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Capítulo Seis
Оглавление«¡Qué vergüenza!».
Luke había estado despierto todo el rato y era perfectamente consciente del lugar en el que ella tenía puesta la mano.
–¿Llevas mucho tiempo despierto? –le preguntó, rezando en silencio para que la respuesta fuera negativa.
–Lo suficiente.
Al escuchar aquellas palabras, Sara se incorporó rápidamente y apartó la mano.
–Lo siento, Luke. Yo... no quería... –musitó. Se sonrojó aún más.
–Lo sé. Y no me importa. En realidad, me ha gustado que me tocaras –susurró. Extendió una mano y comenzó a acariciarle suavemente el costado–. A mí también me gusta tocarte a ti...
–Pensé que habías dicho... –se interrumpió ella. Que podían ser adultos. Que podían compartir una cama sin tener relaciones sexuales.
–Eso fue anoche. Ahora es diferente. Mi punto de vista es diferente –dijo, con una pícara sonrisa–. Además, ¿podría yo señalar que no era yo la persona que tenía la pierna por encima de ti y la mano encima de tu pijama?
–Eso ha sido un golpe bajo...
–Igual que tu mano.
Luke se colocó de costado, para estar frente a frente con él, pero sin soltarla. Tenía una mirada sexy e irresistible en los ojos azules.
–Buenos días –dijo.
–Buenos días –respondió ella, a duras penas. Casi no podía respirar.
Entonces, Luke bajó la cabeza y le besó dulcemente la punta de la nariz.
–Sara...
Todo resultaba tan tentador... Veía en el rostro de Luke lo que estaba buscando. Y era lo mismo que ella deseaba. Si cedían a su mutuo deseo y hacían el amor, su relación laboral sería muy incómoda.
–No deberíamos hacer esto...
–Lo sé –replicó él–. Es una idea malísima. Yo debería tener más autocontrol.
–Tan sólo hace dos semanas que nos conocemos...
–Es suficiente tiempo. Yo ya te conozco a ti. Eres muy mandona.
–¿Mandona?
–Sí, pero te perdono porque se te da muy bien tu trabajo y da gusto trabajar contigo –susurró él, tras robar un dulce beso–. Adoras el rosa. Te vuelve loca la historia, te gustan las películas románticas y el teatro, crees que todo el mundo es bueno, estás lo suficientemente loca para que te guste archivar las cosas, tocas el piano y te gusta chapotear a la orilla del mar. ¿Qué más necesito saber?
–Nada, supongo... Yo casi no sé nada sobre ti. Tan sólo que eres un hombre de negocios de mucho éxito al que no le gusta el desorden. Tomas el café solo con una cucharada de azúcar, practicas kick boxing y squash y no ves nunca la televisión. Te gusta la música rock y tienes un gusto muy caro para los coches. No es mucho, Luke.
–En realidad no hay mucho más.
–Yo estoy segura de que sí.
–Soy tan superficial.
–Ni hablar. Eres más bien como las aguas profundas y tranquilas.
–Vaya, qué interesante. No creo que nunca antes nadie me haya dicho algo así. No estoy seguro de que encaje con la otra expresión que tienes para describirme: adicto al trabajo. Además, creo que hablas demasiado y me parece que sólo hay un modo de callarte... Besándote, tocándote...
–Son dos cosas.
–Lo digo en serio –protestó él–. Me muero de ganas de besarte. Llevo días deseándote, Sara, probablemente desde el momento en el que entraste en mi despacho y empezaste a darme órdenes.
A ella le había ocurrido lo mismo.
–Yo también... –admitió.
–En ese caso, se me ocurre una conclusión muy lógica –susurró él mientras le acariciaba a Sara el labio interior con el pulgar–. Me alegro mucho de que estés de acuerdo conmigo –añadió. Entonces, inclinó la cabeza para besarla.
Cuando Sara echó la cabeza hacia atrás, él profundizó el beso ofreciendo y exigiendo respuesta al mismo tiempo. Sara había besado a otros hombres y se había acostado con varios antes, pero aquello... Aquello era algo completamente diferente. El contacto con la boca de Luke la excitaba profundamente y hacía que le hirviera la sangre en las venas.
Él le deslizó la mano por debajo de la camiseta del pijama. Le acarició la cintura suavemente, tanto que ella se echó a temblar, deseando más. Luke comprendió la invitación y deslizó la mano suavemente hacia arriba hasta que le cubrió un seno. Con el pulgar frotó el ya erecto pezón. Sin embargo, ni siquiera aquella caricia tan íntima era suficiente para Sara. Necesitaba más.
Luke rompió el beso.
–¿Te gusta? –le preguntó.
–Mmm...
–Entonces, a ver qué te parece esto.
Luke se deslizó hacia abajo y comenzó a chuparle el pezón a través de la tela. El pulso de Sara se aceleró rápidamente. Sin poder contenerse, le hundió los dedos en el cabello para animarlo a seguir.
–Creo que eso significa que sí –susurró.
Le levantó la camiseta y, entonces, siguió bajando. Le deslizó los labios por el vientre, dedicándole especial atención al ombligo. Entonces, volvió de nuevo a centrar su atención en el pezón. Sin la fina tela de la camiseta, las sensaciones eran mucho mejores. El sensual movimiento de la lengua, la presión de los labios y el ligero mordisco de los dientes hicieron que Sara se arqueara de puro placer.
Entonces, él le deslizó las manos entre las piernas y le cubrió la entrepierna, sobre el pijama. Comenzó a mover la mano, de modo que la base del pulgar le rozaba el clítoris. Sara no pudo contener un gemido.
–Luke...
Él la besó con fuerza. Entonces, le enganchó los dedos en el pantalón y comenzó a bajárselos. Sara levantó las caderas para facilitarle la tarea y se echó a temblar mientras que él le besaba los muslos, acariciando cada milímetro de su piel a medida que la iba descubriendo.
Sara contuvo el aliento al notar que él volvía a subir. Cuando alcanzó la cara interior del muslo, ella temblaba de gozo. Con suavidad, Luke le separó las piernas y se arrodilló entre ellas. Sara no pudo abrir los ojos. Se limitó a susurrar:
–Luke, me estás volviendo loca...
–De eso se trata...
Entonces, por fin, él le deslizó un dedo a lo largo del sexo, camino que luego recorrió a la inversa.
–Por favor... –susurró ella.
Luke volvió a hacerlo. Y una vez más. Entonces, se movió ligeramente y Sara sintió su aliento contra la piel. Ella contuvo el suyo, esperando, deseando que él lo hiciera. Cuando notó por fin el lento movimiento de la lengua, creyó volverse loca de deseo y volvió a agarrarle del cabello.
–Sabes tan dulce...
De repente, ella sintió que Luke se retiraba un poco. ¿Iba a detenerse tan pronto?
–Ni se te ocurra parar ahora...
–No tengo intención.
–Entonces, ¿qué estas haciendo? –preguntó ella, sin abrir los ojos.
–Sólo estoy comprobando que estás segura y que sabes lo que estás haciendo...
–Por supuesto que sí.
–A mí me ocurre lo mismo... –murmuró él. Entonces, agarró la mano de Sara y le hizo agarrarle su erección.
Ella lo agarró con fuerza y meneó la mano ligeramente. Deseaba darle la dulce tortura que él le estaba inflingiendo a ella.
–Sara, en estos momentos no puedo pensar. Lo único que deseo es hundirme en ti... Profundamente.
–En ese caso, hazlo, porque voy a... a explotar si no lo haces.
Para asegurarse de que él comprendía cómo se sentía, le apretó el pene con los dedos índice y pulgar y movió lentamente el círculo que formó con ellos de arriba abajo.
Una vez.
Luke tragó saliva.
–Necesito un preservativo. Ahora mismo.
Luke saltó de la cama. Sara se dio cuenta de que él debía de haberse quitado los calzoncillos al mismo tiempo que le despojaba a ella de los pantalones del pijama. Desnudo, Luke ofrecía una imagen gloriosa. Su cuerpo, perfectamente esculpido y tonificado, era muy bello. El modo en el que se movía, como si fuera un bailarín, la excitaba aún más.
Él se sacó un preservativo de la cartera y regresó a la cama. Entonces, Sara pensó en el hecho de que llevara preservativos en la cartera y en la cantidad de nombres femeninos que había visto asociado al de él.
–¿Haces esto a menudo? –le preguntó.
–¿El qué?
–Acostarte con tus empleadas.
–Nunca –dijo él con sinceridad–. Para mí, es una regla inquebrantable. En este caso, ocurre que en realidad tú no eres mi empleada. Tú eres tu propia jefa.
–Creo que estás buscándole tres pies al gato.
–Además, sé que según parece por las revistas del corazón, salgo mucho, pero te aseguro que elijo muy bien. No me acuesto con cualquiera, eso te lo aseguro.
Luke se reclinó sobre ella y volvió a acariciarle la boca a Sara con la suya.
–Deja de pensar. Sólo siente... –susurró. La miró y le enganchó los dedos en uno de los tirantes de la camiseta del pijama–. Me gusta esto, pero tienes que quitártelo. Quiero sentir tu piel contra la mía...
–Pero tienes muchas relaciones sexuales –dijo Sara, sin poder olvidarse de lo que él le había dicho anteriormente.
–Sara, me gusta el sexo. Me gusta el sexo bueno y sí, me gusta disfrutarlo con frecuencia, pero, como te dije, elijo bien mis amantes. No obstante, debería dejar claro una cosa. No me interesan los finales felices ni el matrimonio. Sólo tú y yo, este momento. No es una declaración de intenciones ni va a interferir con nuestros trabajos. Simplemente, nos va a sacar esta locura de dentro para que podamos volver a la vida normal y trabajar juntos. Sara, me gustas mucho. Creo que yo también te gusto a ti o no estarías trabajando conmigo. Ninguno de los dos está con otra persona, así que, ¿dónde está el problema?
–Para que conste, yo tampoco estoy buscando una relación.
–Bien.
–Ni tengo por costumbre ir acostándome por ahí con todo el mundo.
–Si hace que te sientas mejor, nunca lo hubiera pensado... Me ha costado mucho mantener las manos lejos de ti. No hago más que mirarte cuando estamos juntos en el despacho sin dejar de pensar en lo mucho que me gustaría levantarte de la silla y tumbarte en tu escritorio para... –se interrumpió para colocarle una mano de nuevo entre los muslos, rozándole suavemente la piel pero sin llegar a tocarle el sexo– tocarte, saborearte... deslizar mi cuerpo dentro del tuyo y hacer que te corras de tal manera que te olvides de quién eres. Provocarte un orgasmo que te haga gritar de placer.
–Luke...
–Quiero estar dentro de ti, Sara. Ahora mismo. Y creo que tú también quieres. Estás muy caliente –musitó tocándole de nuevo el sexo.
–Sí...
Luke le deslizó el dedo por encima del clítoris, con la presión justa y a la velocidad adecuada para excitarla un poco más. Ella contuvo el aliento y lanzó un gemido de puro placer cuando él le introdujo un dedo.
–Y también muy húmeda...
–Sí...
–Estás lista para mí... Dilo.
–Estoy lista para ti –gimió ella, con dificultad.
–Ahora, quítate la camiseta...
Sara se incorporó. Los dedos le temblaban mientras se sacaba la prenda por la cabeza. De repente, se sintió muy tímida. Al notarlo, él se enredó un mechón de cabello entre los dedos.
–Eres preciosa, Sara... Me excitas tanto...
La besó apasionadamente, mucho más que antes, lo que provocó que a Sara le diera vueltas la cabeza. Entonces, volvió a colocarle la mano entre las piernas y comenzó a acariciarla y a estimularla hasta que Sara sintió que todo el cuerpo le ardía como si estuviera incandescente.
–Luke...
Como respuesta, él le introdujo un dedo muy lentamente, tanto que estuvo a punto de volverla loca de placer. Ella tensó los músculos alrededor del dedo. Luke sonrió.
–¿Quiere decirme algo? –preguntó él, con una sonrisa en los labios.
–Ya lo sabes...
–No se me da bien leer el pensamiento. Dilo.
–Te quiero... dentro de mí. Por favor, Luke... –le suplicó. Sabía que, si él la hacía esperar más, se volvería loca.
Luke sonrió y le encajó la punta de su pene contra el sexo de Sara. Entonces, lenta, muy lentamente, se abrió camino. Permaneció un instante completamente inmóvil, dejando que ella se acostumbrara a sentirlo. Entonces, cuando Sara le rodeó la cintura con las piernas, animándolo, se inclinó sobre ella para besarla.
Sara decidió que un hombre como Luke Holloway provocaba adicción. Prestaba atención a los detalles, repetía las caricias que más la excitaban hasta que ella temblaba de puro placer y estaba a punto de perder el control. El colchón ya no importaba. Sara sólo se podía centrar en lo que Luke le hacía sentirse, en las sensaciones que experimentaba con sus movimientos y el roce de su piel.
Cuando Sara alcanzó el orgasmo, él la abrazó con fuerza, murmurando su nombre una y otra vez. Por el modo en el que su cuerpo se tensó, ella dedujo que él estaba a punto también. Así fue.
Cuando pasaron por fin las oleadas de placer, Luke se retiró cuidadosamente y se tumbó de espaldas para luego tomarla entre sus brazos. Ninguno de los dos pronunció palabra alguna.
–Necesito ocuparme de algo –dijo él, por fin–. Perdona un momento.
Sin embargo, cuando él se apartó de la cama y Sara oyó el agua corriendo, el hechizo se rompió. En aquel instante, pensó en lo que habían hecho. En lo estúpida que había sido.
Sus dudas debían de notársele en el rostro porque, al regresar del cuarto de baño, él la miró con perplejidad.
–¿Qué es lo que pasa?
–Tenías razón. Esto ha sido una mala idea. Trabajamos juntos.
–Ya hemos hablado de esto. No importa. Relájate. Los dos somos profesionales, por lo que esto no va a interferir con el trabajo –dijo mientras la besaba suavemente–. Te dejo que te duches la primera, pero mejor sola. Si lo haces conmigo, no saldremos de la habitación hasta mediodía. Después, iremos a desayunar, echaremos un vistazo al hotel y hablaremos de ello durante la comida.
–Está bien. ¿Te importaría darme mi pijama? ¿Y cerrar los ojos?
–Creo que es un poco tarde para eso. Nos hemos visto los dos muy bien –afirmó. Entonces, le besó a Sara la punta de la nariz–, pero si hace que te sientas mejor... –añadió. Agarró el pijama y se lo dio–. Me sentaré de espaldas a ti con los ojos cerrados. ¿Te parece bien?
Evidentemente, Luke pensaba que el comportamiento de Sara era ridículo y seguramente así era dado el grado de intimidad que habían compartido unos minutos antes, pero hizo lo que ella le había pedido.
–Gracias.
Sara se volvió a poner el pijama y sacó su ropa del armario y de la cómoda. Entonces, se encerró con llave en el cuarto de baño.
Se daría una ducha. Se lavaría el cabello. Tal vez así podría encontrar un poco de sentido común.