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14 de enero - Misión

Tu tiempo, tu toque

“Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud; sintió compasión de ellos y sanó a los enfermos que llevaban” (Mat. 14:14).

Durante una visita a un país extranjero con la clase de Enfermería del Union College, sentí que había retrocedido mil años en el tiempo. Los niños cargaban a sus hermanitos bajo el sol intenso; los animales de granja eran tan comunes y conocidos como las ardillas donde yo vivo; los jóvenes jugaban al béisbol en las tardes, y en las noches era el turno de las jóvenes; las casas son palafitos de madera construidos sobre estacas; la desnutrición y la cultura del lugar obligan a los niños a madurar y a hacerse adultos demasiado rápido.

Vi a muchas quinceañeras embarazadas llegar a la clínica ya con un niño de un año en brazos. Los hombres trabajan en los campos, las mujeres cuidan a los niños y los niños tienen mucho espacio y tiempo para deambular. Cuando me veían, se reían y salían huyendo de mi cámara, para luego asomarse por una esquina para verificar si aún estaba jugando con ellos. Escuchamos sus corazones, los curamos y oramos para que nuestros tratamientos hicieran efecto en ellos. Los pacientes más pequeños eran los que más nos impresionaban, como el niño de tres semanas con una infección por estafilococos. Su madre era una adolescente callada pero esperanzada, que había sido abandonada por su esposo. Como el bebé que llevamos a otro hospital para que recibiera el tratamiento adecuado. O como el pequeño Kevin, que hacía contacto visual y seguía movimientos, pero no podía hablar ni gatear. Nos despedimos de sus abuelos mientras se subían en un taxi en dirección al hospital de la ciudad.

Las personas a las que Jesús ministró en la antigua Judea llevaban estilos de vida increíblemente similares a estos que te acabo de contar. Mínima educación. Los muchachos se lanzaban al ruedo de la vida tan pronto como podían blandir un cuchillo. Las niñas se casaban tan pronto como podían tener un bebé. Las vidas se veían obstaculizadas por enfermedades que la sociedad moderna prácticamente ha olvidado.

Marcos 6:34 dice: “Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud, y sintió compasión de ellos, porque estaban como ovejas que no tienen pastor”. Las necesidades de los que te rodean pueden no ser tan obvias como las que acabo de describir, pero sus necesidades espirituales son igual de graves. En su corazón, anhelan conectarse. Están heridos por la falta de confianza, de amor y de Dios. Necesitan de tus oídos, de tu tiempo, de tu toque.

Sin miedo al fracaso

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