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Capítulo Siete

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Cuando Sara salió del cuarto de baño, completamente vestida, Luke estaba sentado en la cama, cubierto con la sábana hasta la cintura, trabajando en su portátil. Tenía la ropa a su lado, sobre la sábana. Evidentemente, él también tenía intención de vestirse tras una puerta cerrada.

–El baño es todo tuyo –dijo ella.

–Gracias.

Luke cerró el ordenador y se dirigió al cuarto de baño mientras Sara desviaba la mirada. Volvió a salir unos minutos después.

–¿Bajamos a desayunar?

Tenía el cabello húmedo y revuelto. Estaba guapísimo, pero el tono de su voz era completamente neutral, como si fueran compañeros de trabajo que habían compartido habitaciones separadas y como si él acabara de llamar a la puerta de la de ella a la hora acordada.

Sara contuvo la desilusión. Después de todo, eso era lo que ella quería, ¿no?

–Claro. ¿Es ésa la idea que tú tienes de ropa informal? –le preguntó, indicando los elegantes pantalones y la almidonada camisa blanca.

–No llevo corbata. ¿Cómo si no me voy a vestir?

–Estamos en la costa. No se puede chapotear en el agua con pantalones de vestir. Necesitas unos pantalones cortos.

–No. Además, no se puede llevar pantalones cortos con zapatos. Al contrario de otras personas, no tengo una zapatería entera en mi guardarropa.

–Yo tampoco tengo tantos pares...

–Ya te has puesto siete pares diferentes para ir a trabajar. Y los que llevas puestos ahora tampoco te los había visto antes. Te aseguro que no me voy a comprar un par de pantalones cortos sólo para agradarte a ti.

–Tú verás –dijo Sara encogiéndose de hombros–. Tendrás que remangarte los pantalones hasta la rodilla.

–No voy a... –se interrumpió y levantó las dos manos a modo de gesto de rendición–. Está bien. Si no, no vas a dejar de discutir conmigo hasta que terminemos de desayunar... y me muero de hambre.

Bajaron juntos al restaurante del hotel. Evidentemente, llegaban casi al final de la hora en la que se servían los desayunos porque sólo había una mesa ocupada. El desayuno fue tan decepcionante como la cena de la noche anterior.

–¿Cuál es el plan para esta mañana? –le preguntó.

–Echar un vistazo. Fijarse en las cosas. En realidad, este hotel tiene un spa. Podrías ir a hacerte algún tratamiento. Yo voy a probar la piscina del hotel.

Diez minutos más tarde, Sara envió a Luke un mensaje de texto. Imposible conseguir cita en el salón de belleza. Me marcho a dar un paseo por la playa. Llámame cuando estés listo.

Casi inmediatamente, el teléfono de Sara comenzó a sonar.

–Ya estoy listo –dijo él–. Me voy a dar un paseo contigo.

–Creía que ibas a nadar en la piscina.

–La piscina está cerrada a causa de la tubería que estalló ayer. Creo que podríamos charlar un poco tomando un café.

–Siempre que sea en otra parte. El de esta mañana estaba imbebible.

–¿Significa eso que tampoco quieres comer en el hotel?

–Se me ocurre una idea mejor. Nos saltamos el almuerzo y nos tomamos un helado en la playa.

–No vas a dejarme en paz hasta que no lo consigas, ¿verdad?

–Por supuesto. Y también lo de chapotear en el mar... los dos.

–¿Dónde estás?

–En recepción.

Luke se reunió con ella un par de minutos más tarde. Se dirigieron inmediatamente a la playa. Encontraron un pequeño café con vistas al mar donde el aroma del café era agradable y el del beicon delicioso.

El estómago de Sara comenzó a protestar.

–¿Un poco de chocolate de emergencia? –le preguntó Luke, riendo.

–Creo que un bocadillo de beicon sería mucho mejor.

–Ésa es la segunda mejor idea que has tenido esta mañana.

¿Sería la primera haber hecho el amor con él? Sara no se atrevió a preguntar.

–Encuentra una mesa, que yo voy a pedir. ¿Un café, no?

–Gracias.

Luke no tardó en reunirse con ella con los cafés. Cuando por fin llegó el bocadillo, el aspecto que tenía era delicioso.

–Esto es fantástico –dijo ella, tras dar el primer bocado–. Nada que ver con el desayuno del hotel.

–Veo que no te ha impresionado mucho...

–Tienes que admitir que no hay por donde agarrarlo. Si de verdad necesitas que te haga una lista de lo que no me ha gustado...

–Sé precisamente a lo que te refieres.

–¿Pero?

–¿No te parece que este lugar es un verdadero desafío? ¿No te dan ganas de ponerte manos a la obra para solucionarlo todo?

–Sé que te gustan los desafíos –suspiró Sara–, pero creo que ese hotel necesita demasiado trabajo. Además, probablemente figura en el listado de edificios protegidos, por lo que vas a tener que pasar por mucha burocracia si quieres hacer algo tan sencillo como pintar el marco de una ventana, por no hablar de una reforma estructural.

–Veo que sabes mucho de los edificios protegidos.

–La casa de mis padres figura en ese listado, por lo que sé por experiencia propia que cualquier reforma en uno de esos edificios es una pesadilla. Tardarías mucho tiempo en acondicionarlo. Estaría cerrado durante meses por las obras. Empezarías perdiendo dinero.

–Creo que mi situación económica podría soportar ese contratiempo –comentó él con una sonrisa.

–Por supuesto. Se me olvidaba que eres millonario –dijo Sara con un gesto de ironía–. Por eso se te ha metido en la cabeza comprar un lugar tan destartalado y cochambroso como ese hotel.

–Eso se denomina especular para acumular. Además, te advertí que no iba a ser lujoso.

–Un sitio puede ser cómodo sin costar un ojo de la cara. Bueno, no dudo que podrías conseguirlo, pero ¿te va a merecer la pena? Te supondría mucho económica y socialmente. Tendrías que pasarte la vida en el avión o dejar las fiestas.

–Como ya te he dicho, estoy empezando a aburrirme de las fiestas.

¿Y también de sus novias de aspecto exótico y hermosas como modelos? Sara apartó este pensamiento. Era irrelevante. Luke le había dejado muy claro que no buscaba una relación. Lo que había ocurrido entre ellos aquella mañana había sido algo aislado.

–Mi intención es construir una cadena de hoteles que estén situados en ciudades balneario como ésta. Trato personalizado y toda clase de tratamientos. Incluso podría ofrecer auténtica agua de balneario, para que los clientes la tomaran como hace cien años.

Sara lo miró horrorizada.

–¿Has probado alguna vez el agua de balneario? Está asquerosa. Además, yo creía que las terapias que se proporcionaban en esta clase de establecimientos consistían en bañarse en el agua, no en bebérsela.

–Depende de si el agua está templada o fría. O caliente...

De repente, el fuego había vuelto a reflejársele en los ojos. Sara estaba segura de que se los estaba imaginando a los dos en una bañera de agua caliente, lo mismo que le había ocurrido a ella. Esperaba que Luke no notara cómo le temblaba la mano mientras sujetaba la taza de café.

Tenía que tranquilizarse. Aunque Luke estuviera cambiando de opinión sobre su relación ella no.

–Bueno, ya basta de trabajo por el momento. Quiero dar mi paseo por la playa –dijo obligándose a cambiar de tema para que no se le notara que lo que de verdad deseaba era regresar a la habitación del horrible hotel para arrancarle la ropa.

–Sí, sí. Y el helado. Ya lo sé.

Mientras caminaban por la playa, Luke vio a un hombre enseñando a su hijo pequeño cómo volar una cometa. Más de veinte años atrás, Luke había estado en aquella misma playa haciendo lo mismo que aquel pequeño con su padre.

Sara se dio cuenta de que él estaba contemplando la escena.

–¿Hacías eso de pequeño?

–Sí. En realidad, mi padre me enseñó a volar una cometa en esta misma playa. Yo debía de tener cuatro o cinco años, pero bueno, de eso hace ya mucho tiempo. No tiene ninguna importancia.

Ella le agarró la mano.

–Los recuerdos nos ayudan a ser quienes somos.

–¿Incluso los malos recuerdos? –replicó Luke antes de que pudiera contenerse. Horrorizado, se soltó de Sara–. Olvídate que he dicho eso.

–Incluso los malos recuerdos –afirmó ella, volviendo a tomarle de la mano–. Te enseñan lo que no quieres de la vida.

Algo en la voz de Sara le llamó la atención. La miró y pudo así escapar de su propia pesadilla.

–Eso ha sonado muy personal.

–En el pasado tomé decisiones muy malas. ¿Recuerdas que me dijiste que yo creía que todo el mundo era bueno hasta que me demostraban lo contrario? –le preguntó. Luke asintió–. Descubrí que una persona no era tan buena.

Luke se imaginó que la persona en cuestión tenía que ser un hombre y que él debía de haberle hecho mucho daño. Le apretó los dedos para demostrarle que comprendía y que simpatizaba con ella.

–Siempre hay algo positivo. Cometer el error duele mucho, pero ayuda a darse cuenta de lo que uno no quiere. No voy a volver a repetir errores del pasado.

–¿Fue lo de esta mañana un error? –preguntó él, presintiendo que la frase de Sara había sido una advertencia.

–No lo sé... ¿Lo ha sido para ti? –Tampoco lo sé. No planeé todo esto para que fuera así, Sara. –Tal vez los dos planeamos demasiado las cosas. Tal vez deberíamos... ver cómo va.

A Luke le sorprendió que aún tuviera agarrada la mano de Sara. Le sorprendió más aún darse cuenta de que no quería soltarla.

–Sí, aunque creo que ya es demasiado tarde para tomarse las cosas con calma.

Sara se sonrojó. Luke sintió deseos de besarla una y otra vez. De perderse en ella.

–Ya veremos cómo van las cosas –dijo, sin soltar la mano de Sara.

Al llegar al puerto, ella le indicó el cartel que publicitaba los paseos en barco. Luke los leyó rápidamente.

–¡Vayamos a dar un paseo en barco! –exclamó Sara.

–¿Quieres salir a la bahía para ver las focas?

–Y los frailecillos. Sólo duran una hora y media. Te perdono el chapoteo en el mar.

–Tú puedes ir si quieres. No es mi tipo de cosas.

–Un momento. Si te vas a meter en el negocio de los hoteles y el ocio a la orilla del mar, necesitas saber qué es lo que se ofrece en la zona para poder aconsejar a tus clientes. Además, creo que un poco de aire marino te sentará bien.

Luke suspiró.

–Está bien. Si insistes, iremos a ver a la focas.

–Genial. Como ha sido idea mía, te invito yo. No acepto negativas.

–Está bien. Gracias.

Sara compró los billetes. Por suerte, el siguiente paseo estaba a punto de comenzar. Había espacio suficiente para los dos en el barco, pero algo justo dado que estaba lleno. Se tuvieron que sentar muy pegados el uno al otro. Además, todo el mundo parecía ir en familias. Tendría que aguantarse.

Luke fingió estar escuchando el comentario. Sobre las rocas, las focas descansaban al sol. Hasta ellas estaban en familias. Aunque normalmente Luke trataba de evitar las situaciones familiares, las focas lo cautivaron. Miró a Sara y vio que sonreía. En aquel momento, le pareció tan hermosa... Tuvo que contenerse para no estrecharla entre sus brazos y besarla.

–Son preciosas, ¿verdad? –comentó ella.

–Sí.

A continuación, el barco se dirigió hacia las cuevas de los contrabandistas y escucharon las historias y leyendas sobre éstos y sobre los piratas.

–¿Sabes una cosa? –le preguntó ella–. Estarías genial disfrazado de pirata.

–Te recuerdo que no llevo puestos pantalones cortos. Ni un parche en el ojo. No obstante –le dijo al oído, inclinando la cabeza para que sólo ella pudiera escuchar sus palabras–, si lo que me estás pidiendo es que esta noche haga de pirata, que te desgarre la ropa y te haga mía, estoy seguro de que podría hacerlo.

Al ver cómo Sara se sonrojaba, Luke sonrió.

Estupendo. Había vuelto a recuperar el control. Así era como le gustaba.

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