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Capítulo 7

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LA VOZ del joven tenor hizo que a Sara se le pusiera la carne de gallina. Acompañado por una guitarra española, fue el regalo final después de su duro trabajo de los últimos días, e hizo que todas sus dudas y preocupaciones respecto a la celebración del concierto se esfumaran.

Sentada en la fila principal de la elegante marquesina, con Fabian sentado a su lado vestido con un impecable traje italiano y haciendo que su corazón latiera más rápido cada vez que la miraba, cerró momentáneamente los ojos y se dejó llevar por el hipnótico sonido de la voz del cantante. La música pareció entrar en su corriente sanguínea; la voz del joven cantante, junto con las conmovedoras palabras de la canción, provocaron una añoranza casi insoportable en su interior.

Sus ojos se llenaron de lágrimas tras los párpados cerrados. Había viajado muy lejos para estar donde estaba y, mirando atrás, era casi un milagro que lo hubiera logrado.

Antes de que pudiera recuperar la compostura, una mano cubrió la suya y se la estrechó reconfortantemente. Sorprendida, Laura abrió los ojos y vio que Fabian la estaba mirando con expresión preocupada. Para ser un hombre que consideraba las emociones como un mero mal necesario, sus acciones eran casi incomprensibles para ella. Sonrió débilmente, retiró la mano, aunque en realidad deseaba mantenerla donde estaba, y abrió su bolso para sacar un pañuelo.

El deslumbrante concierto acabó demasiado pronto. Fabian dio por concluida la tarde dando las gracias a los artistas por haber donado su increíble talento, a los invitados por sus «muy generosas y bienvenidas» contribuciones para la residencia infantil y, finalmente, a Laura por su esfuerzo y dedicación para ayudar a organizar el concierto en ausencia de Carmela. Le pidió que se reuniera con él en el escenario y Laura se sorprendió cuando una preciosa niña vestida de blanco se acercó a ella para entregarle un gran ramo de rosas. Mientras aceptaba el inesperado regalo, Fabian se acercó a ella y, en lugar del acostumbrado beso en ambas mejillas, dejó anonadada a Laura y, sin duda, a toda la audiencia, al besarla de lleno en los labios. Cuando se apartó, sus ojos brillaban con una satisfacción casi juvenil y un destello de travesura en su hipnótica y azul profundidad.

Entre el aroma de las rosas y aquel beso, Laura no supo cómo logró tenerse en pie. Fabian la tomó de la mano, dio las gracias una vez más a todo el mundo y bajó con ella del escenario entre el aplauso y la evidente curiosidad general. Laura supuso que todos los asistentes estarían preguntándose quién era y cómo era posible que su atractivo anfitrión le estuviera prestando una atención tan personal. En cuanto bajaron la escalera se vieron rodeados de gente que no paraba de hacer preguntas y felicitar a Fabian.

De pronto apareció Aurelia Visconti en medio de la clamorosa multitud. Todos se apartaron para permitir que la famosa diva pudiera alcanzar a Fabian, y todas las miradas se posaron en su voluptuosa figura, realzada al máximo por un brillante vestido negro con un generoso escote. Haciendo caso omiso de Laura, tomó a Fabian del brazo se inclinó hacia él y susurró algo junto a su oído.

Fabian se volvió hacia Laura con expresión de disculpa.

–Lo siento, pero voy a tener que dejarte sola un rato. ¿Te importa? Enseguida vuelvo.

Por su expresión, Laura comprendió que, fuera lo que fuese lo que tenía que hacer, no podía evitarlo. Un remolino de su hipnótico olor a loción para el afeitado llegó hasta ella cuando Fabian giró sobre sus talones y se alejó con Aurelia.

Segundos después, la decepcionada multitud se dispersó, dejando a Laura a solas y abrazada a su ramo de flores. Con impotencia, celosamente, Laura siguió con la mirada a la glamurosa pareja que, obviamente, se dirigía a algún lugar más privado.

No volvió a ver a Fabian hasta que los invitados que iban a quedarse a cenar estuvieron reunidos en la marquesina bajo la que se habían dispuesto las mesas. A pesar de ser una de sus invitadas de honor, Aurelia no apareció con él y Laura se preguntó cuál sería el motivo de su ausencia. Al distinguir la evidente marca de un pintalabios rojo en la mandíbula de Fabian, sintió que su corazón se desbocaba en señal de protesta. Había alimentado la absurda esperanza de que no tuvieran una relación tan cercana como parecía, pero al parecer sí la tenían.

De pronto, la magia de aquella maravillosa tarde se esfumó como un puñado de arena al viento. Cuando Fabian le hizo señas para que fuera a sentarse a su lado en la cabecera de la mesa, se acercó obedientemente.

–Estás preciosa con ese vestido –susurró Fabian cuando estuvieron sentados.

Pero Laura no se sentía preciosa… ya no, a pesar de que el vestido que habían elegido finalmente entre Dante y ella era una asombrosa creación de seda verde con un escote lo suficientemente alto como para ocultar sus cicatrices y una espalda atrevidamente baja. Lo único en lo que podía pensar era en la marca de pintalabios que Aurelia había dejado en la mandíbula de Fabian.

–Es muy sexy. Tienes que conservarlo y ponértelo sólo para mí –continuó Fabian, dejándola paralizada en el sitio con su ardiente y hambrienta mirada.

Laura pensó en lo que probablemente habría estado haciendo con la otra mujer unos minutos antes, además de en la proposición de matrimonio para la que aún aguardaba su respuesta, y comprendió que necesitaba analizar la situación con cierta perspectiva antes de perder el control sobre sus alterados sentimientos.

–Sabes que no puedo hacer eso.

–¿Por qué no?

–Porque es un vestido de alta costura y soy muy consciente de que probablemente valdrá una pequeña fortuna.

–¡Cuantos principios tienes, Laura! Hasta ahora no había conocido a una mujer capaz de rechazar mis regalos, ¡y tú no eres cualquier mujer! Ya sabes a qué me refiero.

Laura lo sabía… y el pensamiento le hizo tragar con esfuerzo.

–Sigue siendo demasiado, Fabian.

–Vas a negarme el placer de hacerte este regalo, y eso no hace que me sienta precisamente bien.

Aunque aún sonreía, la mirada de Fabian se había enfriado un poco.

–Lo siento –dijo Laura, aún más deprimida por su reprimenda–. No pretendía resultar desagradecida. Es un detalle muy amable por tu parte. Tampoco he tenido oportunidad de darte las gracias por el masaje de antes.

Se ruborizó intensamente al darse cuenta de cómo podía haber sonado aquello a cualquiera que hubiera escuchado sus palabras… aunque, al ver su rubor, la mirada de Fabian perdió al instante su momentánea frialdad. Se inclinó hacia ella hasta que Laura sintió la calidez de su aliento en los labios, una parte de su anatomía por la que pareció repentinamente fascinado.

–¿Te sorprendería saber que me he sentido celoso de Giuseppe esta tarde? Tan celoso que me ha costado mucho concentrarme en cualquier cosa después de dejarte.

–¿Por qué no está aquí Aurelia, Fabian?

La pregunta de Laura, utilizada para desviar la alarmante e intima naturaleza de las palabras de Fabian, no pareció perturbar especialmente a éste, que se limitó a encoger los hombros.

–De pronto ha recordado que tenía otro compromiso que atender.

–Ojalá…

–¿Ojalá qué, Laura?

–Ojalá me dijeras…

–Tus ojos están llenos de preguntas, pero ahora no podemos hablar. Si sólo hablo contigo, y ten por seguro que eso es lo que más me gustaría, podría parecer que estoy descuidando a mis invitados.

Tras dedicarle una enigmática sonrisa, Fabian se volvió hacia la glamurosa mujer madura que estaba sentada a su lado, hablando de lo fantástico que le había parecido el concierto y de que ya estaba deseando que llegara el del año siguiente.

–Alla salute!

–¿Por qué estamos brindando?

–Estoy dando la bienvenida al final de una tarde exitosa.

Laura y Fabian estaban en la terraza, sentados a una mesa para dos bajo un cielo cubierto de estrellas. Fabian tomó un sorbo de su sambuca y disfrutó con obvio placer de su sabor anisado. Frente a él, Laura probó experimentalmente el licor que tanto gustaba a Fabian y luego deslizó la punta de la lengua por sus delicados labios.

Al ver su gesto, Fabian sintió que su tensión sexual se acrecentaba.

Aurelia había tratado de tentarlo para que fuera a dormir a su villa y se había ido enfurruñada cuando él la había rechazado. Pero en aquellos momentos, la única mujer que interesaba lo suficiente a Fabian como para querer pasar la noche con ella estaba sentada frente a él.

–¿Por qué la bienvenida? –preguntó Laura.

–Porque… –empezó Fabian, pero se interrumpió y se encogió de hombros. El muro de protección que alzaba automáticamente en todo lo referente a su pasado estaba allí. Una vez concluida la celebración, sentía una fuerte necesidad de olvidarla y concentrarse en el futuro inmediato.

–¿Por qué no sigues? ¿No quieres hablarme de ello?

–Preferiría hablar de otra cosa. Por ejemplo, de la proposición que te he hecho. ¿Tienes ya una respuesta para mí?

Fabian contempló el rostro de Laura para tratar de discernir si su respuesta iba a ser positiva o negativa. Ella suspiró con suavidad y dejó su vaso en la mesa.

–Antes de hablar de eso, me gustaría saber por qué parecías tan inquieto respecto al concierto. Me habías dicho que tu padre fue un hombre cruel… Supongo que la organización de este concierto en su recuerdo no te trae precisamente recuerdos felices, ¿no?

–¿Felices? –repitió Fabian en tono burlón–. Yo no utilizaría ese adjetivo para describir nada asociado con mi padre. Dirigía nuestra casa como un dictador –añadió con evidente amargura–. Mi madre y yo no éramos más que posesiones para él, adornos que podía utilizar o pisotear según le viniera en gana –echó atrás la cabeza y consumió su bebida de un solo trago–. Para el mundo exterior era un hombre digno de admiración, un hombre al que envidiar. Tenía poder, salud, una bella esposa y un hijo. Pero para nosotros era todo lo contrario. Solía mostrarme a sus amigos y alabarme en su presencia para que vieran lo buen padre que era. ¡Pero cuando nos quedábamos a solas me pegaba por haberlo defraudado! ¡Por haberlo avergonzado con mi ingratitud y mis hoscas miradas! Mi madre estaba destrozada por su crueldad y su desdén, y no me sorprendí cuando se puso enferma. Nunca se recuperó. Creo que al final agradeció poder dejar este mundo e ir a un lugar en que mi padre no pudiera seguirla.

–¡Pero seguro que no quería dejar a su hijo atrás con un hombre como ése! ¡Oh, Fabian! ¿Por qué no lo abandonó? ¿Por qué no se divorció de él?

–Mi madre no creía en el divorcio. Su fe no se lo permitía, de manera que se limitó a sufrir en silencio… –Fabian hizo una mueca despectiva para indicar lo inútil que le parecía aquel sacrificio–. Aunque estoy seguro de que no soportaba verme sufrir a mí también, probablemente lo consideraba una consecuencia inevitable de la situación. Además, Roberto la habría matado antes que permitir que lo humillara dejándolo… y en ningún caso habría permitido que me llevara con ella.

Fabian notó que Laura se había puesto pálida mientras lo escuchaba. Supuso que una mujer sensible como ella se sentiría más consternada que la mayoría por el brutal comportamiento de un hombre como su padre. Sobre todo después de lo que había tenido que aguantar en su propio matrimonio.

–Lo siento por ti, Fabian. Tu infancia debió de ser especialmente dura.

–Por eso tengo intención de ser un padre muy diferente para mis hijos. Lo que me lleva de vuelta al tema del que preferiría estar hablando –Fabian rellenó sus vasos con más sambuca–. Te has quedado muy callada, Laura… ¿sucede algo malo?

–Me entristece saber que sufriste tanto de pequeño… ¡casi no puedo soportar pensar en ello!

–Tienes muy buen corazón.

El niño oculto en el interior de Fabian agradeció profundamente las amables palabras de Laura. Pero no podía permitirle ver hasta qué punto lo habían conmovido.

–Es humano identificarse con el dolor del otro –dijo ella–, y si hay algún deseo que me gustaría que se cumpliera sería que ningún niño del mundo tuviera que sufrir. Pero si el mal comportamiento de tu padre ha servido para que tú quieras ser un padre mejor… al menos algo bueno ha surgido de ello. He aprendido que hay lecciones en todo en la vida y, nos guste o no, la adversidad templa nuestro carácter. Las ilusiones se desvanecen y llegamos a apreciar lo que de verdad importa en la vida.

Fabian pensó que, para ser una mujer tan joven, Laura tenía mucha sabiduría. Cada vez estaba más convencido de haber hecho bien eligiéndola como esposa y madre de sus hijos.

–Por cierto –añadió Laura–, ¿por qué me has besado en el escenario, delante de todo el mundo?

–Porque parecías un conejo hipnotizado por las luces de un coche, y quería que te relajaras.

–Oh…

–También era un momento ideal para hacer saber a la gente que estoy personalmente interesado en ti. Una cosa más…

–¿Qué?

–¿Sabías que tienes una boca muy sensual y tentadora?

Laura se ruborizó, como Fabian esperaba que hiciera.

–Tengo algo más que preguntarte –dijo ella, y respiró profundamente antes de continuar–: ¿Tienes una aventura con Aurelia Visconti?

Fabian rió con aspereza. Por atractiva y talentosa que fuera la diva, no sentía ningún deseo de llevar su relación más allá de la amistad… a pesar de los esfuerzos de Aurelia por persuadirlo de lo contrario. Además, era demasiado llamativa y egocéntrica para su gusto… y promiscua, sin duda. Ya había vivido con una mujer peligrosamente parecida. Una mujer que había hecho mucho más que coquetear a sus espaldas con algunos de sus socios, y que le había hecho quedar como el tonto más grande que había habitado la tierra. No… teniendo en cuenta las cualidades de la serena mujer que tenía ante sí, Aurelia no suponía ninguna competencia para ella.

–No, no tengo una relación con Aurelia.

–¿Es cierto que tenía otro compromiso esta noche?

–La verdad es que quería pasar la noche conmigo y la he rechazado –contestó Fabian con franqueza.

–¿Ni siquiera te has sentido… tentado? Tenías una mancha de pintalabios en la barbilla…

Al ver lo incómoda que se sentía Laura al hablar de aquello, Fabian pensó con satisfacción que tal vez estuviera celosa.

–¿Ah, sí? Ha sido el resultado de un beso muy normal de buenas noches entre amigos. Eso es todo.

–Sé que el matrimonio que me has propuesto es diferente al habitual, Fabian, pero, a pesar de todo, no estaría dispuesta a tolerar que mi marido tuviera una aventura.

–No soy un hombre infiel, y no tendré necesidad de aventuras cuando empecemos a vivir juntos, Laura. Estoy seguro de que serás lo suficientemente mujer para mí.

–Pero…

–¿Lo dudas? –Fabian frunció el ceño–. Vamos a intentar un pequeño experimento, ¿de acuerdo?

Sonreía cuando se levantó y tomó a Laura de la mano para que hiciera lo mismo. Al sentir su temblor, humedeció el dedo índice en la sambuca de su copa y lo deslizó lentamente por el contorno de los labios de Laura. Cuando apoyó las manos en sus caderas sintió que la sensual tela de su vestido revelaba su delicada pero agradablemente sexy constitución.

A pesar de que se excitó de inmediato, no permitió que el ardor de su sangre le hiciera demostrar su deseo de un modo que pudiera resultar abrumador. En lugar de ello besó a la mujer que tenía entre sus brazos con la misma paciencia y dedicación que un acuarelista habría dedicado a pintar con la punta de su pincel el delicado pétalo de una hoja. Cuando le acarició los pechos con las palmas de las manos se sintió secretamente encantado al notar cómo se excitaban al instante sus pezones. Por unos instantes se limitó a disfrutar del delicioso placer que le producía aquello y, muy pronto, la llama que tan provocativamente estaba ardiendo en su interior se transformó en un incendio.

Atrajo instintivamente a Laura contra su pecho y la besó sin ocultar la creciente necesidad y el deseo que estaba experimentando. Cuando finalmente apartó sus labios de los de ella, vio con satisfacción que sus preciosos ojos grises reflejaban la misma necesidad, la misma voracidad.

–Espero haberte demostrado que no necesitas preocuparte por las otras mujeres, Laura. Hay una poderosa química entre nosotros, una química que hará que seas tú la única que obtenga mi atención cuando estemos casados –dijo a la vez que la aferraba posesivamente por las caderas y la atraía hacia sí.

–La química está muy bien, Fabian –replicó Laura con la voz entrecortada–, pero son necesarias muchas otras cosas para que un matrimonio funcione.

–Comprendo tus preocupaciones… pero te confieso que ahora mismo sólo puedo pensar en una cosa.

–Pero…

–Tócame.

Fabian tomó la mano de Laura y la guió entre sus cuerpos hasta la evidente erección que ocultaba la cremallera de sus pantalones. Ella contuvo el aliento, pero no retiró la mano. Fabian vio que se mordía el labio como si estuviera luchando por negar la ardiente necesidad que también recorría sus venas. Sonrió, intuitivamente consciente de que aquélla era una lucha que Laura no tenía posibilidades de ganar.

Tomó un mechón de su pelo entre los dedos y jugueteó con él.

–En la cama haré que todas tus preocupaciones se esfumen, dulce Laura, hasta que no puedas pensar en otra cosa que en el placer que estarás experimentando.

La vulnerable mirada de Laura alcanzó de lleno el momentáneamente desprotegido corazón de Fabian.

–Eso es precisamente lo que temo –susurró ella.

Fabian pasó un brazo por su cintura, entraron de nuevo en la casa y avanzaron por los pasillos de mármol hacia su dormitorio.

Fabian se había quitado la chaqueta, la camisa y los zapatos. Sus pies estaban una vez más desnudos, sin calcetines. Pero la mirada de Laura no se detuvo mucho rato en sus pies. No cuando la asombrosa perfección de su musculoso pecho y de sus atléticos hombros atraían su atención como si se tratara de una repentina aparición que la hubiera dejado sin aliento. Era tan increíblemente bello…

Enfrentada con la realidad de aquel hecho, experimentó una intensa aprensión al pensar en tener que exponer ante él su cuerpo, imperfecto y marcado. Caminó instintivamente hacia atrás hasta que sus piernas toparon con el borde de la cama. Dejó escapar un gritito ahogado y, de repente, Fabian estaba ante ella, sonriéndole, haciéndole derretirse incluso antes de tenerla en la cama.

Apoyó un dedo bajo su barbilla para que lo mirara.

–Sólo quiero hacer que te sientas bien… No hay nada que temer.

Paralizada, Laura vio que inclinaba la cabeza hacia ella, apartaba un poco la tela de su vestido y apoyaba los labios en la piel que quedó expuesta. Se puso a temblar como si nunca fuera a parar de hacerlo.

–Bella –murmuró Fabian.

Laura temió que su corazón fuera a estallar cuando él tomó el borde de su vestido y se lo sacó por encima de la cabeza.

Una vez descartado el vestido de alta costura, Fabian la rodeó con sus brazos. El roce de sus pieles fue como una descarga eléctrica que dejó aturdida a Laura.

Su íntima proximidad pareció ejercer el mismo efecto febril sobre él. Un ligero empujón y el trasero de Laura entró repentinamente en contacto con la sensual seda de la colcha que cubría la cama. Fabian se agachó para quitarle los zapatos sin apartar la mirada de ella. Tras besarla provocativamente en la comisura de los labios y en el cuello, se irguió y se quitó los pantalones y los calzoncillos que llevaba debajo. Maravillada, Laura contempló la firme y tonificada piel que quedó expuesta y sintió que se le secaba la boca al comprobar la asombrosa y generosa evidencia de su deseo.

Con una leve sonrisa, Fabian apoyó una mano en el centro de su pecho y le hizo tumbarse en la cama. Un segundo después la estaba cubriendo con su poderoso cuerpo a la vez que tomaba sus labios en un beso con el que le exigía todo lo que tuviera que darle, y aún más. Deslizó eróticamente las palmas de las manos por la satinada superficie de sus pechos a la vez que los contemplaba con evidente placer. Luego la miró a los ojos.

–Eres tan preciosa… –murmuró.

–Cuando me miras así… siento que es cierto –replicó ella, con el corazón desbocado. Mark nunca le había dicho que era preciosa… siempre había estado demasiado ocupado haciéndole notar sus imperfecciones.

A continuación, Fabian la besó apasionadamente en los labios. Su aliento era cálido y su lengua, eróticamente sedosa. Laura temió que el deseo que estaba experimentando fuera a hacerle estallar si no le daba pronto lo que anhelaba. Aquel hombre contenido, descreído del amor, que mantenía una silenciosa lucha con su pasado, aquel hombre paradójico que anhelaba tener hijos pero no una mujer a la que amar, había liberado algo en su interior que casi había olvidado que estaba allí. Algo necesario, que había reprimido a lo largo de su difícil y doloroso matrimonio con Mark.

Fabian murmuró algo junto a su oído y se irguió para tomar un preservativo de la mesilla de noche. Laura contempló sin aliento cómo lo deslizaba expertamente por su excitado sexo antes de inclinarse para quitarle las braguitas. Luego le hizo separar los muslos con su rodilla y, tras acariciarla unos momentos con el extremo de su sexo, la penetró profunda y lentamente. Laura arqueó la espalda a causa del impacto mientras una intensa oleada de calor recorría su cuerpo, y supo que nunca olvidaría aquel primer e íntimo contacto con Fabian.

Se aferró a sus duros bíceps, que se endurecían como hierro cada vez que la penetraba. Sus movimientos le hicieron olvidar que no era perfecta, que tenía cicatrices con las que tendría que convivir el resto de su vida, tanto exteriores como interiores. Fabian estaba murmurándole apasionadas palabras en su propia lengua y, aunque Laura no entendía todo lo que le estaba diciendo, el sonido de su voz y la intensidad de su expresión hicieron que su sangre cantara.

Se rindió de buen grado a las avalancha de sensaciones que crecían en su interior y, mientras Fabian la penetraba una y otra vez, fue incapaz de contener los gemidos de placer que se acumulaban en su garganta.

–No puedes contenerte ahora, mi preciosa Laura.

–Fabian… ¡qué me estás haciendo!

–Dímelo… –susurró él antes de inclinarse para tomar uno de sus pezones entre los dientes–. ¿Qué te estoy haciendo?

–Estás haciendo… estás haciendo…

Laura dejó escapar un gritito ahogado mientras oleadas del calor más dulce que había experimentado en su vida recorrieron su cuerpo hasta dejarla en un estado de lánguida semiinconsciencia.

–No te muevas –ordenó Fabian antes de penetrarla una última vez y manifestar su intensa satisfacción con un prolongado y ronco gemido.

–No podría moverme ni aunque quisiera –susurró ella con una semisonrisa.

–Cásate conmigo –dijo Fabian, y el brillo de sus ojos reveló su deseo, su necesidad.

Un intenso anhelo se adueñó del corazón de Laura. ¿Cómo podía rechazar a aquel sueño de hombre? Probablemente era una locura aceptar su proposición, pero sus sentimientos parecían tener vida y opinión propias, y eran demasiado poderosos como para ser ignorados.

Pensó en la dolorosa infancia de Fabian, en su necesidad de equilibrar su sufrimiento convirtiéndose en un buen padre para sus hijos. Y pensó en su propio deseo de convertirse en madre.

–De acuerdo –se oyó decir–. Acepto.

Alzó una mano, acarició la mejilla de Fabian y él volvió el rostro para besarle la palma de la mano. Mientras sentía que su corazón se henchía a causa de la emoción, Laura supo que había llegado a aquella decisión mucho antes de que Fabian se hubiera visto compelido a hacerle de nuevo su proposición.

Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado

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