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Otras formas de enseñar, otras formas de aprender

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¿De qué manera eligen aprender las personas? ¿Qué estrategias de instrucción utilizan? ¿En qué medio aprenden mejor, en espacios abiertos, bajo el sol y los árboles, en la cocina de la casa, en un aula bien equipada? ¿Solos, con amigos o instructores? ¿Leyendo, escribiendo, haciendo, experimentando?

Estas preguntas tienen muy variadas respuestas y, sin embargo, la educación de hoy prevé pocas opciones. Se presume que son mejores (o al menos más prácticas/económicas/eficientes) ciertas maneras institucionalizadas de organizar el aprendizaje. Pero esto no fue siempre así.

Gvirtz, Grinberg y Abregú (2012) realizan un “tour” histórico por distintos tipos de escuelas a lo largo de los siglos, que permite entender el progreso de nuestra idea de “ambiente de aprendizaje”. Ni las autoras mencionadas ni esta obra pretenden agotar todos los modos de escolarización de la historia; solo se presentan algunos modelos sobresalientes. A continuación, se expone una breve síntesis de los aportes de diversos tipos de escuelas y propuestas educativas.


Escuelas sobre alfombras. El pueblo hebreo sostenía un sistema educativo familiar (como se vio en el segundo modelo divino), en el cual los maestros eran los padres, que congregaban a sus hijos de distintas edades sobre una alfombra para enseñarles a leer y escribir. Los padres además oficiaban de modelos para el aprendizaje de oficios, que sus hijos aprendían y practicaban como modo de sostén para la vida. Transmitían de esta manera la herencia cultural y laboral, las creencias y la religión.

Escuelas atenienses. A diferencia de los hebreos, los padres atenienses de élite confiaban la educación de sus hijos a un preceptor que posteriormente evolucionó a la figura de pedagogo: un esclavo que acompañaba al niño y le ayudaba en sus tareas de aprendizaje de música y lectura. La educación sistemática estaba limitada a las clases sociales privilegiadas, de manera que actuaba como divisor y conservador de las clases sociales.

Escuelas romanas. La asimetría entre docente y alumno en la Roma del siglo III d.C. se hacía notar en la conformación física del aula: el maestro se sentaba en un sillón y los estudiantes en el suelo o sobre piedras. El castigo físico y la severidad eran parte del método pedagógico con el cual se sostenía la autoridad del maestro.

Uno a uno. Por el siglo XV, los príncipes y las clases acomodadas eran educados por una persona exclusivamente dedicada a esa tarea. Uno enseñaba las lecciones y otro escuchaba y repetía. No se hacía en un ambiente especial, sino que alrededor la vida continuaba en el bullicio natural de la casa o el palacio. El ambiente de aprendizaje era ruidoso. La elección del contenido del currículum era arbitraria.

Didáctica magna: métodos y principios para enseñar. Por el siglo XVII, el teólogo y pedagogo Juan Amós Comenio pensó y sistematizó principios metodológicos para una didáctica, es decir, maneras apropiadas y efectivas de enseñar para que los estudiantes aprendan. Propició una educación universal y para todos, y organizó la escuela en términos de tiempos, contenidos y conductas de los alumnos. Destacó el desarrollo espontáneo de los niños y la educación natural. Además, determinó qué habría de enseñarse en cada nivel y cómo hacerlo (Asprelli, 2010).

Enseñanza simultánea. Juan Bautista La Salle, sacerdote y pedagogo francés (1651-1719), se dedicó a la educación masiva de niños pobres y a la formación docente. Fomentó las prácticas escolares de grandes grupos y la simultaneidad de la enseñanza, en base a un modelo estructurado en el orden y el control. La propuesta era muy similar a la de una misa, en la cual una persona (el sacerdote) se dirige desde un lugar elevado a un grupo grande de personas que escuchan. Los alumnos debían tener pupitres separados unos de otros, que los mantenían aislados e inmovilizados. Los docentes debían estar preparados para disciplinar y mantener el orden de la clase.

Enseñanza mutua. Dado que enseñar a una gran cantidad de alumnos de distintos niveles, congregados en un inmenso salón, era una misión bastante difícil, Joseph Lancaster y Andrew Bell, ambos pedagogos ingleses, propusieron un sistema que facilitaba la enseñanza y el aprendizaje: el sistema lancasteriano o monitoreal. Los alumnos avanzados se constituían en monitores, que se sentaban en la primera fila del aula. El maestro enseñaba el tema a estos estudiantes, y ellos, a su vez, repetían el procedimiento con un grupo menor de compañeros. El sistema piramidal funcionó para atender la educación masiva a fines del siglo XVIII. Este modo de organizar la enseñanza pudo haber tenido su inspiración en el modelo jesuita que utilizaba al decurión, un monitor que se encargaba de ayudar a sus compañeros y colaborar con el docente. Al tener clases de entre 200 y 300 estudiantes, las dividían al mando de alumnos destacados.

Escuelas de la industrialización. La migración de las familias agricultoras a los centros urbanos para sumarse a los trabajos industrializados provocó la necesidad real de tener escuelas que cumplieran la función social y pedagógica que las familias ya no podían cumplir. Un ejemplo de estas escuelas fueron las fundadas por Robert Owen (1771-1858) para educar masiva y tempranamente a los hijos de obreros de sus hilanderías en Escocia. Owen pretendía aunar la cultura con el trabajo. Procuró el uso de espacios externos al aula, los trabajos grupales y tareas que fomentaran la colaboración y la solidaridad desde corta edad (Penchansky y San Martín, 1995).

En este contexto de industrialización surgió la idea de “ciudadano”, quien necesitaba ser formado como tal y “disciplinado”, para organizar así la sociedad, clasificando espacios, funciones y tiempos.

Sistemas educativos nacionales. Hacia el final del siglo XIX el Estado creó sistemas educativos nacionales con el fin de que impulsaran la unificación de la cultura, el idioma y la historia; en otras palabras, buscaba la homogeneización del pensamiento con fines políticos (Gvirtz, Grinberg y Abregú, 2012). Un ejemplo de esta práctica se observa en la historia de la educación argentina, que por fines del siglo XIX impulsó la construcción de un imaginario de unidad nacional. Se trataba de formar al “ser argentino” y se generó por medio de la estandarización de programas de estudio nacionales que se cumplían en todo el país, hora a hora y materia por materia, cuidadosamente supervisadas a través de los registros que todo maestro y director debía llevar de sus acciones (Zoppi, 2008).

Educar sin escuelas. Una vez en la historia se educó sin escuelas. El deseo de control llevó a la masificación y la homogeneización de la educación, pero ante el desencanto de lo que la educación no logró, se produjo un movimiento con alternativas contra escolares. El más conocido en esta ideología fue Iván Illich (1926-2002), pensador austríaco, quien postuló por una educación sin escuelas. Es la propuesta de una sociedad en la que todos tengan libre acceso al conocimiento en redes abiertas. Todos comparten y tienen derecho a tener el conocimiento. Aunque puede parecer una propuesta utópica, en Europa hay países que están optando por postergar el ingreso de los niños a las escuelas para que tengan mayor madurez (ingreso a los 7 años) y están reduciendo los horarios de clases. Consideran el dar la opción de asistir menos días a las instituciones escolares y, en cambio, dar lugar al estudio en bibliotecas, museos, teatros, etc. Brindar más clases online, además de las presenciales, y tener más opciones para experimentación, trabajo y vivencias en espacios reales. No se trata de una “desescolarización”, pero sí de alternativas que airean el control excesivo que pretendieron alguna vez las instituciones educativas.

La escuela en casa. Es natural que, como reacción a un intento de dominación social, política e ideológica que puede transmitir la escuela, las familias deseen hacerse cargo del derecho de educar a sus hijos. En algunos países la intromisión del estado en la educación de los niños es aguda. Sumado a esto, en las escuelas no solo se aprende el currículum oficial. Sobradamente sabemos que los niños y los adolescentes tienen un radar especial para captar contenidos del currículum oculto y los modelos erróneos que transmiten sus pares. En la institución escuela es posible ver violencia de distintos grados, iniciación en las adicciones, y presión de pares. Los problemas de convivencia sacuden a las escuelas que no son capaces de romper con los ciclos de violencia, ni pueden hacerse cargo de problemas sociales que traspasan los muros institucionales. Por estas razones, y porque las familias no encuentran en las escuelas la iniciativa de formar para la vida, evitando la competencia y la comparación, es que optan por educar a los hijos en la casa. De esta manera, volvemos en cierta forma a las “escuelas de las alfombras”, pero en un trabajo más elaborado y sobre la base de un currículum que les permitirá a los niños la inserción en una sociedad tecnologizada. En algunos países el homeschooling está legislado y reconocido oficialmente como una opción más de escolarización, y es una alternativa frecuente para familias que tienen la posibilidad de educar en la casa.

Actividad 5: Mesa de discusión¿Qué ventajas y qué desventajas observas en cada una de las propuestas educativas a lo largo de la historia?¿Cuáles te parecen más cercanas al modelo original que Dios pensó para el ser humano?¿Qué propuestas representan mejor la definición de “ambiente de aprendizaje” del inicio de este capítulo?
Ambiente de aprendizaje

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