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Introducción
ОглавлениеKathya Araujo
El ámbito de las interacciones ordinarias y cotidianas es un surtidor de primer orden de las experiencias sociales a partir de las cuales adquiere forma nuestro saber sobre lo social y nuestro saber-hacer en él, saberes que van a influir decididamente en las maneras en que percibimos lo social, nos orientamos en él, nos presentamos ante los otros, enjuiciamos nuestra sociedad o nos vinculamos (o no) al colectivo (Araujo 2009a). La importancia del ámbito de las interacciones ordinarias en el caso de Chile no puede ser considerada como una novedad, pues la esfera de las sociabilidades ha resultado siempre extremadamente significativa para definir los contornos de la vida social en las sociedades latinoamericanas de las que hace parte el país. Sin embargo, no cabe duda que las transformaciones de las últimas décadas, muchas de carácter global pero todas con textura local, han aumentado esta relevancia. La pluralización normativa y valórica, el debilitamiento del poder de las instituciones que históricamente tutelaron la población (la iglesia católica o la escuela, para mencionar dos), el aumento de las pretensiones de individualización y singularización de los individuos, las transformaciones de las asimetrías de poder y de las modalidades sociales de su gestión, la desconfianza institucional, entre otros factores, han aportado al peso que han adquirido las experiencias ordinarias y cotidianas de interacción con los otros y con las instituciones para la manera en que se habita lo social. Ante la confusa multiplicidad de versiones en circulación sobre lo que acontece en la sociedad o de la distancia descreída de las personas con las versiones oficiales, las experiencias en las interacciones ordinarias se constituyen hoy más que nunca en la materia prima principal a partir de la cual las personas tienden a producir el saber sobre la sociedad en la que viven. Es desde este saber que van a definirse sus trayectos, prácticas o posiciones, los que a fin de cuentas son los hilos desde los cuales se produce la vida social. Las experiencias corrientes, cotidianas, comunes, no son, pues, inocuas. Al contrario. El ámbito de las interacciones es hoy, por lo tanto, una dimensión destacada, la que al mismo tiempo que es particularmente expresiva de los rasgos estructurales de la sociedad, se constituye en la fábrica misma del entramado que adquiere ésta y sus derroteros.
Desde una perspectiva como la descrita, entonces, es fácil colegir que las interacciones cotidianas se revelan como un campo no sólo de conocimiento sino también de acción privilegiado para las tareas de democratización social indispensables para la sociedad chilena. Es en este ámbito donde se juega prioritariamente el destino de la recomposición de los principios de convivencia en los que se encuentra embarcada esta sociedad desde hace algunas décadas, como lo han mostrado estudios anteriores1. Finalmente, es en este ámbito donde se juega de manera importante la cualidad y el vigor del lazo social, esto es, la textura del enlazamiento entre los miembros de una sociedad, la que da cuenta de la modalidad en que se produce el colectivo. Resulta pues evidente que una intervención tal como es requerida para democratizar las relaciones sociales en nuestra sociedad sólo será factible en la medida en que, para empezar y de la manera más detallada posible, se puedan reconstruir y comprender las lógicas y mecanismos que gobiernan estas interacciones en las diferentes esferas en que ellas se despliegan. Este libro surge de esta convicción y pretende hacer una contribución a esta tarea. Intenta aportar a este empeño enfocándose, a partir de resultados de investigación empírica, en el estudio de uno de los dominios sociales menos investigados pero paradójicamente más relevantes a este respecto: la calle.