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¿Qué son las emociones?

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Son estados internos, algo que ocurre en nuestra mente, que generalmente tiene manifestaciones externas. La Real Academia Española define una emoción como “una alteración del ánimo, intensa o pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática”. Es decir que, cuando ocurre alguna emoción, casi siempre hay señales externas que muestran lo que la persona está sintiendo. Si bien hay personas que tienen la habilidad de ocultar de alguna manera la emoción, alguien experimentado en la observación de señales emocionales logrará captar, aunque sea, algunas mínimas señales.

Ekman (citado en Williams, 2014) describe a las emociones con tres componentes:

 La experiencia cognitiva o estado mental particular, que es la manera de percibir lo que nos está pasando (por ejemplo: me siento triste porque… o, estoy furioso porque…).

 La expresión somática, el cambio fisiológico (por ejemplo, dolor de estómago, piel de “gallina”, tener “un nudo en la garganta”).

 La conducta manifiesta o el impulso a la acción (por ejemplo, salir corriendo ante un ruido, o bloquearse/paralizarse ante una serpiente, gritar o llorar al experimentar un choque de autos).


“Para mi próximo truco, necesito que me beses y haré aparecer mágicamente mariposas en tu estómago” Pablo Neruda.

Si analizamos nuestras conductas cotidianas, podremos observar la diversidad de emociones que se manifiestan en las acciones y que son muy cambiantes. Leyendo la Biblia, una mañana, el texto puede traernos alegría y seguridad, y al siguiente momento, suena el teléfono que nos recuerda un impuesto no pago, lo cual genera fastidio. El gato ronronea mientras buscamos los documentos que hay que pagar y nos provoca ternura. El gato empuja un objeto que cae de la mesa y nos asusta. Y así vamos transitando por emociones a lo largo del día. Se disparan rápidamente; algunas duran unos segundos nada más, como cuando creemos que se nos va a caer de las manos un objeto de cristal y se dispara una reacción de escalofrío y una rápida respuesta para sostener con todo el cuerpo dicho objeto. Al instante siguiente, sentimos alivio porque solamente fue un susto.

Muchas emociones serán el ancla por el cual retendremos información más adelante y nos ayudarán a recordar momentos, porque las emociones sostienen los procesos cognitivos. La neurociencia ha demostrado que la memoria, el razonamiento lógico, la atención y la toma de decisiones están fuertemente ligados con los procesos emocionales.

¿Por qué es necesario que un educador tenga clara la importancia de las emociones? Porque sabrá cuáles provocar para sostener la atención de sus estudiantes sobre lo que quiere enseñar y, especialmente, diseñará ambientes positivos y significativos para que el aprendizaje ocurra y permanezca.

Amanda Galli (2014) define a los ambientes educacionales como un conjunto de condiciones y sentimientos que perciben y experimentan los estudiantes en un determinado contexto institucional; y lo que perciben siempre será subjetivo. ¿Por qué es tan subjetivo el tema que nos convoca en este libro? Porque está muy relacionado con las emociones que producen el entorno físico, las relaciones interpersonales, el estilo de comunicación dominante, los acuerdos y reglas de convivencia, las presiones, premios, castigos y factores estresantes.

Immordino-Yang y Damasio (2007) creen que cuanto mejor comprendan los docentes la relación que existe entre emoción y cognición, mejores condiciones tendrán para crear ambientes de aprendizaje favorables. Las emociones son la base de un aprendizaje duradero, son las que sostienen, movilizan y sincronizan la actividad cerebral.

Los animales también tienen emociones. Pueden experimentar angustia, enojo, alegría, miedo. Pero los humanos somos capaces de reconocer las emociones que sentimos, podemos aceptarlas y controlarlas. El ser humano es capaz de autorregular las emociones y eso se aprende. Eso nos diferencia claramente de los animales. Sentir ira (enojo) es una emoción que surge naturalmente ante algunas circunstancias. El control del enojo sería una característica posible para un ser humano. Eso nos diferencia de los animales.

La figura 2 muestra un estereotipo de percepción que solemos tener de cómo los perros y los gatos manifiestan sus emociones. Es una exageración para lograr humor, ya que los gatos, por muy inexpresivos que parezcan, dan señales de sus emociones. También hay personas que son más demostrativas o menos expresivas de sus emociones. En un aula podemos tener estudiantes tipo “perro” y tipo “gato”.

Figura 2 – Tristeza, satisfacción, enojo y alegría en un perro y un gato


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