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La institución frente a la desinserción
ОглавлениеLos reclusorios alojan a esos sujetos en ruptura con el lazo social que, por causa de su acto delictivo, la ley ha determinado la privación de su libertad y detención en una institución cerrada que les provea un tratamiento apropiado. El discurso jurídico les da también una nominación: se trata de personas privadas de su libertad – “p.p.l.”, en su versión abreviada; a partir del delito cometido, adquieren así un estatuto simbólico y una estructura que los contiene.
Habría que probar si el pasaje al acto criminal no emerge, acaso, como un modo del sujeto de buscar alguna identificación que lo recupere de la condición de objeto resto en la que ha advenido su existencia y, en tal caso, pensar de qué manera la institución podría posibilitarle, además, una chance para reinsertarse luego en algún lazo social posible. El punto de impasse resulta en que, capturado en la propia tragedia de su origen, se termina auto-cumpliendo la identificación con el objeto segregado (de la que el sujeto aspiraría a separarse sin conseguirlo con éxito).
Ahora bien, si tal como lo interpretó Lacan, la hipermodernidad se caracteriza por el ascenso al cenit del objeto a, que tiene como corolario el recrudecimiento del imperativo de goce, no es de extrañarnos que se incrementen los crímenes en el mundo. Deberíamos explorar la siguiente hipótesis: si las violencias obedecen a una tentativa del sujeto de restituir al Otro que no existe en estos tiempos –quizás como un dato de resistencia del sujeto al empuje a su objetalización–. Pensar las violencias como un síntoma social que denuncia una iniciativa del sujeto para rescatarse e inventarse algún enlace sintomático con el Otro que no existe, nos abre una novedosa dimensión para los tratamientos de las p.p.l. en las instituciones. En principio, nos permitiría dar un paso más allá de la cárcel como solución ortopédica para el sujeto a quien le ha fallado su propio sistema de interdicción, aportando el psicoanálisis para la recomposición de un anudamiento posible con el Otro. Quizás esto exija de la institución dar cabida en su lenguaje a la singularidad de la excepción, acogiendo al conjunto de las p.p.l. en el uno por uno de su excepcionalidad, pero no solo conteniendo a la persona privada de su libertad sino, también, alojando al desecho constitutivo de cada una que, justamente, le ha quebrado el lazo social. En este punto, el psicoanálisis puede contribuir a discernir eso. “El clínico de orientación psicoanalítica mide en su acto la manera en que completa el síntoma de quien a él se dirige, no para curarlo sino para restituirle la capacidad de soportar lo que en todo síntoma hay de objeción a la inserción en el régimen de lo universal. Desde este punto de vista todos estamos desinsertados del Otro, no tenemos la garantía del ser”. (12)
Recuerdo el caso de una p.p.l. que tuvimos oportunidad de entrevistar, una mujer de la cual no se sabe su nombre exacto, podría llamarse con cualquiera de tres apellidos; tampoco se sabe su edad –“Es la que ella refiere”–, podría haber nacido quién sabe dónde ni cuándo. No hay información sobre ella, jamás recibe visitas, es alguien en completo estado de abandono, quien, además, manifiesta un retraso mental importante.
Exiliada del Otro, alojada en el Centro, allí se inventó muchas “mamás”, hace berrinches con frecuencia y le gusta llamar la atención de las servidoras públicas. Su madre biológica nunca se hizo cargo de ella, en su infancia vivía con su abuelito, cuya muerte la dejó sin hogar, a partir de lo cual comenzó a llevar vida de calle hasta ser cobijada en un albergue donde recibía cama y comida. En este sentido, es muy pertinente la línea de investigación que propone Irene Greiser (13) en cuanto a la clínica de la desinserción social: la invitación es detenerse en el Otro materno, indagar en la condición de un Otro materno que inserta o no al sujeto en un lazo.
Tal cual Freud precisó, “la desprotección no sólo hace referencia a lo exterior sino a la relación del sujeto con la propia dimensión pulsional, por eso la función del Otro es primordial. Sabemos que la desprotección externa puede hacer emerger lo peor de cada uno”. (14) El equipo profesional relata que esta p.p.l. sufre de crisis muy fuertes que toman su cuerpo, cobra una fuerza extrema y se vuelve muy violenta. Hace falta allí la presencia de un Otro que la contenga, evite accidentes y situaciones peligrosas tanto para ella como para los cercanos, “tengo ganas de pegar” –advierte en esos momentos (¡Claro que habla!).
Antes de su ingreso al Centro, jugando con una compañera en el albergue, ésta la abrazó, a ella le molestó, le dio una crisis, y le clavó un trozo de vidrio en el cuello que la desangró hasta morir. “Maté a mi compañera –dirá con un dolor horroroso–. Sólo recuerdo que la sangre estaba calientita”. Un efecto de humanización sorpresivo para los presentes y ¡también para la misma p.p.l.!
A lo largo de la entrevista despliega su historia a pesar de las limitaciones de su discurso: recuerdos simples y primarios de su infancia (toda la familia reunida alrededor de un fuego, la abuelita cocinando en una olla), y otros, nefastos, y traumáticos (el hermano mayor golpeando con un palo de hierro a su hermana embarazada). ¡Y parecía que no había sujeto! Habría que apostar a un tratamiento por la vía de la palabra como medio para reconstituir su humanidad en cuanto ser parlante –quizás entrando en el programa de la civilización, se reducirían las crisis de violencia que la invaden–.
¡Qué falencias tan primarias para su inserción en algún discurso que le posibilite alguna identificación como sujeto! Ni siquiera lo básico, un S1 que le dé un nombre, una pertenencia a un grupo familiar, un ser parte de alguna estructura; tampoco hay punto de localización en el tiempo que le brinde alguna referencia desde donde orientarse para alguna contabilidad de años, edades, períodos. ¿Con qué inventarse algún recurso que le provea estabilidad frente a tal invasión de desasosiego?
Para Lacan el sujeto adviene identificándose al S1 elemental, y en cierta manera en esta identificación muere en tanto ser de goce, para luego advenir representado a través de ese significante rígido –es la identificación primordial que hace surgir al ser en tanto humano–. En la medida en que ese S1 se articula con un S2 (el significante del saber), se desprende del cuerpo el famoso objeto a, y se relanza su existencia en articulación con un discurso; el sujeto renace a una nueva vida anudado a lo simbólico, desapareciendo a su vez del dominio significante en cuanto surge como efecto de verdad. Cito a Miller: “Podemos decir que es un deseo fundamental en el ser hablante el deseo de inserción. El ser hablante desea insertarse. […] Y sabemos que cuando hay un sujeto con un deseo de des-inserción, es algo que puede ir hasta el suicidio social y el suicidio vital”. (15) Desde esta perspectiva, podemos pensar que, en el caso referido, la falla primaria de “la muerte del sujeto” –necesaria para su inscripción en tanto tal– retorna mortalmente en el cuerpo vía “las crisis de violencia” que la invade en un llamado desesperado al Otro contenedor. Al no haber operación de separación entre el sujeto y el objeto, no hay función objeto, no hay tampoco condición sujeto –el mismo es arrasado por las pulsiones desenfrenadas–.
El sistema penitenciario acoge, entonces, a estos sujetos para su observación y recuperación de su funcionalidad social durante su aislamiento; la psiquiatría contribuye con su nosología y según el cuadro clínico, prescribirá el tratamiento y la medicación conveniente. Por las cualidades propias de la estructura (encierro, relegamiento socio-afectivo, el tedio de las rutinas), las probabilidades de objetalización del sujeto resultan muy altas, más aún si se trata de un sujeto psicótico con cierta inercia per se a esa condición. Es allí que la presencia de un analista en la institución resulta clave para encausar un soporte en la palabra que preserve al sujeto de la tendencia a caer en el lugar de desecho, tanto por parte de la familia como de la sociedad (“mujeres”, “locas”, y “criminales” –una combinación letal–).