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Capítulo Cinco

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A las ocho y cinco, Luke aparcó frente al hotel. Sara se asomó por la ventana y observó el edificio. La fachada tenía la pintura pelada. Se dijo que los edificios que están junto al mar siempre tienen un aspecto algo desaliñado por la sal que contiene el aire. Tal vez el interior estuviera mejor acondicionado.

Sus esperanzas se desvanecieron en cuanto entraron en recepción.

–Lo siento, ha habido un problema –les dijo la recepcionista al verlos. Parecía estar a punto de echarse a llorar–. Esta tarde se nos ha reventado una tubería y no podemos ponerles en las habitaciones que ustedes reservaron.

–No hay de qué preocuparse. No nos importa tomar dos habitaciones completamente diferentes –dijo Luke.

La recepcionista se mordió el labio.

–De eso se trata precisamente. El daño que ha producido el agua... significa que sólo nos queda una habitación libre. Una doble.

Sara la miró horrorizada. ¿De verdad estaba sugiriendo la recepcionista que compartieran la habitación?

–Luke, tenemos que hablar –dijo mientras le tiraba del brazo.

–¿Qué es lo que pasa? –le preguntó él cuando estuvieron algo alejados del mostrador.

–No podemos compartir habitación. Tenemos que irnos a otra parte.

–A estas horas de un viernes por la noche en plena temporada de verano, tendríamos suerte de encontrar otro sitio.

–Tiene que haber otro lugar.

–Por el amor de Dios, Sara. Hemos estado seis horas metidos en el coche. En estos momentos, lo único que quiero hacer es cenar, darme una ducha, comprobar mis correos y dormir. Tienes razón. Jamás se planteó el hecho de compartir habitación, pero sólo es una noche. Somos adultos y compañeros de trabajo. Somos perfectamente capaces de compartir una habitación sin tener relaciones sexuales.

–Supongo –dijo Sara a pesar de que no estaba tan segura.

–Te aseguro que no me voy a abalanzar encima de ti.

Sara no respondió. No podía decirle que le parecía mucho más probable que ella misma se abalanzara sobre él.

–Mira, en este momento no estoy de humor para discutir. Estoy cansado y quiero darme una ducha y cenar algo. Te aseguro que nos las arreglaremos. Mira. Pediré un edredón o algo así para poder dormir en el suelo.

Con esto, Luke regresó a la recepción y le dijo a la recepcionista que se iban a quedar con la habitación. Entonces, se metió en el bolsillo la llave que le dieron y cargó con las dos maletas.

La habitación era mucho peor de lo que habían temido. Era pequeña, con sólo el espacio justo para la cama, una mesilla de noche, un armario empotrado y una cómoda. Por lo tanto, era impensable que Luke pudiera dormir en el suelo. Tendrían que compartir la cama.

–Ni lo digas... En este momento, mi prioridad es comer.

La cena resultó ser tan horrible como la habitación, además de tardar mucho en que se la sirvieran.

–Tal vez todo parece malo porque hemos tenido un viaje horrible –dijo ella–. Estoy segura de que todo tendrá mejor aspecto mañana.

–Puede ser.

Sara no se podía creer que, después de todo lo visto, Luke siguiera pensando en comprar ese lugar. No obstante, su negocio consistía en renovar empresas que estaban en una mala situación y aquel hotel decididamente lo estaba. Suponía la clase de desafío que a él más le gustaba.

–Bien. Voy a darme una ducha y a comprobar mis correos.

Y luego... a la cama. Juntos. Sara sintió que la boca se le secaba. Tal y como él había dicho, los dos eran adultos. Eran perfectamente capaces de dormir en la misma cama sin tener relaciones sexuales. Aun así, sintió que la adrenalina se apoderaba de ella.

Luke abrió la puerta y se hizo a un lado para que ella pasara primero. Entonces, las tripas de ella comenzaron a hacer ruidos por el hambre.

–Lo siento –susurró Sara.

–No es culpa tuya. Podríamos ir a ver si encontramos algo de comer.

Cierto. Sin embargo, él estaba tan cansado como ella.

–Se me ha ocurrido una idea mejor –dijo Sara mientras rebuscaba en el bolso–. Mi porción de emergencia.

–¿Tienes chocolate para las emergencias? –preguntó él, con voz divertida.

–No hagas burla.

–Ni se me ocurriría –dijo Luke. Se sentó en la cama y tomó con agradecimiento el enorme trozo que ella le partió–. Qué bueno –añadió tras el primer bocado–. Gracias. Siento haberte metido en esto. Jamás creí que el hotel fuera tan malo. Me dijeron que estaba algo obsoleto, con un cierto aire decadente. ¿Quieres darte la primera ducha mientras yo miro el correo?

–Gracias.

Al menos el agua estaba caliente. Cuando terminó la ducha, Sara se puso el pijama, que consistía en una minúscula camiseta de tirantes y unos pantalones cortos que enfatizaban sus curvas. No obstante, decidió pensar que Luke era un hombre de honor y confiar en su palabra. De lo que no estaba tan segura era de si podría confiar en ella misma.

Él estaba sentado en la cama escribiendo en el ordenador cuando Sara salió del cuarto de baño.

–Es la primera vez que te veo con el cabello suelto –dijo Luke–. Me gusta. Además, me alegro de que al menos uno de nosotros tenga algo para dormir.

–¿Qué quieres decir?

–Normalmente no me preocupo. Además, como no esperaba compartir habitación contigo, no me he traído pijama. De hecho, creo que ni siquiera tengo uno siquiera en casa.

Sara se sonrojó. Luke se encogió de hombros.

–No te preocupes, Sara. Te aseguro que me pondré decente para no avergonzarte. Voy a darme una ducha. Elige el lado de la cama que quieras. A mí me da igual.

Unos minutos más tarde, cuando Luke salió del cuarto de baño con sólo un bóxer puesto, Sara ya estaba en la cama, en el lado de la mesilla de noche, fingiendo hacer un crucigrama. Él aún tenía la piel húmeda de la ducha y el cabello revuelto. Estaba para comérselo. El pulso de Sara se aceleró un poco más.

–El agua de la ducha estaba helada –afirmó.

–Lo siento... No sabía que había utilizado todo el agua caliente.

–En un hotel, se supone que nadie debería terminar con el agua caliente –comentó Luke.

–Tal vez tenga algo que ver con el problema de la tubería. No se me había ocurrido pensarlo.

–No importa. Tal vez incluso sea mejor. De todos modos necesitaba una ducha fría.

Los pezones de Sara se irguieron. ¿Le estaba diciendo que se sentía tan atraído por ella que había necesitado enfriar su deseo? Además, antes le había dicho que la encontraba atractiva...

No se atrevió a mirarlo. Se limitó a murmurar en voz baja y a fingir que seguía haciendo el crucigrama.

Mientras Luke se tumbaba en la cama a su lado, el colchón se hundió bajo su peso. Se movió varias veces tratando una postura cómoda y al final lanzó una exclamación exasperada.

–¡He cambiado de opinión sobre este lugar! ¡Es horrible! ¡Este colchón es terrible!

Sara no pudo evitar soltar una carcajada.

–¿Qué pasa? –preguntó él–. Mira, no me hagas caso, estoy de mal genio porque estoy cansado. Voy a tratar de dormir un poco. Buenas noches.

–Buenas noches.

Luke se puso de espaldas a ella. Sara fingió seguir un rato más con el crucigrama y luego cerró la revista y apagó la luz. Sin embargo, no pudo dormir. Permaneció tumbada en la oscuridad, consciente de que el cuerpo de Luke estaba muy cerca del suyo y que él estaba prácticamente desnudo.

Resultaba tan tentador darse la vuelta y acurrucarse a su lado... Deslizarle el brazo por la cintura y apretarle la mejilla contra la espalda... ¿Cómo reaccionaría él en el caso de que Sara se le insinuara?

Ella sabía que había una fuerte atracción entre ellos. Ninguno de los dos había hecho nada al respecto porque querían mostrarse profesionales y adultos a los ojos del otro. Sin embargo, no había razón alguna por la que no pudieran dejarse llevar por esa atracción. Los dos estaban libres, eran solteros...

Sin embargo...

Después de Hugh, Sara se prometió que sólo comenzaría una relación sentimental con un hombre que pudiera comprometerse con ella. Un hombre que la colocara por delante de su trabajo. Luke Holloway no era esa clase de hombre. No. Él no era el hombre que estaba buscando. Haría bien en recordarlo.

Oyó que la respiración de él se hacía más profunda y regular. Se había quedado dormido. Entonces, Sara decidió que ella debía hacer lo mismo.

Se puso de espaldas a él, se relajó y comenzó a quedarse dormida.

A la mañana siguiente, Sara se despertó con la luz del día. Abrió los ojos y se dio cuenta de dónde estaba. En la cama, con Luke Holloway. Sin embargo, no estaba en la misma postura en la que se había dormido la noche anterior, de espaldas a él.

No. En algún momento de la noche, los dos se habían abrazado. Ella tenía la cabeza apoyada sobre el hombro de él. La pierna descansaba sobre las de Luke y tenía la mano colocada sobre la parte interior del muslo de él... a pocos milímetros de su pene erecto.

«Oh, no».

Prácticamente lo estaba tocando. ¿Qué podía hacer? Lo único bueno era que la respiración de Luke era profunda y regular. Evidentemente, seguía dormido. Si pudiera apartar la pierna y la mano y zafarse de él sin despertarlo, podría salvar la situación.

Acababa de empezar a moverse con mucho cuidado cuando oyó que él se echaba a reír.

–Por fin se despierta la Bella Durmiente –dijo él con sorna en la voz.

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