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APUNTES DEL CASO

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Decidí intentar dejar constancia de mi búsqueda: con quién hablaba, qué decían, cualquier pista que resultara interesante.

Primer paso, necesito hablar con el agente que dirige la investigación: Pete Lansdown. Encontré su número en internet tras varias horas de búsqueda, y lo llamé. Le sorprendió que hubiera conseguido dar con él, y sugirió que podría ganarme la vida como detective o inspector. Nos reunimos en un despacho tranquilo del Peel Centre de la Policía Metropolitana de Londres, en Colindale, en la zona norte de la ciudad. Su hermana, que también trabajaba para la Policía Metropolitana, nos trajo té y galletas. Me dijo que no debería concederme esa entrevista, ya que no había firmado el papeleo correspondiente, pero le había dicho al personal al mando que no había podido contactar conmigo para cancelar la visita (me enviarían un contrato en los próximos días). Me dijo que la muerte de Chappelow fue un suceso muy triste, una manera horrible de morir para un anciano. Me sugirió que hablara también con Peter Devlin, el detective que gestionó el día a día del caso. Sabía que estaba jubilado y que ahora vivía en Irlanda, pero no tenía su contacto. Me explicó cómo se realizaban las investigaciones de homicidios y lo que él consideraba que era la clave para establecer una teoría con éxito. Dijo que había cuatro «bloques» principales: las pruebas, los testigos, el escenario del crimen y la «victimología» (el círculo social de la víctima). A partir de ahí es posible establecer el método, el móvil y la ocasión: los motivos por los que un crimen sucede en un tiempo y un lugar determinados y de un modo en particular. Cuando me levanté para marcharme, Lansdown dijo que el asesinato de Allan Chappelow fue «uno de los mejores rompecabezas criminales que jamás haya visto».

He intentado encontrar una copia de las transcripciones del juicio por el asesinato de Allan Chappelow. Según me han dicho, solo puedo disponer de ellas si pago miles de libras a DTI Global, que tiene la exclusiva de las transcripciones de todos los juicios celebrados en el Old Bailey (el Tribunal Penal Central de Inglaterra y Gales, en Londres). Esto contrasta con lo que ocurre en Estados Unidos, donde puedes leerlos libremente en cualquier juzgado. He recibido un correo electrónico de DTI Global: «Hemos realizado la búsqueda en los juzgados —dicen—, y, desgraciadamente, debido a la antigüedad del caso, las cintas ya no están disponibles». Y añaden que: «Nos resulta imposible ayudarle con su petición relativa a esa transcripción». Me sorprende mucho que hayan perdido las grabaciones, sobre todo siendo un caso con solo diez años de antigüedad y que sigue estando sujeto a apelación. Me siento frustrado por no poder leer o escuchar lo que los testigos y abogados dijeron en el tribunal.

Escribí a Wang Yam, que está recluido en la prisión de Whitemoor, en Cambridgeshire. No he vuelto a tener noticias suyas.

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