Читать книгу Los mejores reyes fueron reinas - Vicenta Marquez de la Plata - Страница 9
LA LLEGADA AL PALACIO IMPERIAL
ОглавлениеDurante el período de luto por la muerte del emperador, estaba prohibido casarse, pero trascurrido este, que duraba veintiocho días, ya se podía efectuar cualquier boda. Mediante decreto se llamó al Palacio Imperial a todas las jóvenes manchúes que fuesen bellas y de edad núbil para poder elegir entre ellas a las que habían de configurar el harén del nuevo soberano. El que ahora iba a ser emperador de la China ya había tomado por esposa a una doncella, que no era otra que la hija mayor de Muyangga, el protector de la familia de Ye-ho-na-la. Desgraciadamente ella había muerto antes de que su marido subiese al trono. Entre las jóvenes damas que acudieron al llamamiento del emperador —más bien de la madre del emperador, que era la que escogía a las adolescentes— estaban la segunda hija de Muyanga, de nombre Niohuru y la prima de esta, Yehenara.
Como hemos apuntado someramente, era costumbre que la madre del emperador examinase a las muchachas que optaban al honorable puesto de concubina del soberano. El 14 de junio de 1850, desfilaron unas sesenta muchachas ante la mirada atenta de la viuda de Daoguang. De las que eligió veinticuatro. No terminaba ahí el papel de la viuda, había de adjudicar a cada una su rango en la jerarquía de las esposas. Estas jerarquías eran cuatro: las fe, las pen, las kueyeng, y las tch´ang tse. Niohuru fue admitida como pen y Yehenara como kueyen o ‘persona honorable’.
No dejaremos de mencionar que las concubinas, salvo excepciones, eran algo más que servidoras de la viuda y dependían de su buena voluntad para ascender hacia el emperador. En los asuntos domésticos la viuda ejercía una autoridad sin límites, aunque a veces el emperador podía elegir entre las concubinas.
Palanquín chino
A Yehenara, como honor particular, se le envió un palanquín cerrado. Una dama de palacio, cuyo nombre era Yi, fue enviada a mediodía, tal y como previamente se les había anunciado a los parientes de la joven por medio de un eunuco. Los vecinos de la familia al verla así encumbrada salieron a ambos lados de la calle para alegrase con el gran honor y distinción que se otorgaba a una de sus conciudadanas y vecinas.
Cuando llegó el palanquín los eunucos rogaron a la dama Yi que descendiera, y así lo hizo, entró en la sala principal y ocupó el sitio de honor. Todos se acercaron a saludar a la matrona y se arrodillaron, menos la madre de la escogida joven y los parientes ancianos. Seguidamente se sirvió un banquete y se colocó a Yehenara en un sitial más alto que el de su madre en señal de su ascensión en la escala social. Tras el banquete, a la caída de la tarde, la dama Yi advirtió que era la hora de partir, la honorable persona se despidió de su familia con sentidas muestras de afecto y tras dejar un regalo a cada uno partió hacia palacio. Antes de partir, la dama acompañante advirtió a la madre de Yehenara que siempre que quisiera podía visitar a su hija en la Ciudad Prohibida, su hija en cambio no podría salir de allí salvo por algún motivo muy relevante. La vida de la joven había cambiado trascendentalmente.