Читать книгу Las calles - Varios autores, Carlos Beristain - Страница 6

El libro

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Este libro tiene como objeto a las calles, entendiendo a estas como espacios urbanos comunes, espacios de acceso, uso y producción compartidos, constituidos por un conjunto de condicionantes materiales, fórmulas normativas, interacciones y sociabilidades. Un mundo de costumbres, cortesías, prácticas inter-relacionales, de encuentros aleatorios u organizados (Hénaff, 2016: 84). Zonas en general sustraídas a los derechos de la propiedad privada aunque puedan eventualmente ser resultado de emprendimientos privados (Schlack, 2015), y las que implican usos, experiencias y producciones comunes y simultáneas por parte de diferentes actores2.

Este libro se interesa por las calles de Santiago porque en ellas los individuos que las pueblan se topan con experiencias que van a influir de manera decisiva en dar contorno a la imagen de la sociedad en la que viven y, en consecuencia, a sus propias orientaciones y acciones en ellas. En esa medida se acerca a las interacciones, experiencias y estrategias que los individuos tienen al momento de poblar y transitar la calle, produciéndola y siendo producidos por ella, y a la forma y medida en que ello aporta a entender a la sociedad chilena actual: sus conflictos, sus heridas, sus lazos, sus lógicas. En un movimiento doble se busca indagar la manera en que los rasgos de la condición histórica actual se expresan en las calles, al mismo tiempo que establecer lo que la calle, a través de las experiencias que ella entrega, aporta a las formas en que se perfilan tanto las relaciones sociales como los individuos.

Este texto habla de las calles de Santiago desde ángulos distintos, pero con una misma sensibilidad. No sólo una misma sensibilidad teórica acerca del modo en que debemos entender la noción de calle y el peso de la experiencia en la vida social para el destino del lazo social y político, como lo hemos discutido, sino que el libro está atravesado por una preocupación por el destino de la experiencia de lo común en ella, y de la calle como espacio igualitario en Santiago de Chile. Por esa razón, los dos primeros capítulos tienen como objetivo acercarse a estos fenómenos en las calles (en el Metro, los barrios o en los trayectos de los viandantes), estableciendo conceptualmente los puntos de partida para abordar nuestro objeto de estudio, así como situando globalmente a la ciudad y a la sociedad en las que nuestros análisis se han desarrollado.

Ellos dan inicio a un recorrido por la ciudad que se prolonga con dos capítulos que en tensión uno con otro ponen en escena dos espacios antagónicos, dos Santiagos que coexisten pero que difícilmente se tocan. Por un lado, el llamado «barrio alto», la denominación usada por los santiaguinos y santiaguinas para definir a los barrios más pudientes, visto a través de una mirada que viniendo de la periferia de la capital se enfrenta por primera vez a una de las zonas más ricas de la ciudad. Por el otro, una población marginal al sur de la ciudad, conducidos esta vez de la mano de alguien que vuelve, ahora como observadora, a la población en la que vivió mucho tiempo.

Los siguientes capítulos se concentran en las circulaciones y dos de sus vehículos: el Metro y la mirada. A pesar de su aparente distancia, no sólo de objeto sino de tono –uno basado en un trabajo más etnográfico, el otro más categorial–, ambos tienen en común el ofrecer un análisis de lo que se juega en las circulaciones como experiencia y como intercambio, con todas sus ambigüedades y ambivalencias, para los transeúntes. Ambos, al mismo tiempo, se detienen o revelan la manera en que estas experiencias son expresivas de los conflictos y procesos que atraviesan la sociedad chilena hoy.

Los capítulos 7 y 8 se concentran en la especificidad de la significación que tiene la calle, así como en las maneras particulares en que las habitan dos específicos actores sociales. Siguiendo sus trayectos e indagando sus versiones sobre la calle, las valencias, los desafíos que enfrentan y las fórmulas para enfrentarlos, son dos las figuras analizadas en esta sección: la figura de las jóvenes universitarias y la, casi antagónica, de las mujeres adultas mayores pertenecientes a sectores populares.

El libro se cierra con un último conjunto de capítulos orientados a desentrañar la relación con la calle y los efectos para la calle de quienes la ocupan para trabajar en ellas. Con una especial sensibilidad por el hecho de que las calles son entes orgánicos maleables producidas al calor de los modos en que son habitadas por actores con historias propias, dos figuras son las protagonistas en estas contribuciones: la figura móvil pero ampliamente presente de los comerciantes ambulantes en el centro de Santiago y aquella de los inmigrantes (peruanos, dominicanos, haitianos) en una de las zonas comerciales más tradicionales de la ciudad: el barrio Matadero de Franklin.

Este libro es una invitación a recorrer con nosotros las calles de Santiago. Esta invitación es a un recorrido necesariamente incompleto, inevitablemente parcial, lo sabemos, pero está movida por la voluntad de presentar las calles desde la perspectiva de sus cualidades particulares y lo que ellas aportan para construir la imagen de un Santiago caleidoscópico. De interrogar el multifacético universo de las calles santiaguinas para echar luz, simultáneamente, sobre la singularidad de los trayectos, las sociabilidades, los personajes y las interacciones que las trazan; sobre las maneras violentas, gozosas, retraídas o expansivas de habitarlas; pero, también, sobre lo que transversalmente las afecta: fenómenos estructurales y relacionales que trastocan la experiencia de lo común; fórmulas coercitivas que amenazan la libertad en su tránsito; fenómenos de desigualdad en las interacciones que socavan las relaciones sociales y el enlazamiento social.

Este libro es un híbrido. Construido y producido con la misma expectativa de unidad y plan de escritura como lo sería un libro de autor, responde sin embargo a responsabilidades autorales individuales en cada uno de los capítulos. El «aire de familia» que lo recorre, parafraseando a Monsiváis, tiene dos fuentes. Por un lado, un largo y denso proceso de discusión e intercambio teórico y analítico que se inició en 2016 y se prolongó hasta finales de 2018, y que tuvo como foco principal la producción de este trabajo. En él y de manera decidida se involucró el equipo de investigación que sostiene este trabajo con una confianza y un entusiasmo por este proyecto, primero intelectual y luego editorial, que me es indispensable reconocer y agradecer profundamente.

Por otro lado, el parecido de familia reside en que todos los textos cuentan como base troncal con los resultados de una investigación que bajo mi dirección se desarrolló a lo largo de 2016, en la que, en diferentes funciones, participaron todos los autores y autoras de los capítulos de este libro.

La investigación, cuyos resultados son transversales a este texto, estuvo destinada a aprehender los modos concretos que las personas despliegan cotidianamente para habitar la calle3. El trabajo de terreno se desarrolló exclusivamente en el Gran Santiago y se organizó por medio de dos modalidades de trabajo etnográfico: una basada en la observación participante y la otra en la técnica que denominamos observación participante de segundo orden.

La observación participante tuvo como fin rastrear las interacciones sociales cotidianas en la calle. Se focalizó en cinco áreas: parques, barrios comerciales y bohemios, transporte público (Metro y buses), avenidas y ejes de confluencia. Un grupo de seis observadores y observadoras se enfocó cada cual en un tipo de área por un periodo regular de seis semanas, con tres registros semanales de tres horas de duración aproximada en cada tipo de espacio asignado. Se realizaron 108 observaciones participantes en total. La información recopilada fue registrada por cada observador u observadora en cuadernos de campo, fotografías y grabaciones de audio. Ella, a su vez, fue sistematizada a partir de tres dimensiones generales: espacio, actores e interacciones.

La observación participante de segundo orden combinó las técnicas de observación participante y de entrevista en profundidad, buscando relevar el punto de vista de los actores sobre la calle y sus interacciones. Todas las personas convocadas para realizar las observaciones (en lo que sigue actores-informantes) desempeñaban su actividad laboral en la calle. El grupo A estuvo formado por individuos cuya actividad se desarrollaba en puntos fijos (del tipo vendedores de kiosco, lustrabotas, etc.). El grupo B estuvo constituido por personas cuyas actividades los obligaban a desplazarse a diario por diferentes zonas de la ciudad (taxistas, vendedores ambulantes u otros). A todos ellos se les solicitó registrar durante cuatro semanas sus observaciones en las calles. El material recopilado fue registrado en sus respectivos cuadernos de campo. Cada semana, cada actor-informante fue visitado y entrevistado por un miembro del equipo de investigación. Las entrevistas fueron grabadas, transcritas y posteriormente analizadas. Aunque se consideraron ocho actores-informantes, una de las personas abandonó el estudio, por lo que se culminaron siete procesos que sumaron en total 28 entrevistas.

Más allá de este tronco empírico común, muchos de los capítulos han sido realizados contando para ello con los resultados de procedimientos metodológicos o estudios adicionales y específicos al problema que han pretendido abordar. Estos son detallados, cuando es el caso, en los capítulos correspondientes. Finalmente, aunque cada capítulo es responsabilidad exclusiva de quien lo firma, todos los textos se han beneficiado en su desarrollo de varias y atentas lecturas, así como de los comentarios generosos y críticos de todos los otros autores o autoras.

En virtud del trayecto efectuado y las decisiones tomadas, resulta evidente que esta publicación no es una simple colección de artículos. Su hibridez permite, ciertamente, que cada capítulo pueda ser leído independientemente. Sin embargo, y al mismo tiempo, está justificado hacer la advertencia de que cada uno de ellos cobra todo su valor sólo a partir de su resonancia con el resto.

Toca al lector o lectora decidir sobre su modo de uso4.

1 Ver: Araujo, 2009a y 2016a; Araujo y Martuccelli, 2012.

2 Desde esta perspectiva, la calle incluye no sólo las arterias de la ciudad sino también puede comprender transportes públicos, plazas, parques, andenes del Metro, pasarelas, entre otros.

3 Además de los autores comprendidos en este libro, participaron Daniel Ruiz y Nelson Beyer, quienes por distintas razones no pudieron formar parte de él. Nuestro agradecimiento a su trabajo.

4 Una parte importante del trabajo de campo sobre el que se sostiene este libro contó con el auspicio del PNUD-Chile, en el contexto de la realización de un informe sobre la calle y las desigualdades interaccionales (Araujo, 2016b). Estoy muy reconocida por el apoyo y la confianza recibida para hacer este encargo, así como por la autorización para el uso de este material. El trabajo de campo fue, en varios casos, ampliado posteriormente y el material re-trabajado en función del objetivo de este libro. Por lo mismo, este texto se ha beneficiado del apoyo de la Iniciativa Científica Milenio del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo de Chile, adjudicado al Centro Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder, en donde intentamos pensar las asimetrías de poder y su gestión en la sociedad chilena actual. También se ha nutrido de los avances realizados en el marco del Proyecto Fondecyt 1180338 «Problematizaciones del Individualismo en América del Sur», en particular en lo que en él se desarrolla respecto a las maneras en que el individualismo se expresa hoy en nuestras sociedades.

Las calles

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