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Capítulo 13

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Cuando le hago señas, viene hacia mí, con los ojos brillantes de curiosidad. Debería haber aprendido que no debe hacerlo, pero es evidente que es una de esas niñas a las que les gusta romper las reglas.

Le cuento mi historia y me doy la vuelta como para irme; sé que la curiosidad será su perdición. Estoy en lo cierto. Me alcanza y desliza su mano en la mía, porque confía en mí. Caminamos juntas por la playa a la vista de todos, entre docenas de personas. Nadie intenta detenernos.

No puedo creer que sea tan sencillo. Este es el momento de mayor riesgo, el único espacio de tiempo en el que, a pesar de toda mi cuidadosa planificación, los acontecimientos escapan en gran medida a mi control. Si alguien la ve conmigo y nos pregunta, tengo mi excusa preparada. Pero nadie se da cuenta. Nuestra propia normalidad nos hace invisibles.

Camino deprisa. El tiempo apremia. Pueden notar su ausencia en cualquier momento. Cada segundo es clave.

Giro para tomar un camino pedregoso que se aleja de la orilla. La niña está descalza, aunque no se queja. Pero nos está retrasando con sus saltitos cautelosos con un pie y después con otro, así que la levanto y no protesta.

Llegamos al coche que he alquilado, que está en el aparcamiento de una iglesia que elegí porque no tiene cámaras de seguridad. El documento de identidad que le di a la empresa de alquiler de automóviles es falso, desde luego; te sorprendería la rapidez con la que se puede obtener un permiso de conducir falso en internet. La dark web no es un lugar lejano y siniestro en la Tierra Media; está ahí mismo, Mordor en la punta de tus dedos, a un clic de distancia.

Utilicé el mismo documento para alquilar una habitación de hotel barata. Ni siquiera tuve que tratar con un ser humano; me enviaron el código de una llave de seguridad a mi teléfono móvil de prepago.

La niña contrae el rostro por primera vez cuando abro la puerta del asiento trasero del automóvil.

—¿Dónde está mi silla de coche? —pregunta.

—¿No eres demasiado mayor para eso? —respondo, aunque por supuesto no lo es.

—Sí —dice complacida.

No hace preguntas mientras nos dirigimos al hotel. He tenido cuidado de elegir una ruta con pocas cámaras de tráfico y sin peajes. Llevamos más de cuarenta minutos en el coche cuando pide ir al baño, pero le digo que ya casi hemos llegado. No pienso hacer paradas imprevistas en ningún sitio que no haya podido reconocer antes.

Aparco detrás del hotel. Pronto abandonaré este automóvil, pero antes tengo que hacer algo.

Abro el maletero y saco un bolso genérico de color azul marino.

En el interior hay un rollo de bolsas de basura de plástico negras, unos cables de alambre forrados de plástico y unas tijeras grandes.

Robada (versión latinoamericana)

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