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«De uiris illustribus»

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Por esta misma época los filólogos alejandrinos habían desviado otra vez una parte del caudal biográfico de la literatura y la moral al terreno científico. El interés por restablecer los textos clásicos que se almacenaban confusos en la Biblioteca de Alejandría, condujo a grandes obras de sistematización: Calímaco escribe en 120 volúmenes Índices (Pinakes) de todos los que se distinguieron en cada sector de la cultura y de sus escritos , con el fin de catalogar las existencias distribuyendo por categorías los autores: poetas, filósofos, historiadores, oradores, gramáticos, médicos, músicos. Aunque obra en esencia bibliográfica, dejó sentada la clasificación que seguirán sus colaboradores en el terreno biográfico, así como el epígrafe englobador que deriva en el cliché Perì endóxón andrôn (de uiris illustribus) , y que se pudo aplicar desde entonces con exclusividad a los «varones que brillaron en las letras» 9 .

Aunque tales obras proliferaron, el único ejemplo clásico que deja distinguir su forma externa es el de Suetonio (v. pág. 29). No era nueva, como vimos, la presentación de biografías seriadas, pero sí el fin «filológico» para el que se utilizaron las investigaciones reunidas en esas obras de conjunto: la edición de textos. Según los exégetas antiguos requería ésta, junto al comentario, unos apuntes sobre la vida del autor para ayudar a la comprensión de su libro (v. pág. 167). En los manuscritos de los escolios, o en ediciones sin comentario, aparecen estos bosquejos con el título de Génos , o Génos kaì Bíos: proceden de sucesivas generaciones de gramáticos que fueron copiando, ya como anónimos, tanto las enarrationes como los bíoi de los primeros alejandrinos 10 . Es el mismo proceso por el que conservamos en Donato y Servio los fragmentos importantes del De poetis suetoniano, o las vidas de Tibulo y Plinio junto al texto desnudo. Al margen de esta biografía quedó el prodesse y el delectare , y prevaleció el docere: la información. Se consignan las variantes eruditas con intentos de resolución crítica, se pone el énfasis en la obra —no en el carácter— aunque en sus aspectos más externos: falsas atribuciones, cronología, etc. Calímaco mismo continúa la labor de Aristóteles con las didascalias. Ahora bien, la novedad en este campo corresponde a Eratóstenes (275-195), que utiliza los indicios históricos de los textos, diferencia los personajes homónimos 11 , fija el cómputo por Olimpíadas, etc. Sus progresos fueron desvirtuados por Apolodoro (s. II a. C.), culpable de muchos errores en la historia literaria con sus «sincronismos» 12 y la localización sistemática del acmé —cuyo uso establece— a los 40 años. Vemos, pues, cómo los nuevos métodos degeneran; pero es que además los alejandrinos operaron en gran medida sobre el material trasmitido, incluidas las fabulaciones, sólo que ahora todo ello envuelto en el estilo seco de la erudición y la crítica. Si admitimos la división formal entre Bíos peripatético y Bíos gramatical, la narración hilada de nacimiento a muerte se sustituye por una sucesión de epígrafes sueltos (non per tempora sed per species) 13 según este esquema-modelo (por la variedad en el orden y división del encasillado sería mejor hablar de apartados característicos):

1) el génos (antepasados, padre y circunstancias en torno al nacimiento);

2) infancia y juventud, destacando la educación, maestros, precocidad que delata al genio;

3) en el centro, la producción que, en un escritor, representa su floruit ;

4) personalidad, carácter, modo de vida, aspecto físico, relaciones con otros personajes famosos, y algún que otro hecho relevante, que se deshilvanan en breves apartados, sin intento de integrarlos en un cuadro armónico;

5) forma de muerte, testamento, tumba, fortuna en la posteridad (lo que no cerraba necesariamente la biografía).

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