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Capítulo Nueve
ОглавлениеA la mañana siguiente, Luke despertó a Sara con dulces besos, besos que la caldearon por dentro. Esta calidez no tardó en convertirse en fuego cuando él comenzó a explorarle el cuerpo con la boca y con las manos de un modo que la hizo ronronear de placer.
–Tengo una idea –dijo él.
–Mmm...
–Pero primero tienes que recogerte el cabello.
–No creo que pueda hacerlo a menos que me ayudes a encontrar las horquillas –comentó ella mientras se sentaba en la cama.
–Sí, ya me acuerdo. Dame un segundo.
Luke se puso a buscar por el suelo y no tardó en encontrar la mayoría de las horquillas. Entonces, Sara se recogió el cabello y dejó que él la condujera al cuarto de baño. Descubrió que lo que Luke tenía en mente era un baño.
Él abrió los grifos. Entonces, la ayudó a entrar en la bañera y luego se deslizó en el agua a su lado. Al cabo de unos instantes, apagó los grifos y encendió el motor del jacuzzi.
Sara trató de no pensar en que él seguramente había hecho aquello mismo en muchas ocasiones y con diferentes mujeres. Debía vivir el momento. Eso era lo que habían acordado, ¿no?
Luke la tomó entre sus brazos.
–Es una pena que tengas que tener el cabello recogido. En esta bañera, con el cabello suelto, parecerías una sirena, atrayente y sensual.
–No lo creo –replicó ella, riendo–. Aparte del hecho de que tengo piernas en vez de cola, no canto demasiado bien.
–En ese caso, tendrás que robarme los sentidos con un beso.
Así lo hizo Sara. Luke respondió hasta el punto de que casi llegaron tarde a desayunar.
A pesar del hecho de que eran los últimos en el restaurante, la camarera les saludó alegremente y les llevó un zumo de naranja recién exprimido y un café excelente.
–Como es domingo, voy a tomar un desayuno caliente de huevos y beicon –anunció Luke.
Sara tenía también bastante hambre, por lo que decidió seguir su ejemplo. Cuando terminaron de desayunar, los dos quedaron muy satisfechos. Además, se sentían felices, sin una preocupación en el mundo.
Cuando terminaron de desayunar, no tardaron en hacer las maletas y abandonar la suite.
–Como ayer no pudiste chapotear en la playa, podríamos hacerlo hoy...
–No hay por qué –dijo ella recordando el paseo en barca, que Luke no había disfrutado en absoluto.
–No. Será divertido. El sol brilla, es verano y estamos en la playa.
–¡Vaya! ¿Me vas a decir ahora que hoy no vas a trabajar? –preguntó ella, parpadeando de asombro.
–No pienso ir tan lejos –comentó Luke, riendo.
Tras dejar las cosas en el coche, se dirigieron a la playa. Sara se alegró al ver que Luke se sentaba en una roca para quitarse los zapatos y los calcetines. A continuación, se remangó los pantalones hasta las rodillas. Aun así estaba guapo. Sólo el hecho de que estaban en un lugar público impidió que Sara se abalanzara sobre él para besarlo hasta que perdiera el sentido.
–Tengo muchas ganas de besarte...
–Dado que nos cuesta bastante conformarnos con los besos, no creo que sea buena idea –susurró él mientras le acariciaba suavemente el brazo con un dedo.
Era cierto. Sara se humedeció los labios, provocando que Luke soltara un gruñido.
–No hagas eso... Hace que quiera saborearte...
A ella le ocurría lo mismo.
–Necesito una ducha fría –añadió Luke.
–Bueno, podría empujarte al mar... Creo que será mejor que nos olvidemos de eso. Vayamos mejor a tomar un helado.
–¿Después del desayuno que acabamos de tomar?
–Es para refrescarnos un poco...
Se dirigieron al quiosco de helados, donde Sara compró dos cucuruchos de helado con una trozo de chocolate. Al ver cómo Luke se tomaba el suyo, se arrepintió de haberlo hecho. El modo en el que la lengua lamía la crema del helado le hacía recordar el modo en que él había hecho lo mismo con su piel.
Como venganza, ella chupó con fuerza el trozo de chocolate. Consiguió su objetivo.
–Voy a tener que darme la vuelta porque me acabas de meter toda clase de ideas en la cabeza, ideas que no creo que sean adecuadas para una playa pública.
–Has empezado tú.
–¿Cómo?
–Lamiendo el helado.
–Así es como se supone que se come uno un helado.
–Aun así. Me ha parecido completamente indecente.
–Y lo que tú has hecho ha sido muy recatado, ¿verdad? –comentó él, riendo.
Como respuesta, Sara se lamió los labios.
–Eres una chica mala, muy mala... Y me alegro mucho de que así sea.
Cuando los dos se secaron los pies y se pusieron los zapatos, se metieron en el coche y se dirigieron a Londres. El viaje de vuelta no se pareció en nada al de ida. En aquella ocasión no encontraron atasco alguno. Además, Luke tampoco le pidió que realizara llamada alguna o que comprobara su agenda. Incluso pararon a mitad de camino para comer en un pequeño pub junto a la carretera.
Ya en Londres, Luke aparcó el coche frente al bloque de pisos de Camden en el que Sara vivía.
–Te subo la maleta –dijo.
–Gracias. ¿Te apetece tomarte un café?
Como eran ya las seis de la tarde, seguramente Justin ya estaría en casa. A pesar de que no le gustaba conocer a la familia de sus amantes, Luke decidió que no pasaría nada porque así fuera. Justin sabía que Sara y él se habían ido de viaje de trabajo, así que no empezaría a acribillarle a preguntas como si Luke fuera el novio de su hermana pequeña. Además, Sara se quedaría muy desilusionada si no aceptaba. Sabía que podía hacerlo. Se comportaría como si fuera una reunión de negocios.
–Claro. Me encantaría.
Cuando subieron al piso, descubrieron que no había nadie.
–Oh, Justin no está en casa.
–Qué pena –mintió él–. ¿Dónde quieres que te ponga la maleta?
–Déjala en el recibidor. Entra –dijo ella indicándole el salón–. Traeré el café.
Sentar y esperar pacientemente no era propio de Luke, por lo que se dedicó a recorrer el salón. La repisa de la chimenea estaba llena de fotografías de Sara y de su familia en diversos acontecimientos familiares. Se notaba a la larga que eran una familia muy unida, que estaba a años luz de la suya. Bueno, la de Luke también estaba unida, pero de un modo al que él no le había gustado nunca.
Estos pensamientos lo turbaron, por lo que decidió irse a buscar a Sara a la cocina.
–¿Te echo una mano?
–No hace falta –dijo ella. Estaba leyendo una nota con una sonrisa en los labios–. Justin se fue hoy a almorzar con mis padres. Mi madre le ha dicho que me diga que me echa de menos y me ha enviado un trozo de pastel de manzana.
–¿Pastel de manzana?
–Sí. Es una especialidad de Kent. Mi madre hace muchas recetas con manzanas por su negocio. Justin es un cielo. De vuelta a casa, se detuvo en el supermercado para llenar el congelador de mi helado favorito.
–Tú y tu helado...
–Por supuesto. Además, me dice que espera que yo haya tenido oportunidad de mojarme los pies en la playa y que no haya estado trabajando todo el fin de semana.
La escena resultaba muy cálida y afectuosa, algo que asustó a Luke profundamente porque estaba muy lejos de a lo que él estaba acostumbrado. En los días cuando aún disfrutaba de su familia, jamás hacían detalles sólo por el gusto de agradarse los unos a los otros. Todo se centraba en el negocio familiar y en el extraño código de honor entre ladrones.
Sara terminó de preparar el café y le entregó la taza.
–Entonces, ¿te apetece?
–¿Que si me apetece?
–Venga, despierta Luke. ¿Te apetece un poco de pastel de manzana?
–No, gracias.
–Pues tú te lo pierdes. Los pasteles de manzana de mi madre son los mejores. Está delicioso –dijo mientras se servía un poco del pastel en un plato–. ¿Te importa si nos sentamos aquí?
–No, claro que no.
Allí no había fotografías que pudieran turbarlo, como ocurría en el salón. Se sentó a la mesa mientras Sara calentaba el pastel en el microondas. El olor era francamente delicioso.
–¿Estás seguro de que no quieres un poco? –insistió ella mientras añadía helado.
–Seguro.
–Estupendo. Pues más para mí... No sabía que Justin iba a ir hoy a ver a mis padres.
–Te he impedido estar con tu familia.
–No importa. Ya iré el fin de semana que viene.
–Puedes ir mañana. Recuerda que tienes el lunes y el martes libres por haber trabajado el fin de semana.
Ella lo miró a los ojos. Los de ella tenían un brillo algo sospechoso que incomodaba a Luke.
–¿Y ahora qué? ¿Volvemos a tener una relación de trabajo normal?
–Sí... No... Mira, Sara. Ya sabes que a mí no me van los finales felices. No quiero nada malo para ti, pero...
–¿Pero?
–En estos momentos, no quiero que lo nuestro termine. Jamás me he mostrado tan indeciso como estoy ahora. Siempre sé lo que tengo que hacer. Esto me ha descolocado. No esperaba...
Se interrumpió. Por supuesto que no se había enamorado de Sara Fleet. Aunque él hubiera creído en el amor, algo que no era así, era imposible que ocurriera tan rápido.
–Entonces, ¿qué sugieres?
–Lo que dijimos ayer. Vivir día a día. Ver cómo va. Sin presión. Sin promesas. Lo siento, Sara, no te puedo ofrecer más, yo sólo...
–Estás centrado en tu negocio y no quieres distracciones.
–Sé que suena muy egoísta –dijo él aliviado de que Sara lo comprendiera–, pero en estos momentos no te puedo ofrecer más.
–Te aseguro que yo tampoco estaba buscando una relación...
–¿Tanto daño te hizo?
–¿Quién?
–El hombre que te hizo mostrarte cautelosa hacia los hombres.
–¿Qué te hace pensar eso?
–Que tú misma me dijeras que hubo una persona que no fue muy agradable contigo.
–No repito errores.
–¿Y crees que yo podría serlo?
–Eres adicto al trabajo. Como Hugh.
–Soy adicto al trabajo, lo admito, pero no soy como ése Hugh. Soy yo. No afirmo ser perfecto, pero te aseguro que no te haré daño intencionadamente. Tan sólo te pido que recuerdes que soy humano. Si hay algo que no te gusta, necesito que me lo digas. Sé sincera conmigo. Estoy acostumbrado a estar a solas. Debes recordarlo.
–Vaya, pues yo diría que más bien estás acostumbrado a estar con una larga lista de mujeres.
–Jamás he salido con más de una mujer a la vez. No es mi estilo. Mira, si te resulta más fácil, podemos volver a ser solamente compañeros de trabajo, pero creo que yo siempre me preguntaría si debería haber sido más valiente y haberme arriesgado un poco. Y creo que lo mismo te pasaría a ti.
–Entonces, ¿crees que merece la pena intentarlo?
–Sólo hay un modo de descubrirlo. Hay que vivir la vida.
Luke estaba a punto de despedirse de Sara con un beso cuando se oyó que se abría la puerta del apartamento. Segundos más tarde, Justin apareció en la puerta.
–¡Hola, Sara! Siento no haber estado aquí cuando regresaste –dijo mientras saludaba a su hermana con un afectuoso beso.
–Te perdono porque ya he visto que me has llenado el congelador de mi helado favorito.
–Bueno, tengo que tener contenta a mi hermanita.
–Por supuesto, si quieres que cocine para ti. Justin, éste es Luke. Luke, mi hermano mayor Justin.
–Me alegro mucho de conocerte, Luke –dijo Justin, con un apretón de manos firme y seco que tranquilizó a Luke–. Espero que mi hermana haya recordado sus buenos modales y te haya ofrecido pastel de manzana antes de zampárselo ella todo.
–Sí.
–Bien. ¿Qué tal os ha ido en Scarborough?
–Lo he tachado de la lista. Afortunadamente, tu hermana tiene más sentido común que yo.
Justin le cayó bien inmediatamente a Luke. Se parecía mucho a Sara y, por ello, terminó quedándose más tiempo de lo que había esperado en un principio. Cuando por fin se levantó para marcharse, le dio la mano y se dirigió hacia la puerta. A Sara le dio la mano también en vez de besarla. No estaba dispuesto a hacer pública la relación cuando ninguno de los dos estaba del todo seguro adónde se dirigían.
–Nos vemos el miércoles –dijo.
Ella sonrió.
–Eso es, el miércoles –repitió.