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Rāja-yoga

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Se dice que ha alcanzado el yoga aquel que ha renunciado a todos los pensamientos y no está apegado a los objetos de los sentidos ni a las acciones.71

En el camino del rāja-yoga, el aspirante, por medio de la concentración y la meditación, renuncia a los pensamientos y va más allá de estos hasta llegar al estado de absorción (samādhi).

El que sigue el camino del rāja-yoga debe hacer un esfuerzo constante (abhyāsa) para mantener la mente libre de contenido hasta llegar al reconocimiento de su esencia, la pura Conciencia. Sri Krishna le indica a Arjuna cuál es el lugar adecuado para la práctica meditativa, cómo debe ser la postura del cuerpo, cuál es la actitud interior del yogī, así como la meta que este debe alcanzar:

El yogī debe mantener siempre la mente serena, concentrada, permaneciendo en soledad, solo, controlando su mente y su cuerpo, libre de deseos y posesiones.

Que en un lugar limpio establezca un asiento firme, ni demasiado alto ni demasiado bajo, con una tela, una piel y una hierba kuśa72 una encima de la otra.

Allí, sentado en su asiento, debe concentrar su mente y, controlando los pensamientos y los sentidos, debe practicar el yoga para purificarse.

Que mantenga el cuerpo, la cabeza y el cuello firmemente erguidos e inmóviles, fijando la mirada en la punta de su nariz, sin mirar alrededor.

Sereno y sin miedo, firme en el voto de continencia (brahmacarya) y con la mente calmada, debe sentarse pensando en Mí y teniéndome como su meta suprema.

Así, disciplinado en el yoga, el yogī de mente controlada alcanza la paz, el nirvāṇa, que se halla en Mí.73

Como veremos con más profundidad en el siguiente capítulo sobre los Yoga Sūtras de Patañjali, el camino del rāja-yoga requiere de una intensa disciplina, comporta seguir unas restricciones (yamas) y unas observancias (niyamas) que serán la base sobre la cual se sustentará el proceso yóguico. Sri Krishna enseña a Arjuna que el yoga es imposible para aquel que come en exceso o para aquel que no come nada, ya que ambas acciones crean un desequilibrio en la energía vital (prāṇa), lo que a la vez genera un desequilibrio en la mente que el yogī desea controlar; también le enseña que el yoga no es para el que duerme demasiado ni para el que no duerme.

El yoga destruye el sufrimiento de aquel que es moderado en la comida y en el esparcimiento; es moderado en sus acciones, en el sueño y en la vigilia.74

El yogī debe controlar tanto los sentidos como la mente hasta que estos se aquieten. Sri Krishna advierte a Arjuna acerca de la poderosa fuerza que tienen el pensamiento, el deseo y el apego en el ser humano, ensalzando a la vez el autocontrol, cualidad que el yogī debe cultivar para poder lograr la paz y estabilidad necesarias para la meditación:

Cuando una persona piensa en los objetos de los sentidos surge el apego hacia ellos. Del apego nace el deseo y del deseo surge la ira.

De la ira procede la ilusión; de la ilusión, la confusión de la memoria; de la confusión de la memoria, la pérdida del discernimiento y, debido a la pérdida del discernimiento, perece.

El (yogī) que tiene autocontrol, moviéndose entre los objetos con los sentidos controlados, libre de toda atracción y repulsión, alcanza la paz.

En esta serenidad cesan todas sus miserias. El intelecto de aquel de mente tranquila se estabiliza pronto.75

El yogī es aquel que conduce la energía de sus sentidos y de su mente hacia el interior. Sri Krishna presenta este proceso por medio de la imagen de una tortuga:

Cuando (el yogī) aparta completamente sus sentidos de los objetos de los sentidos, tal como una tortuga contrae sus miembros, su sabiduría es estable.

Los objetos de los sentidos se apartan de aquel que se abstiene de ellos, excepto su sabor (sutil), pero este también desaparece después de ver lo Supremo.

No hay sabiduría para el de mente inestable, la contemplación no es posible para el de mente inestable y no hay paz para el que no es contemplativo, ¿cómo puede ser feliz el que no tiene paz?

El yogī autocontrolado está despierto (al ātman) cuando es de noche para todos los seres; cuando todos los seres están despiertos (al mundo dual), es de noche para el sabio que ve.76

El sabio o yogī que está despierto ha reconocido en sí lo real, lo inmutable, lo imperecedero, y vive desde esta conciencia. Aquel que está dormido está atrapado por el mundo de nombres y formas sintiéndose el hacedor y el que disfruta o sufre los resultados de la acción. Estas son dos formas de vivir completamente distintas y opuestas. La persona bajo la ignorancia busca la felicidad detrás de pequeños placeres efímeros con gran esfuerzo, mientras que el sabio disfruta de la plenitud constante de su propio Ser. El yogī de mente controlada por la práctica prolongada siente una dicha infinita, una dicha que trasciende la mente, y al final queda establecido en el estado supremo. Sri Krishna continúa:

A esto se le llama yoga, a la separación de la unión con el dolor (duḥkha-saṃyoga-viyogaṃ). Este yoga debe practicarse con determinación y sin que la mente se desaliente.77

La mente del yogī debe aquietarse hasta perderse en el silencio, en la conciencia pura en la que no existen ni el dolor ni el placer. Sri Krishna da la enseñanza a Arjuna para que este pueda acceder al estado de meditación:

Abandonando por completo todos los deseos nacidos de los saṅkalpas (imaginación o pensamiento) y subyugando completamente la hueste de los sentidos por medio de la mente, poco a poco logrará la quietud con el intelecto firmemente controlado. Con la mente establecida en el ātman, que no piense en nada.

Hacia donde sea que vaya la mente inestable e inquieta, subyugándola debe hacerla regresar y llevarla bajo el control del ātman.78

Sri Krishna describe ahora, de forma muy bella, al yogī cuya mente está aquietada y está establecido en la plenitud de su esencia:

Cuando la mente controlada descansa únicamente en el ātman, libre del deseo por los objetos, entonces se dice que está establecido en el yoga.

Como una lámpara en un lugar sin viento, que no vacila, este es el símil que se aplica al yogī de mente controlada que practica el yoga del ātman.

El yogī de mente serena, que ha calmado sus pasiones, que está libre de faltas y que se ha convertido en brahman, disfruta de una dicha suprema.

Aquel que está establecido en el yoga ve el ātman en todos los seres y a todos los seres en el ātman. Ve lo mismo en todo (sama-darśana).79

En este último verso, Sri Krishna describe cómo el yogī reconoce la misma esencia en todos los cuerpos y formas, percibiendo al ātman en todos los seres y siendo consciente de que todos los seres existen en el ātman, logrando así la visión de igualdad (sama-darśana).

Arjuna escucha esta sublime enseñanza, pero es consciente de que su mente está agitada, se encuentra en un estado de inquietud interior y no sabe cómo seguir esta instrucción:

La mente es ciertamente inestable, oh Krishna, impetuosa, fuerte y obstinada. Me parece más difícil de controlar que el viento.80

Sri Krishna responde que, sin lugar a dudas, la mente es bulliciosa y difícil de controlar, pero que se la puede controlar por medio de una práctica firme y continuada (abhyāsa) y del desapego (vairāgya). Esta misma enseñanza la encontramos en los Yoga Sūtras de Patañjali:

La detención (de los movimientos de la mente) se produce por medio de la práctica continuada (abhyāsa) y el desapego (vairāgya).81

El hecho de que se imparta la misma enseñanza en la Gītā, los Yoga Sūtras de Patañjali y en otros antiguos textos de yoga, y de que se haga énfasis en las mismas prácticas para lograr la quietud mental, nos muestra que existe una antigua tradición yóguica de transmisión oral de la cual han surgido grandes maestros y que, a través de los siglos, ha producido importantes tratados para guiar a los aspirantes. Abhyāsa y vairāgya son la base y el eje central no solo del camino del rāja-yoga, sino también de todo proceso yóguico. La práctica yóguica debe ser constante, persistente, ininterrumpida y debe prolongarse durante el tiempo que sea necesario hasta lograr el fruto o estado deseado. A la vez, esta práctica, por intensa que fuera, no daría ningún fruto si el yogī no sintiera un intenso desapego (vairāgya) por todo lo que existe en el mundo de la finitud y no aspirase a la infinitud absoluta, la plenitud del ātman.

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