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INTRODUCCIÓN

Toda Europa se preparaba para celebrar el cincuenta aniversario de la liberación del terror nazi. Una vez más, el mundo entero dirigiría su atención al período que la Historia ha denominado “el hoyo”, “el infierno”, “la era del terror” o “la noche”. Un pequeño grupo de supervivientes, testigos oculares identificados en los campos de concentración por un “triángulo púrpura”, también llevaban a cabo su propia conmemoración en Estrasburgo y París. Este grupo viajó por diversas ciudades francesas acompañando a una exposición que relataba su historia. Y entonces llovieron las preguntas: algunas sobre datos, pero otras sobre la vida, nuestra vida. Las indagaciones fueron sacando de la oscuridad poco a poco mis recuerdos. Sentí como si hubiese regresado a mi niñez. De nuevo era “la pequeña”, con todos sus recuerdos, sensaciones, alegrías y temores. Las preguntas iluminaron mis sueños y pesadillas, y me hicieron revivir aquel horror. Todo se volvió tan real, tan exacto, que pude recordar hasta el menor detalle de mi enfrentamiento al opresor “león” nazi.

Más y más amigos me decían:

—Escríbelo, pinta un cuadro, graba tus recuerdos. Narra lo que sucedió, ahora que todavía puedes.

Recuerdo con alegría la Alsacia de mi infancia: magníficos paisajes y habitantes de firmes convicciones. Una manzana de la discordia marcada por las cicatrices de dolorosos conflictos anteriores.

La pobreza de los hijos de los trabajadores, la injusticia y la intolerancia hicieron que una niña feliz y revoltosa se transformara en una joven meditabunda y precoz. Y tanto más al ser testigo de las disputas entre partisanos franceses y alemanes, así como del creciente miedo de los adultos a otra guerra.

Mis padres ya se habían dado cuenta del peligro inmediato que el régimen nazi suponía para nosotros. Cuando el ejército alemán ocupó Alsacia e inició el programa “Heim ins Reich” (“De vuelta al Reich”), este estado policial y su partido, la Gestapo y todos sus espías, nos parecieron como un león rabioso deseoso de atrapar a su presa. El león me lo arrebató todo, solo me quedaron los recuerdos. Fue una experiencia estremecedora.

Con todo, mi supervivencia demuestra que la adversidad no tiene por que dañar la conciencia de una niña si se le han inculcado elevados valores éticos. Mi deseo al contar la historia de mi familia es infundir en otras personas el ánimo y la esperanza necesarios para vencer a los “leones” que en el futuro puedan amenazar el espíritu humano en cualquier lugar.

Esta es mi historia.

Sola ante el León

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