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LA RESISTENCIA A TALES CAMBIOS
ОглавлениеNaturalmente tal abundancia de cambios atrajo el descontento de muchos. Ni siquiera la emperatriz, con todo su prestigio, podía proponer tantas transformaciones sin levantar recelos y resistencias. Los antiguos funcionarios y burócratas continuaron aferrados a sus costumbres ancestrales y la resistencia se manifestó en un obstinado apego a lo habitual, lo tradicional, lo de siempre. De no ser porque los mandatos emanaban del Viejo Buda, seguramente la resistencia hubiese tomado una forma violenta, pero todos la temían y se guardaron muy mucho de exteriorizar su oposición o descontento.
En Pekín no había prensa, sobre todo prensa crítica, pero en las provincias del sur, en Shanghai y en Hong Kong, los periódicos desaprobaban abiertamente las medidas adoptadas por la emperatriz. Fue acusada de seguir al pie de la letra los mandatos de los diablos extranjeros, de los hombres peludos primarios y de los enanos del Japón; sin apreciar su inteligencia que le hacía ver lo necesario de esos cambios, que por otra parte odiaba. Acusaron a la emperatriz viuda de querer destruir las esencias del pasado y la tradición milenaria. No apreciaron su talento y astucia para manejar una situación explosiva a corto plazo.
Por otro lado, los extranjeros, Inglaterra, Alemania, Francia, Austria, Rusia, sospechaban que la emperatriz los engañaba con fingidos propósitos; recordaban su actitud anterior de franca hostilidad a todo lo extranjero, su conocida xenofobia y por ello no se creían que las intenciones de la soberana fuesen verdaderas. En realidad nadie le daba el crédito que necesitaba para llevar a cabo su envite por la modernidad. Ni unos ni otros comprendieron la energía y la virilidad de esta mujer anciana. Había tenido errores, pero no por ello dejaba de ser un político de primera fila, un conductor de hombres, un talento dirigente, un gobernante experimentado.
Los periódicos de Shanghai y de Hong Kong publicaban cada día diatribas a los menores actos de la emperatriz. Un crítico escribía:
Es poco creíble que a su edad pueda cambiar todas sus costumbres y hacer nuevas amistades tan contrarias a su educación y su carácter. ¿No se preguntarán los extranjeros si Su Majestad puede sinceramente sentir el menor afecto a unas gentes que han saqueado su palacio y la han obligado a entregar al verdugo [el tratado de paz tras el levantamiento de los bóxers establecía el compromiso del Gobierno chino de ejecutar a 10 oficiales implicados en la revuelta] a sus colaboradores más fieles y más seguros?
En todo caso, Cixí estaba convencida de la bondad de su proyecto y continuó el camino que se había trazado para sacar a China de su marasmo de siglos. Tenía que vencer prejuicios por ambas partes, entre los nacionales y los extranjeros, además existían alianzas y pactos de intereses en ambos lados, era una obra formidable, incluso para una personalidad como la suya. Necesitaba tiempo, aun con el empuje de toda una mujer de talento, pero tiempo era precisamente lo que no tenía el Viejo Buda. La nave del Estado iba a la deriva, había controversia de todos los lados, sin su mano el Estado encallaría en las dificultades que presentaba este modo nuevo de gobernar que deseaba implantar la emperatriz.