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INTRODUCCIÓN Datos biográficos
ОглавлениеLa dudosa autenticidad de las biografías que conservamos a nombre de Probo y su escasa representaciÓn son los motivos por los que iniciamos con Suetonio nuestra colección, aunque este escritor sea posterior en el tiempo a aquél. Suetonio representa, además, el apogeo de la biografía latina y, dentro del campo que nos ocupa, su prioridad es tan clara que una recopilación de vidas literarias antiguas coincide prácticamente con la restauración de su obra De uiris illustribus.
Paradójicamente, de su autor —Gayo Suetonio Tranquilo— sólo tenemos noticias dispersas. Algunas alusiones personales en los Césares nos dicen que su padre ofició de tribuno angusticlavo en el bando de Otón (Ot. 10) —pertenecía por tanto al orden ecuestre—, y que su familia, originaria de no se sabe qué parte del imperio 1 , estaba establecida en Roma cuando él era un jovenzuelo (Dom. 12); por ésta y otra referencia en Nerón 57, se ha deducido su nacimiento en torno al 70 d. C. 2 . Un par de recuerdos de su primera juventud, tal vez de su propio aprendizaje con los gramáticos, nos dejó en el De uiris (v. págs. 45 y 105).
Uniendo retazos de las cartas de Plinio el Joven —amigo íntimo suyo—, se puede forjar una cierta imagen de su personalidad y actividades entre el 90-112. Sabemos por ellas que Suetonio actuó en cierta ocasión en el foro (la ep. I 18 es respuesta a sus intentos de retrasar, por temor a sueños de mal agüero, una defensa); pero si realmente estaba intentando hacer carrera en la abogacía, pronto debió abandonarla, ya que el año 97 Plinio utilizaba su influencia (ep. I 24) para obtener a precio razonable un retiro campestre donde el scholasticus pudiera dedicarse a sus estudios (término que parece emplear en el sentido de «hombre de letras», erudito, y no en los también posibles de grammaticus o rhetor) 3 . En todo caso, hacia el 101, Suetonio renuncia a la vida pública al declinar en un pariente el tribunado militar que iniciaba el cursus honorum de un eques (ep. III 8); y aún el 111 tiene Plinio que valerse de su posición para mejorar la del amigo, obteniendo de Trajano en su favor el ius trium liberorum 4 (ep. X 94). En la corte imperial encontramos a Suetonio —tras el vacío que sigue a la muerte del epistológrafo en 113— desempeñando los puestos más importantes de la entonces floreciente burocracia estatal: a studiis, a bibliothecis y ab epistulis 5 , según la inscripción hallada en 1952 en Hipona la Real (Argelia) dedicada a Suetonius Tranquillus 6 . Cualquiera de estos cargos pudo permitir su acceso a los archivos imperiales, fuente —según la opinión más general— de la mayoría de los documentos trascritos en los Césares. Sobre esta base se ha fechado dicha obra (al menos la primera parte) entre el 119-121, período que duró su estancia en palacio, si ésta coincidió, como es muy probable, con la prefectura de Septicio Claro, su protector, destinatario de Las vidas de los Césares 7 (y también del epistolario de Plinio), cuya destitución, junto con la del mismo Suetonio, entonces encargado de la correspondencia imperial, atribuye la Historia Augusta (ESPART . I 11, 3) a no haber guardado la debida etiqueta con la emperatriz Sabina (¿?). Nada más sabemos a partir de esa fecha, pero los críticos tienden a situar su muerte bastantes años después juzgando por la cantidad de escritos que llegó a rematar y su morosidad para editarlos 8 .
Un largo catálogo ofrece Suidas, que aún se ha de completar con citas de otros autores 9 . Aunque la mayoría se reducen hoy a poco más que el título, sirven como panorámica reveladora de los intereses y modo de trabajar de Suetonio. Los temas son muy heterogéneos, enfocados desde el punto de vista del anticuario («origen y evolución de…» los juegos, el vestido, el calendario), o del gramático (diferencias entre sinónimos, signos diacríticos); a veces combinados unos y otros en misceláneas (De rebus uariis, Prata) y enlazando casi siempre con tradiciones, incluso títulos alejandrinos; además, Suetonio investiga sobre el mundo griego y redacta en su lengua algunos libros. Aunque original, su obra marca, sin embargo, el tránsito hacia una decadencia: ese gusto por lo helénico, por la reconstrucción arqueológica, por las rarezas más dispares y el detalle personal y escabroso, es tendencia de la época 10 —simbolizada por el propio Adriano, «el pequeño griego»— que acabará sustituyendo al final de la centuria, y en las siguientes, la literatura creativa por compendios y florilegios librescos, la historia política por las vidas de los emperadores 11 . Dentro de este marco se adaptaba perfectamente lo biográfico (que Suetonio ya debió explotar en los tratados perdidos Sobre heteras famosas y Sobre los reyes), y por tanto la historia literaria tal como Grecia la había entendido, y la había trasladado Varrón a Roma: una enciclopedia erudita de vidas de escritores.