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INTRODUCCIÓN GENERAL 1
ОглавлениеEl yambo enlaza directamente con el ámbito de la fiesta pública y con el ritual religioso, especialmente con los cultos de Deméter y de Dioniso, aunque pronto lo vemos incorporado al simposio (un espacio de interpretación susceptible de admitir en su seno muy diversos géneros), a cuyo marco estará ligada luego su existencia 2 . Viceversa, la elegía pertenece de modo casi natural al mundo del banquete, aunque su presencia se detecte igualmente en el ámbito público de interpretación 3 . Por otra parte, la denominación de «yambo» y «elegía» resulta insuficiente en relación con la riqueza temática de los textos que se asignan a uno y otro grupo, con problemas distintos de clasificación genérica en cada caso. El yambo en sí puede presentar un perfil genérico relativamente homogéneo, pero no hay que olvidar que es un término en principio estrictamente formal, que alude a una variedad métrica concreta. Su uso por extenso para designar un género implica la inclusión en el mismo de una forma métrica distinta, aunque relacionada estrechamente con él, que es el troqueo, así como una derivación precursora de las estructuras líricas, el epodo . A su vez la elegía es la variedad más problemática para elaborar una clasificación genérica. Al revés del caso anterior, estamos ante el empleo de una misma estructura métrica, el dístico elegíaco, para una notable diversidad de contenidos, con finalidad no siempre coincidente. La última gran diferencia afecta a la extensión temporal. El yambo, como género literario, prácticamente desaparece cuando las formas dramáticas, que no sólo lo incorporan como vehículo formal, sino que también adoptan su finalidad crítica y de escarnio (como sucede con la comedia), yugulan sus posibilidades de existencia autónoma 4 , por más que en un nivel ritual persistan cantos con esta métrica o de que el verso yámbico conozca una resurrección en época helenística (independientemente del teatro o de los géneros ‘miméticos’), con finalidad incluso narrativa (p. ej. Calímaco) o con influencia del teatro (pensemos en la Alejandra de Licofrón) o para usos peculiares, como ciertos oráculos. Por el contrario, la elegía persiste, con diversos avatares, e incluso se desarrolla de forma notable en el contexto del banquete o de la ceremonia pública, con una línea de continuidad firme durante toda la Antigüedad.