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INTRODUCCIÓN GENERAL El origen de la biografía literaria

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Los primeros productos biográficos resultaron en Grecia en el s. IV de la fusión de una costumbre ancestral —cantar las hazañas de los héroes nacionales— con el desarrollo simultáneo del individualismo y la prosa. Paralelamente en Roma, el hábito autóctono que consistía en el elogio del miembro de la gens recien fallecido (laudatio funebris) por sus descendientes, fue impulsado más tarde por las técnicas del discurso dando lugar a la oratoria panegírica y a formaciones prosísticas como el Agrícola de Tácito o, en escala menor, el Atico de Nepote.

Pero la llamada biografía literaria, que es biografía de los hombres que ejercieron en el campo de la cultura, nace de un impulso más racionalista que la encomiástica, y no en balde por obra de Aristóteles y sus discípulos. Bajo el nuevo principio científico del empirismo deductivo, el Liceo se dedicó a la recopilación exhaustiva de datos en todos los ámbitos de la vida y la cultura, y a su sistematización en historias de las ciencias: para ello se ordenaban los hechos temporalmente, poniendo especial relieve en los «hallazgos» (eurḗmata) y en los «inventores» que señalaban el progreso en cada rama del saber. Para la historia de la literatura, Aristóteles mismo montó sobre las didascalias una armazón cronológica, y escribió una obra Acerca de los poetas (Perì poiētôn) que, por lo que dejan ver los fragmentos, tuvo también carácter historicista 1 . Seguramente él la concibió como base necesaria para su Poética . Del mismo modo que en la busca de leyes psicológicas y sociales para la Política y los escritos éticos, se observaron las conductas de los individuos y los hábitos de los pueblos, resultando lateralmente géneros literarios como el de las tipologías humanas, iniciado por los Caracteres éticos de Teofrasto, o los tratados Sobrė formas de vida (Perì bíon) , en los que personajes históricos (especialmente filósofos, representantes por antonomasia de un modus uiuendi) , o naciones enteras, servían para ejemplificar los bíoi teóricos según los matices que la ética, entendida como ars uitae , había cargado sobre el término. Sus conclusiones están en la base de la antigua biografía: los actos como reflejo del ser interior 2 .

Así quedan abiertos los dos cauces por los que fluye la biografía peripatética: el técnico-erudito y el moral, pero uno y otro entremezclados y enturbiados desde las primeras generaciones de discípulos por un signo que caracterizó la época, el gusto por lo novelesco y sensacionalista, y el predominio, en una literatura destinada a la divulgación, de los valores formales sobre la especulación abstracta 3 .

Aunque de los artífices de esta biografía sólo (salvo una excepción, v. pág. 12) conservamos citas en misceláneas y literatura biográfica tardía (Ateneo, Plutarco, Diógenes Laercio), éstas arrojan bastante luz sobre algunos de ellos, sobre las distintas corrientes y los rasgos comunes que las reunieron finalmente en un género. Así, ya sea defendiendo como Aristoxeno (hacia 375 a. C.) —el llamado padre de la biografía literaria— una postura ética concreta («la mejor forma de vida es la pitagórica»), ya sea en el acopio de datos histórico-literarios como Camaleon (350-281?), se escogen personajes remotos (Arquitas, Pitágoras, Platón, Homero, Hesíodo, Tespis, etc.), cuya fisonomía corría ya desfigurada por la leyenda en virtud de la paulatina atribución de sentencias, chrías , anécdotas…, y se pintan minucias de la personalidad y del carácter con más agrado que las peculiaridades intelectuales o artísticas. Ellos mismos contribuyen a engrosar el material tradicional con la invención idealizadora o la calumnia 4 en función de polémicas de escuela, o utilizando abusivamente los versos de los poetas y el chismorreo paródico de la Comedia Antigua como fuentes biográficas 5 . Por la misma época los historiadores —dentro o fuera del Peripatos— comienzan a aplicar el mismo tratamiento individualista, moralizante y escandaloso a sus personajes, con lo que una biografía política, surgida dentro de la historia, vino a confluir con la de poetas y filósofos.

A fines del s. III , algunos autores de bíoi , al parecer sólo por ese hecho, son apodados «el peripatético», y uno de ellos, Sátiro, incluye hombres de acción y de letras en una misma obra: ello significa el reconocimiento de un género con una forma y un enfoque determinados. Leo dedujo lo que pudieron ser éstos comparando los fragmentos de los antiguos con Plutarco, su presunto continuador; compartiría con ellos la prosa artística y amena y la intención edificante: no se trata de contar la vida y milagros de un personaje, sino de trazar el cuadro de su personalidad, teñida previamente de un cierto color moral. Por eso y según el postulado aristotélico de que el éthos sólo puede captarse en los modos «habituales» de conducta, para el biógrafo hechos históricos trascendentales son historia áchreston , relato inútil, mientras una anécdota pasajera, un chiste pueden ser reveladores 6 . Así quedaron excluidos de la biografía antigua el entorno social, el político y otros, telón de fondo que hoy parece tan esencial.

Con el hallazgo en 1912 del papiro de Oxirrinco 9 n.° 1176, se tuvo el primer documento directo de uno de estos escritores: un fragmento considerable del Bíos de Eurípides de Sátiro. La reconstrucción de Leo sólo tropezó en un punto llamativo, su carácter dialógico 7 . Pero nos interesa especialmente la subscriptio: Catálogo (anagraphḗ) de los bíoi de Sátiro , que evoca las fórmulas con que se citará la obra de Suetonio (cf. pág. 28): estamos probablemente ante una colección de vidas con engarce cronológico. La organización interna por campos culturales está más clara en algunos subtítulos («Médicos ilustres», «Los legisladores», etc.) de otro coetáneo, Hermipo de Esmirna, llamado por Jerónimo «el Peripatético» y por Ateneo «el Calimaqueo», o sea el discípulo de Calímaco: la lista de obras y el testamento que incorporó en sus Bíoi veremos que cuadran mejor con el segundo apodo 8 .

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