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4. QUEREMOS QUE SEAN LIBRES

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Hoy en día, muchas familias quieren educar a sus hijos en la libertad. Pero ¿qué significa eso exactamente?

He dicho antes que educamos en dos ámbitos distintos: por un lado, debemos dejar que los niños expresen libremente los impulsos de juego y movimiento; por el otro, tenemos que ayudarlos a controlar otros impulsos para que desarrollen herramientas sociales, de forma que libertad y límites no son opuestos, sino compatibles y complementarios. Libertad no significa ausencia de límites porque, si así fuera, el mundo sería «la selva». Queremos ayudar a los niños a desarrollar unas capacidades que les permitan, cuando sean mayores, relacionarse a partir de unos valores y una ética social.

Los niños necesitan juego y movimiento libres durante toda la etapa infantil. Pero esta libertad de juego y movimiento debe ir acompañada de un proceso de construcción de herramientas sociales que implica un trabajo que se debe hacer con la ayuda del adulto. Es precisamente de este trabajo de lo que hablamos en este libro. En la pedagogía Waldorf se habla mucho de la cuestión de la libertad, se suele decir que las escuelas Waldorf no son exactamente «escuelas libres», según como se suele entender este concepto. De hecho, si entramos en una escuela Waldorf de primaria, por ejemplo, vemos mesas, sillas, pizarra, un maestro que explica cosas, un temario que se sigue, etc. Y uno puede pensar que los niños de estas escuelas no son tan libres porque no pueden hacer siempre todo lo que quieren.

Lo que le interesa realmente a la pedagogía Waldorf es un objetivo a largo plazo, la intención es educar a niños que se conviertan en personas libres. ¿Qué educación necesitan para llegar a ser personas libres? Si a un niño le dejo hacer de todo, quizás en un primer momento parecerá que es muy libre. Pero si no aprende a controlar sus impulsos, si no aprende a gestionar la frustración, si no puede ser empático, si tiene dificultades para convivir socialmente, ¡no lo será en absoluto! Así que, al final, lo que nos tenemos que preguntar en realidad es: ¿qué necesitan los niños en cada etapa para poder crecer de forma saludable y convertirse en personas libres?

Los límites se relacionan con la convivencia social. Un día, en una charla, un padre me planteó la dificultad que tenía para hacer entender a su hijo de un año y medio que no podía pintar la pared de su casa. Yo le pregunté cuántas personas vivían en su casa y me dijo que cuatro: padre, madre y dos hijos. Le recordé que eran cuatro las personas que tenían que convivir en esa casa y que necesitaban unas normas de convivencia. Es totalmente aceptable que los adultos no quieran tener las paredes rayadas. Se trataba de un niño con mucha pasión por pintar, y eso es genial, pero en ese caso le podemos ofrecer papel y colores o una pizarra, no es necesario que pinte en las paredes.

Puede ser que una familia decida que en su casa todo el mundo puede rayar las paredes. Esto no es ni bueno ni malo, son distintos criterios y si todos están de acuerdo no hay ningún problema. Pero ¿dejar que rayen las paredes es importante para educar a niños libres? ¿Es de este tipo de libertad de lo que estamos hablando? Claramente no. En cambio, tener la capacidad de integrar normas sociales sí que es básico para convertirse en una persona libre.

El arte de poner límites

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