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