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4 de enero - Ciencia

La evolución – parte 1

“¡Maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos comerás de ella todos los días de tu vida. La tierra te producirá cardos y espinas” (Gén. 3:17, 18, NVI).

Desde que Darwin se basó en ideas preconcebidas sobre los orígenes de la vida para presentar su teoría de la evolución en El origen de las especies, se ha venido librando una dura batalla. Los cristianos se han mostrado dubitativos en sus respuestas, aferrándose, por supuesto, a lo que dice la Biblia. Han acudido a la ciencia para demostrar que Dios es el Creador de todo, aunque con resultados ambiguos. En su intento por defender a Dios, han terminado haciendo declaraciones que van más allá de lo que dice la Biblia (como, por ejemplo, que las especies jamás han cambiado en lo más mínimo). Mientras tanto, los científicos han ido descubriendo cada vez más cómo funciona la vida, aunque nadie sabe con certeza a dónde llevan sus descubrimientos. Han ido añadiendo puntos pero no han sido capaces de conectarlos.

Al creyente que se atreva a participar en este debate le esperan varios desafíos. Uno es no reducir la obra de Dios a una simple fórmula matemática. Otro es permitir que la Biblia cuente su historia a su manera, no a nuestra manera moderna. El tercero es mantener la humildad y recordar que Dios nos ha dado suficiente información y evidencias para creer, a pesar de las preguntas que plantea la teoría de la evolución.

Echemos un breve vistazo a algunos de los principios que moldean el debate creación-evolución, y lo que podemos y no podemos decir. Hoy veremos dos, mañana más.

1. Según la Biblia, el mundo ha experimentado al menos dos cambios importantes desde que Dios lo creó. Cuando Adán y Eva pecaron, Dios cambió la forma en que operaban la naturaleza y nuestro cuerpo. El cuerpo humano comenzó a envejecer y morir; en la naturaleza, aparecieron “cardos y espinas”, y podemos deducir que también virus, parásitos y venenos, que simplemente no existían antes de la entrada del pecado. El mundo no funciona hoy bajo las mismas reglas que cuando Dios lo creó. El pecado lo ha trastocado todo.

2. El segundo cambio ocurrió durante el diluvio, cuando Dios reorganizó el planeta de maneras que no podemos conocer del todo. Lo que la ciencia puede estudiar sobre los orígenes de la vida está distorsionado por esta realidad, que dejó incompleta la información disponible.

También significa que lo que conocemos como milagros –curaciones, la voz de Dios que se revela repentinamente– ocurren cuando el mundo funciona por un instante como se suponía que debió funcionar siempre, antes de que cayeran sobre él las sombras.

Sin miedo al fracaso

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