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Capítulo 5

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TENÍA sentido que fuera viuda. ¿Qué, sino una tragedia, podía haber teñido sus pálidos ojos grises de aquel distante pero innegable dolor?

La tarde siguiente, mientras observaba desde los ventanales de su despacho a Laura, que conversaba en el jardín con el supervisor del catering, se preguntó por qué no le había hecho la proposición que había tenido intención de hacerle. ¿Le habrían bastado dos años para superar la muerte de su marido y el legado de crueles recuerdos que le había dejado? ¿Lo habría amado a pesar de su crueldad? ¿Sería reacia a una nueva relación después de aquella experiencia?

La noche anterior no había sido el momento adecuado para interrogarla al respecto. Pero Fabian intuía que, dadas las circunstancias, tal vez apreciara la posibilidad de una relación en la que no hubiera expectativas emocionales implicadas y que no le exigiera más que ser una madre dedicada y la clase de esposa respetuosa a la que no se le ocurriría montar un escándalo que pudiera avergonzar a su marido. A cambio, él podría ofrecerle una buena vida, segura y estable, y la garantía de que ni a sus retoños ni a ella les faltaría nunca nada. ¿Bastaría aquello para persuadirla de que se convirtiera en su esposa?

Laura entró en el despacho con una carpeta contra el pecho y el pelo ligeramente revuelto a causa de la brisa que se había levantado aquella mañana.

–¡No puedo creer que sólo falte un día para el concierto! Parece que todo está listo… ¡pero más vale que crucemos los dedos! Aunque tengo la sensación de que todo va a ir de maravilla.

Fabian apartó la mirada de la lista de llamadas que aún tenía que hacer y detectó una mancha blanca en la comisura de los labios de Laura. Se puso en pie, se acercó a ella y examinó de cerca la mancha.

–Parece que tienes una mancha de crema en la boca –dijo y, antes de que Laura pudiera hacer algo al respecto, alzó una mano y le frotó la mancha con los dedos.

Laura abrió los ojos de par en par.

–María me ha dado un trozo de tarta con crema hace un rato. Debería haberme mirado en el espejo después de comerlo. ¡Llevo veinte minutos hablando con el señor Minetti, de la empresa de catering!

–Apenas se nota –dijo Fabian, y sonrió al ver que Laura se ruborizaba. Pero enseguida se puso serio al recordar que tenía otros temas más importantes que tratar con ella–. Vamos a tomarnos un rato libre –dijo a la vez que la agarraba por el codo y la conducía hacia su escritorio. Señaló con la cabeza el asiento que había ante éste–. Siéntate, por favor.

–¿Te he dicho ya que esta tarde van a venir algunos de los cantantes a ensayar? –preguntó Laura, nerviosa.

–Sí. De hecho, me lo has dicho ya dos veces.

–Oh… –Laura frunció los labios y suspiró–. María está organizando un refrigerio para después del ensayo, y a los cantantes les gustaría que te reunieras con ellos. ¿Te había dicho eso también?

–Creo que estoy al tanto de todo lo que va a suceder esta tarde, así que no tienes por qué preocuparte.

–Bien… quiero decir, bene.

–¿Por qué no tratas de relajarte? Hoy pareces especialmente nerviosa.

–¡No estoy nerviosa! Sólo excitada… por el concierto de mañana, claro.

Fabian apoyó los codos en la mesa con un suspiro, unió las manos y observó a Laura durante un rato antes de hablar. Si esperaba al momento adecuado, podía pasarse la vida esperando, de manera que más valía que dijera lo que tenía que decir.

–Hay otro asunto del que quería hablar contigo. Pero antes quería preguntarte si te gusta Villa Rosa y estar aquí, en la Toscana.

–Me encanta. ¿Cómo no iba a gustarme un sitio como éste? ¡Es como estar en el paraíso!

Fabian asintió ante la genuina e ingenua sonrisa de Laura. De algún modo, la afirmación de ésta chocaba con sus sentimientos respecto al lugar en que había crecido, el lugar que su padre había convertido en una de las casas más envidiables de Italia y por el que se había sentido tan posesivo. Tanto, que incluso lamentó tener que pasársela a su hijo… pero Laura no estaba al tanto de eso.

–En ese caso, supongo que no te resulta imposible imaginarte viviendo aquí.

–¿Me estás ofreciendo un puesto de trabajo permanente contigo?

La idea despertó sentimientos contradictorios en Laura, aunque el más intenso fue el de euforia. Estaba deseando iniciar un nuevo capítulo de su vida, y aquélla podía ser la oportunidad que estaba esperando. Pero la creciente conciencia de la innegable atracción que empezaba a sentir por Fabian le hizo dudar…

–No. No es eso lo que te estoy ofreciendo.

–Lo siento… no debería haber asumido que…

–No hace falta que te disculpes. Voy a ir directo al grano. Quiero hacerte una proposición y me gustaría que la meditaras seriamente –Fabian se pasó una mano por el pelo, distrayendo momentáneamente a Laura con el gesto–. Anoche me preguntaste si quería tener hijos. La respuesta es sí… por supuesto. Necesito un heredero, como cualquier otro hombre en mi posición –suspiró como si llevara todas las preocupaciones del mundo sobre sus hombros–. Tal vez éste sea un momento adecuado para decirte que yo también estuve casado cuando era muy joven. Después de casarme descubrí que mi mujer no se limitaba a ofrecer sus favores a su marido. Su comportamiento me avergonzó, y comprendí que había permitido que el deseo que sentía por ella me impidiera ver otras características menos deseables de su personalidad. Una mujer como ella no resultaba adecuada para ser madre, y no tuve más remedio que divorciarme. Desde entonces he estado demasiado ocupado con mi trabajo como para iniciar otra relación seria. Pero, evidentemente, para conseguir el heredero que quiero necesito una esposa. Lo que te estoy proponiendo es un acuerdo estrictamente profesional para conseguir ambas metas. A cambio llevarás una vida cómoda y próspera como la señora de Villa Rosa y la madre de mi hijo. Si no quieres, no tendrás que volver a trabajar nunca, aunque, por supuesto, respetaré cualquier decisión que quieras tomar a ese respecto. No tienes que contestarme de inmediato. Lógicamente, querrás tomarte el tiempo necesario para pensarlo. Sé que hace muy poco tiempo que nos conocemos, pero en estos pocos días me has impresionado mucho. He averiguado que tienes talento y eres muy trabajadora, y que tu acicate principal no son el dinero ni la fama. Tienes una actitud muy tranquila y relajada, y caes bien a todos los miembros del servicio, especialmente a María. Si añadimos a eso tu evidente amor por los niños y que, como me aseguró Carmela, se puede confiar totalmente en ti, creo que puedo afirmar que haríamos una buena pareja y que nuestro matrimonio podría ser todo un éxito.

Laura se sentía tan anonadada como si un ciclón acabara de arrasar el despacho. Después de aquello, ni el despacho ni ella volverían a ser los mismos. Sin embargo, Fabian parecía totalmente calmado… la antítesis total del torbellino que ella sentía en su interior.

–Apenas puedo creer lo que me estás diciendo… ¿Hablas en serio?

Fabian frunció el ceño.

–Nunca bromearía sobre ese tema. Sé que mi proposición supone una sorpresa para ti, pero te aseguró que nunca haría algo así sin haberlo pensado detenidamente.

–Pero… ¿por qué me has elegido a mí?

–Acabo de decirte por qué.

–Lo único que he escuchado ha sido una lista de mis supuestos atributos, como si fuera alguna clase de objeto doméstico útil que estuvieras pensando en adquirir. ¡No me has explicado por qué quieres llegar a un acuerdo tan raro!

–Puede que a ti te parezca raro, pero desde mi punto de vista es totalmente práctico. Te he dicho que quiero una familia, como querría cualquier otro en mi posición, pero lo que no quiero ni necesito son complicaciones emocionales. No me queda ninguna ilusión respecto al amor. Y creo que cuando uno se casa debe hacerlo con las ideas claras y la cabeza fría. Permitir que unas emociones pasajeras dicten el futuro de tu vida sólo suele servir para acabar divorciado. Por eso te he propuesto lo que te he propuesto.

Laura se estremeció.

–¿Emociones pasajeras? ¿No crees que dos personas puedan enamorarse y que ese amor pueda durar toda la vida?

–Ésa es una falsa esperanza perpetuada por los soñadores. No pretendo afligirte, Laura, pero piensa en tu propia situación.

–Que las cosas acabaran como acabaron con Mark no quiere decir que no tuviera esperanzas de que nuestro matrimonio soportara el paso del tiempo.

–¡Eso es exactamente a lo que me refiero! ¿Seguías enamorada de él al final, a pesar de cómo te trató?

–No, no estaba enamorada de él… ¡pero eso no significa que dejara de sentir cariño por él! Mis sentimientos eran muy confusos… Sentía pena por el hombre atormentado y decepcionado en que se había convertido… por los motivos que le hicieron darse a la bebida. ¡Pero no es a eso a lo que me refería!

Fabian encogió levemente sus poderosos hombros.

–Sé sincera contigo misma… Dadas las circunstancias, no era muy probable que tu matrimonio fuera a soportar el paso del tiempo. Yo soy pragmático y realista respecto a la vida. Tengo que serlo, dada mi situación.

–¿Y tu pragmatismo incluye el dormitorio? Porque supongo que habrás pensado en que tener un hijo juntos implica determinado tipo de intimidad, ¿no? ¿O has planeado que vaya a una clínica para que me dejen embarazada?

Fabian masculló una maldición.

–¡Por supuesto que sé lo que implica tener un hijo! Pero no veo ninguna dificultad en ese terreno en nuestro matrimonio. Somos jóvenes y saludables, y estoy seguro de que, cuando estemos juntos, la naturaleza seguirá su curso.

Apenas capaz de contener los sentimientos y emociones que la embargaban, Laura se puso lentamente en pie mientras miraba a Fabian como si fuera la primera vez que lo veía.

–Pareces tenerlo todo pensado y resuelto. Pero me gustaría hacerte una pregunta, Fabian… ¿Se te ha ocurrido la idea de casarte conmigo porque piensas que un hombre no podría enamorarse de una mujer como yo? ¿Una mujer con un matrimonio desastroso en su pasado y que encima tiene una cicatriz?

–¡Tu cicatriz no te hace menos atractiva! Seguro que eso ya lo sabes. Y en cuanto a tu matrimonio, tienes razón. Pertenece al pasado y no implica que no puedas hacer una elección mejor en el presente. Y lo más probable es que esa elección mejore tu vida, no que la empeore. Yo nunca sería cruel contigo, tienes mi palabra. ¡Y te daría el hijo que ambos deseamos! ¿Tan aborrecible te parece el plan?

Laura se sentía en un dilema. Cada vez tenía más claro que cuanto más tiempo pasara con Fabian, más apegada se sentiría a él. Pero él le había dejado bastante claro que nunca podría esperar que llegara a amarla. Sin embargo, la idea de tener sus hijos no resultaba nada aborrecible. ¿Podía dejar a un lado su necesidad de amor para entrar en un matrimonio de conveniencia con aquel hombre? Pero lo cierto era que cuando se casó con Mark creía que la amaba y que nunca le haría daño… sin embargo, todo había acabado desastrosamente.

Dejó escapar un prolongado suspiro.

–Pensaré en tu proposición, Fabian. Pero quiero que sepas que, a pesar de que mi primer matrimonio fracasara, aún sigo pensando que el matrimonio debería implicar algo más que la mera lógica. Puede que sea una de esas tontas soñadoras que tanto desdeñas. Y ahora, discúlpame. Debería volver al trabajo. La compañía de ópera viene esta tarde y…

–Me alegra saber que estás dispuesta a pensarte mi oferta. Creo que cuando lo pienses bien verás las ventajas que implica. Y, si aceptas, te aportará más beneficios de los que imaginas.

De pronto, Fabian estaba ante ella. Su ligero aroma a colonia, sus intensos ojos azules y el calor que emanaba de su cuerpo invadieron los sentidos de Laura y prácticamente desmoronaron las escasas defensas que tenía contra él. Se aferró a la carpeta que sostenía como si fuera un salvavidas. Fabian alzó las manos y la tomó por los brazos. Laura trató de no sentirse afectada por su tacto, pero sabía que su intento estaba destinado al fracaso.

–Suéltame… por favor –dijo con voz temblorosa–. No puedo permitirme perder más tiempo esta tarde.

Cuando pensó que Fabian iba a soltarla se llevó una sorpresa. En lugar de apartarse de ella, la atrajo hacia sí y la besó. Un calor abrasador se extendió por la sensible piel de sus labios y la consumió en un estallido de sensualidad. Si hubiera sido un bosque, se habría convertido en cenizas. Dejó escapar un ronco gemido, permitió que Fabian la invadiera con su lengua y se sumergió en un mar de ardiente exigencia masculina que le hizo dejar a un lado todas sus dudas y cautela.

Los segundos pasaron a cámara lenta y Laura entró en un mundo de sensaciones que hasta entonces sólo había supuesto que existían.. Fabian le sujetó la cabeza con erótica destreza y su interesado beso, pues Laura no tenía ninguna duda de que eso era, se volvió más profundo y exigente.

La carpeta que sostenía contra el pecho se deslizó al suelo y, temiendo perder el equilibrio, se aferró a los hombros de Fabian.

–¿Lo ves? –murmuró él mientras apartaba unos milímetros sus labios de los de ella y la miraba con una expresión ligeramente divertida–. No hay nada que temer en lo referente a nuestra intimidad. Como ya había supuesto, en ese terreno todo irá bien. Y ahora, por agradable que sea lo que estamos haciendo, necesitamos volver al trabajo. Creo que será mejor que hablemos de este asunto después del concierto, ¿te parece?

Entre las risas y el sentimiento de realzada anticipación que reinaba la víspera del concierto aniversario en el lujoso salón de Villa Rosa, donde los elegantes invitados de Fabian disfrutaban del mejor champán y de los exquisitos aperitivos preparados por María y su equipo, éste se encontró pensando más a menudo de lo debido en el impacto sexual del beso que había compartido con Laura. Su piel se acaloraba en cada ocasión.

Al parecer, el matrimonio de conveniencia que le había propuesto tendría sus compensaciones. No les haría precisamente daño sentirse mutuamente atraídos. Pero Laura había permanecido muy silenciosa el resto de la tarde. Ocupada con las exigencias de la organización del concierto, tan sólo había hablado con él cuando no le había quedado más remedio que consultarle algo. En realidad, el sentimiento de anticipación que él estaba experimentando no tenía nada que ver con el concierto que iba a tener lugar al día siguiente, sino con la respuesta que Laura había prometido darle en lo referente a su proposición de matrimonio.

Un famoso tenor estaba estrechándole la mano y hablando de la última vez que habían quedado a comer en Roma, diciendo que debían volver a repetir el encuentro. Pero Fabian estaba tan distraído con sus propios pensamientos que apenas lo escuchó. ¿Dónde estaba Laura? Miró por encima del hombro del cantante y vio que en aquel momento entraba en el salón con su discreción habitual y se reunía con los invitados. Llevaba un recatado vestido color crema de manga larga con unos pantalones blancos y su expresión parecía aún más cautelosa de lo habitual. No parecía tan relajada como habría convenido. Hacía una tarde muy calurosa y la mayoría de las mujeres que había en el salón llevaban vestidos mucho más reveladores que el de Laura.

Fabian ya había notado su empeño en cubrirse lo más posible. ¿Sería tan dolorosamente consciente de su delgadez y fragilidad como parecía? Cuando estuvieran casados, trataría de hacer algo al respecto. Tal vez, cuando compartieran el lecho de matrimonio podría enseñarle a ser menos consciente de sí misma, incluso a sentirse orgullosa de los dones con que había sido agraciada por la madre naturaleza. Aquel pensamiento reavivó el acaloramiento de Fabian, que notó que estaba a punto de excitarse.

Tras despedirse del último invitado, Fabian volvió al salón y encontró a Laura charlando con María y las dos jóvenes ayudantes de ésta, que habían empezado a recoger después de la fiesta. Tras felicitar a la encargada de la casa por su trabajo, Fabian salió con Laura a la terraza.

–Has manejado magníficamente la situación esta noche. Varios de mis invitados me han comentado lo encantadora que eres –dijo Fabian a la vez que desabrochaba el único botón de su elegante americana, bajo la que llevaba una camiseta negra.

–¡Tantos rostros conocidos del mundo de la ópera! –dijo Laura con una expresiva mueca–. Normalmente no soy dada a la mitomanía, pero en más de una ocasión he tenido que pellizcarme para convencerme de que no estaba soñando.

–Creo que ellos se habrían sentido aún más impresionados contigo si hubieran tenido el privilegio de escucharte cantar.

–¿Con su increíble talento? ¡Lo dudo! Habría sido lo mismo que comparar un pura sangre con un jamelgo –dijo Laura con un gesto de autodesprecio.

–¿Por qué subestimas tu talento de ese modo? No lo entiendo.

–Tal vez sea por cómo vemos los británicos la vida. No somos dados a la presunción.

–¡No creo en esa falsa modestia! Tendrías que sentirte orgullosa de un talento como el tuyo, y no comportarte como si te avergonzara y quisieras ocultarlo.

Mientras observaba el gesto de desaprobación de los labios de Fabian, Laura recordó el beso que habían compartido, aunque lo cierto era que apenas lo había olvidado unos segundos durante el transcurso de la tarde… y tampoco su sorprendente proposición. Tenía la sensación de estar cayendo a toda velocidad por una pendiente rocosa sin la perspectiva de que algo detuviera su vuelo, excepto otra roca.

«No tengo ninguna ilusión en lo referente al amor», había afirmado Fabian casi con violencia, y Laura había sabido en aquel instante que la traición de su ex mujer había destruido su fe en el amor. Nunca la había recuperado. Su corazón se conmovió por él, pero, aunque ella también había sufrido a causa del amor, sabía que no había renunciado a la esperanza de volver a amar y a ser amada.

–Volviendo a hablar del concierto –dijo Fabian a la vez que pasaba una mano por su firme mandíbula–, quiero que mañana estés conmigo en la entrada para recibir a los invitados y también quiero que te ocupes de presentar a los intérpretes.

–¿Qué? –dijo Laura con expresión asombrada.

–Te has ganado el derecho, Laura –murmuró Fabian a la vez que deslizaba una mano bajo su pelo y le acariciaba el lateral del cuello.

Laura sintió al instante que sus huesos se volvían de goma. Sabía que debería haberse apartado de él para demostrarle que no iba a caer en la palma de su mano como una manzana madura, pero fue incapaz de moverse.

–Sólo he hecho el trabajo para el que me contrataste –replicó–. Y tal vez deberías dejar de tocarme así… alguien podría vernos.

–Te he hecho una proposición de matrimonio, Laura. ¿Crees que cuando mis empleados se enteren les sorprenderá que quiera tocarte?

La inesperada y de algún modo provocativa respuesta de Fabian sirvió para que Laura encontrara finalmente la fuerza necesaria para apartarse de él.

–Según tus propias palabras, me has hecho una proposición de negocios… ¡pero te estás comportando como si me hubieras hecho una proposición de matrimonio auténtica!

–Cuando estemos casados será un matrimonio real… en casi todos los sentidos.

–¿En serio? No es ésa la impresión que me ha dado –temblorosa, Laura se volvió para que Fabian no viera la humedad que había empañado sus ojos. Él quería creer que podía vivir sin amor, pero ella sabía que no era posible. Vivir sin amor era lo mismo que relegarse a vivir media vida. Y después de lo que había vivido, ella quería mucho más que eso–. Además, estás hablando como si ya hubiera aceptado tu proposición, y no es así.

–En ese caso, te pido disculpas si sientes que te estoy presionando –Fabian apoyó las manos en los hombros de Laura y le hizo volverse. Casi pareció sorprendido al ver la emoción que reflejaba su rostro–. Esperaré a que me des tu respuesta después del concierto, como habíamos acordado.

Un inesperado golpe de viento agitó con fuerza las cortinas blancas de la entrada a la terraza y la tensión reinante pareció aumentar.

–Creo que esta noche va a llover –murmuró Laura, nuevamente acalorada al sentir el contacto de las manos de Fabian–. Puede que incluso haya una tormenta –el contacto físico con Mark nunca le había hecho sentirse así, ni siquiera al principio de su matrimonio. Y al final apenas había sido capaz de soportar que la tocara…

–Si te asustan las tormentas, mi dormitorio está un poco más adelante del tuyo en el pasillo.

–No me asustan –dijo Laura a la vez que se apartaba de nuevo de él y pasaba una mano por su pelo–. De hecho, me gustan. De pronto me siento muy cansada… me gustaría retirarme. Nos vemos por la mañana.

–Tengo algo que decirte antes de que te vayas. Mañana necesitarás un vestido elegante y con clase que ponerte. Le he pedido a un amigo diseñador que vive en Milán que traiga una selección de vestidos para que elijas uno. He calculado tu talla y me enorgullezco de tener un buen ojo para el detalle.

Sorprendida y avergonzada ante la idea de que Fabian hubiera estado estudiando su figura, Laura se quedó mirándolo un momento antes de hablar.

–¡No tenías por qué haberte molestado!

–Sí. Este acontecimiento no es una fiesta cualquiera y mi anfitriona debe llevar un vestido de alta costura.

–Estoy de acuerdo, pero deberías haberme mencionado antes ese detalle. La idea de recibir a todas las personalidades que van a venir y de presentar a los cantantes no hace que me sienta precisamente cómoda. ¡No esperaba algo así!

–Pareces insistir en querer ocultarte –dijo Fabian, exasperado–. Tu cuerpo, tu talento… ¿qué más tratas de ocultarme?

Laura pensó de inmediato en Mark, en por qué chocó su coche aquella noche terrible, y sintió que la sangre se le helaba en las venas. Deslizó instintivamente una temblorosa mano por la parte delantera de su vestido color crema.

–Buenas noches, Fabian –murmuró, y se alejó antes de que pudiera detenerla.

Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado

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