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Ambientes de paz
ОглавлениеPasamos gran parte de nuestras vidas en los lugares en que trabajamos o estudiamos. Esos ambientes nos construyen o destruyen. Nos elevan o aplastan. Son nidos tapizados de pelusas o de espinas. Es verdad que el ser humano puede sobreponerse a casi todo y crecer aún rodeado de adversidades. Pero cuando el ambiente es propicio, puede florecer en todo su esplendor. Si pudiéramos elegir siempre, nos quedaríamos con los nidos de paz. Esos que podemos construir entre todos aportando la suavidad y la flexibilidad que estimula al crecimiento. Ambientes que se adaptan y se transforman a lo que las personas necesitan.
No importa la edad que tengamos o los roles que cumplamos en una institución, todos necesitamos:
Sentirnos queridos, apreciados.
Saber que nos necesitan, que somos útiles.
Palabras de reconocimiento por pequeños o grandes logros.
Que nos escuchen y nos entiendan.
Saber que, a pesar de las turbulencias externas, en la institución encontraremos estabilidad.
Soñar, poder decirlo y que sueñen con nosotros.
Ayuda para lograr algunas metas.
Ejemplos de vida o de profesionalidad.
La mirada franca y empática de nuestro interlocutor.
Sentir el respeto de la comunidad.
Saber que alguien ora por nosotros.
Recibir de vez en cuando un presente material.
Escuchar palabras de elogio sincero.
Poder decir que “no” y que no se nos condene.
Sentir pasión por lo que hacemos.
Saltar de alegría o llorar en un rincón.
Esta lista es interminable; por favor, escribe lo que tú necesitas para tener un ambiente de paz.
Si observas la lista con cuidado, encontrarás que el ambiente de paz depende de las decisiones de PERSONAS, de las cuales tú eres parte muy importante. El ambiente de paz depende de nuestras acciones dirigidas por las emociones y las metas. Depende del autocontrol y de la dirección de Dios de nuestra vida. “¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti, a todos los que concentran en ti sus pensamientos!” (Isaías 26:3, NTV).
Actividad 4: La paz se contagiaEste cuento de Enrique Mariscal (2002) es una metáfora de nuestra influencia en las emociones y las reacciones de los demás. Luego de leerlo, dialoga con tus colegas acerca de lo que has aprendido.En un lejano pueblo había una casa abandonada. Cierto día un cachorro logró meterse por un agujero al interior de la residencia. Subió lentamente las viejas escaleras de madera hasta que se topó con una puerta semi abierta y entró en uno de los cuartos.Con gran sorpresa se dio cuenta de que dentro de esa habitación había mil perritos más observándolo fijamente. Vio que comenzaron a mover la cola, exactamente en el mismo momento que él manifestó su alegría.Luego ladró festivamente a uno de ellos y el conjunto de mil perritos le respondió de manera orquestada, idéntica. Todos sonreían y latían como él. Cuando se retiró del cuarto se quedó pensando en lo agradable que le había resultado el lugar y se dijo: “Volveré frecuentemente a esta casa”.Pasado el tiempo, otro perro callejero entró en la misma vivienda. A diferencia del primer visitante, al ver a los mil perros en el cuarto, se sintió amenazado ya que lo miraban de manera agresiva, con desconfianza. Empezó a gruñir y vio, asustado, cómo los otros mil perros hacían lo mismo con él. Comenzó a ladrarles y los otros también hicieron lo mismo. Cuando salió del cuarto pensó: “¡Qué lugar tan horrible es éste! Nunca volveré”.Ninguno de los perros exploradores reparó en el letrero instalado al frente de la misteriosa mansión: La Casa de los Mil Espejos. |