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Teorías infantiles y universales

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En la búsqueda de respuesta al enigma que pone en marcha el pensamiento, el sujeto “pone el cuerpo”, como lo demuestran las “Teorías sexuales infantiles”; es un hecho que éstas resisten a cualquier “ilustración objetiva” y cualquiera que pretenda ejercer su autoridad intentando desmentirlas se erigirá como la figura de un impostor. (12) No son fruto del capricho, insiste Freud, cada una de ellas contiene “una parte de verdad” por vincularse a las pulsiones (que se distinguen de las necesidades del organismo), una parte opaca para todo ser hablante pero vinculada a una satisfacción real, libidinal, razón por la cual el sujeto adhiere a tales teorías de manera tenaz. El pensamiento no es neutro, ni el resultado de un conocimiento del mundo; Lacan, retomando el axioma aristotélico según el cual “el hombre piensa con su alma” ofrece la versión analítica: “el hombre piensa con su objeto” (13) destacando un plus, un añadido pulsional a las representaciones.

Freud equipara las teorías infantiles a las “geniales” construcciones de los adultos como tentativas para resolver los problemas universales que desafían el pensamiento y cuyo “eco puede hacerse sentir en los enigmas que nos plantean los mitos y leyendas”. Aunque admite que los trabajos de la investigación infantil son infructuosos porque topan con una imposibilidad –la ausencia de la representación de la relación sexual– (14), un impasse que condiciona su “fracaso típico”, Freud deja claro que su importancia subjetiva no puede minimizarse, luego del primer desengaño que sufre por parte de los adultos de confianza, la pesquisa es llevada a cabo “solitariamente y constituye el primer paso del niño hacia su orientación independiente en el mundo…”. (15)

Dicho fracaso no es imputable a su inteligencia sino a algo “radicalmente inasimilable” en lo simbólico: “…la existencia singular del sujeto sencillamente”. (16) Por este motivo el auténtico “trauma de nacimiento” es el nacimiento de la subjetividad en el campo del lenguaje, donde se revela la “doble vida” del ser humano: a diferencia del animal, su ser no puede identificarse al cuerpo, su advenimiento en la palabra inaugura una dimensión “más allá de la vida” (17), al recibir, a la vez, la impronta, el anticipo de la “segunda muerte” que se materializa en la sepultura individualizando la muerte biológica. (18)

Por esta razón, y aún cuando haya podido resolverse de manera más o menos estandarizada, la pregunta por el origen y por la esencia del ser humano se reedita en ciertas circunstancias de la vida revelando la insuficiencia de la respuesta de Edipo; incluso se formula en la urgencia, como las que experimentan los llamados “migrantes” que malviven en los campos de refugiados sirios y claman por ser considerados en su humanidad. “¿Soy un hombre? ¿A qué se parece un hombre?” exclama el personaje de Arlequín de la ópera El emperador de la Atlántida, escrita por Víctor Ullman en Therensinstat, una de las antesalas de Auschwitz. (19) Un interrogante que el Doctor Pietro Bartolo tomó muy en serio al preocuparse por confeccionar un registro exhaustivo de los náufragos y concederles, incluso a los bebés que no llegaron vivos a Lampedusa, el entierro debido a los seres hablantes.

La pregunta por el ser se reaviva también en determinados momentos cruciales de la historia personal, como el que vivió Max Beckman, autor del cuadro El traslado de las esfinges, iniciado durante su voluntario exilio, antes de la derrota inminente de los nazis, en el momento en que decidió no volver a Alemania y embarcarse hacia Estados Unidos. No sin trasladar con él las esfinges, en plural, con las que su genio artístico figura un pasaje decisivo de su recorrido vital.

Del impacto y la reacción posterior a la vivencia de desamparo que ocasiona el encuentro traumático con nuestra condición humana despertando al enigma de la vida dependerá, entre otros aspectos, el futuro intelectual del niño o la niña. Lo que pienso no es más que la acentuación del Yo sé para olvidar que yo no sé, que es su origen real, (20) causa del inconsciente, origen de la brecha, de la división que experimenta como un desgarro todo ser hablante y que Freud nombra “conflicto psíquico” o “disociación psíquica”.

Un discurso que toma en cuenta esta lógica del funcionamiento mental no puede convertirse, por lo tanto, en una “concepción del universo” que el pensamiento fabrica bajo la tendencia a ignorar lo que no se puede saber y que Freud define como “una construcción intelectual que resuelve unitariamente, sobre la base de una hipótesis superior todos los problemas de nuestro ser y en la cual, por tanto, no queda abierta ninguna interrogación y encuentra su lugar determinado todo lo que requiere nuestro interés”. (21) Funciona pues como un diccionario mental, un decodificador fantasmático destinado a suturar con respuestas universales “los grandes problemas de la ciencia y de la vida”.

En el siglo XXI estos problemas atañen muy directamente a “la procreación, la filiación y la sexualidad” (22), los cambios que se están produciendo alcanzan tal magnitud que tiemblan los pilares de lo simbólico sobre los cuales se había conformado el Otro social, en el marco de una serie de “normas” y predicados universales que aportaban las significaciones estables dando forma a las tradiciones. Según François Ansermet las posibilidades insólitas que ha abierto la biotecnología en el campo de la procreación nos enfrentan a una ausencia de representación, a un “exceso” que muestra la insuficiencia del lenguaje y desencadena dos tipos de respuesta: por un lado, los “tecno-profetas” –quienes anticipan llegar cada vez más lejos en la manera de concebir un niño– y por otro, los “bio-catastrofistas”, los conservadores, que auguran un cataclismo si todas las referencias saltan por los aires. No duda en definir los Comités de ética, (él mismo miembro de la Comisión Nacional en Francia), que reciben las constantes primicias como “observatorios del vértigo, de la perplejidad y de la angustia”. (23)

Cuando una persona proclama: “Soy un hombre y estoy embarazado” (24) como lo ha hecho recientemente el activista trans Pol Galofre en un periódico catalán, conmueve el lazo entre sexualidad y procreación, renueva la pregunta por el origen ¿De dónde vienen los niños? y exige que nos tomemos la molestia a fin de incorporar las novedades que cada día asoman a la experiencia. Debemos estar a la altura de los desafíos de la clínica que supone añadir, a las causas biológicas, otro tipo de causalidad, que Freud y Lacan denominaron “causalidad psíquica” y de este modo evitar un ciego determinismo: “No hay que hacer del origen un destino”. (25)

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