Читать книгу La COVID-19 y los cambios en la integración latinoamericana y europea - Viviana García Pinzón - Страница 7
Introducción
ОглавлениеLa covid-19 es la primera pandemia que vive el mundo en el contexto de un proceso de interdependencia e intercomunicación planetaria, que aceleró no solo los contagios, sino también la reacción de los países para enfrentarla. Lamentablemente, fue una reacción individual y particular de cada país, cuando los procesos de integración existentes podrían haber sido en la pandemia —y deberán serlo en la pospandemia— instrumentos válidos y efectivos para racionalizar y maximizar el aprovechamiento de recursos y la eficiencia de las medidas establecidas para enfrentarla.
La pandemia de la covid-19 es producida por una de las variantes del coronavirus existente hace ya un tiempo. Ha sido precedida en el presente siglo por otros coronavirus, como el sars en el 2003, que causó el síndrome respiratorio agudo grave; el mers en el 2012, conocido como síndrome respiratorio de Oriente Medio; y ahora la covid-19, más transmisible que los anteriores. Los coronavirus son una gran familia, y la covid-19 pertenece a los alfacoronavirus presentes en los mamíferos. Hay también otros tipos como los betacoronavirus, adaptados principalmente a los murciélagos, pero poco a los humanos, por lo cual, al pasar a estos, se produce un choque entre el microorganismo y el humano que lo aloja.
Las epidemias han venido aumentando su frecuencia y en buena medida esto se debe a enfermedades producidas por transmisiones de agentes patógenos entre animales y humanos, situación ocasionada especialmente por la deforestación y la presión sobre los animales: al ser expulsados de sus hábitats naturales, se ha facilitado el cruce con los humanos en ecosistemas desequilibrados, entre otros factores, por el calentamiento global. La realidad es que el origen de estas epidemias son los trastornos causados a la biodiversidad y que se requiere de una mayor vigilancia epidemiológica con el funcionamiento de alertas tempranas, tema del cual se deberán ocupar con más atención los procesos latinoamericanos de integración.
La covid-19 se convirtió en un problema en todo el planeta a causa de la realidad de un mundo interconectado e interdependiente. Ha sido enfrentado tanto de manera global, a través de organismos multilaterales como la Organización Mundial de la Salud (oms), la Organización Panamericana de la Salud (ops) y los procesos de integración (por ejemplo, el europeo), como de modo particular, con la actuación irregular de los Estados: unos responsables en las medidas para afrontar la pandemia y otros al facilitar su expansión y contagio. El seguimiento simultáneo de su evolución por todo el planeta ha estado acompañado de informaciones exageradas y distorsionadas de noticias falsas en las redes, que han ocasionado dificultades para la aceptación de las medidas de control y generado una mayor incertidumbre y angustia.
La esperanza es que estos largos meses vividos bajo la pandemia permitan que la humanidad reaccione y examine cómo y por qué contribuimos a que esta se produjera, replantee varios de los postulados y paradigmas que hasta ahora nos han regido, de tal manera que, en vez de continuar con la depredación del planeta y la actuación egoísta de países y personas, el mundo pase a un reforzamiento de los dispositivos globales y multilaterales y actúe con mayor solidaridad a través de la integración.
En la pospandemia, son previsibles varios ajustes en el proceso de globalización desarrollado en las últimas décadas para no continuar con un libre mercado caracterizado por la actuación especulativa y sin control del sistema financiero, que tan malos resultados ha tenido en la distribución del ingreso y en el agravamiento de las inequidades sociales. Lo aconsejable sería una reafirmación de un Estado de bienestar poskeynesiano que, en el caso de las políticas de salud pública, les otorgue la prioridad que se merecen para enfrentar de manera preventiva las consecuencias de la actual pandemia y de las nuevas pandemias que llegarán al planeta. Asimismo, es una oportunidad para otorgarle mayor apoyo a la responsabilidad de sacar adelante los compromisos de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2016-2030, entre los cuales el calentamiento global cobra especial relevancia, uno de los factores principales de la degradación de las condiciones de vida en el planeta. Los procesos latinoamericanos de integración tienen la responsabilidad de introducir los ajustes necesarios para incorporar estos nuevos elementos de políticas públicas y de orientación del desarrollo.
En el campo geopolítico, la pandemia pone en entredicho los débiles liderazgos existentes en muchos de los países, donde lamentablemente han tenido más protagonismo los liderazgos no colaborativos y donde el hiperpresidencialismo ha aprovechado la coyuntura para consolidar un mayor control de las instituciones. Todo ello debilita cada vez más el accionar y los alcances de la integración en América Latina.
En el continente, el caso más diciente ha sido el del Gobierno de Donald Trump que consideraba el multilateralismo como un juego de suma cero: lo que beneficia a otros países es perjudicial para el propio. Así, ejerció un liderazgo basado en políticas de aislamiento, de retiro de instancias internacionales y de desconocimiento de reglas multilaterales y acuerdos de integración ya suscritos. Varias fueron las consecuencias producidas: el marginamiento de Estados Unidos de las decisiones globales que debe tomar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el retiro de la Organización Mundial de la Salud y del Acuerdo de París sobre el Calentamiento Global, las críticas a la Corte Penal Internacional, la parálisis del accionar de la Organización Mundial del Comercio, el ataque de órganos de decisiones consensuadas como la Unión Europea, el retiro de acuerdos de integración como el Trans-Pacific Partnership y las modificaciones al Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Canadá y México.
Los recientes resultados de las elecciones estadounidenses permiten esperar que el nuevo Gobierno demócrata de Joe Biden vaya rectificando estas medidas equivocadas, a fin de que, en la pospandemia, Estados Unidos pueda participar en los distintos foros multilaterales donde se habrá de tomar medidas globales para enfrentar los estragos que deja la pandemia. En tal sentido, sería recomendable la revisión de los instrumentos de gobernabilidad mundial: varias organizaciones internacionales necesitan profundas reformas para adecuarse a las nuevas realidades del siglo xxi; lo multilateral debería disponer de reglas de aplicación mundial para enfrentar la pandemia y que eviten la ineficiencia de medidas fragmentadas o contradictorias de cada país. Este reposicionamiento a favor del multilateralismo es fundamental para los procesos latinoamericanos de integración, contexto en el que las reglas multilaterales como marco negociador de los acuerdos dan mayor seguridad y beneficios que el marco bilateral de negociación desde posiciones neoproteccionistas, como las del Gobierno saliente de Estados Unidos.
Ojalá los cambios de orientación de la política internacional contribuyan igualmente a detener la tendencia que venía ganando fuerza en varios lugares: la de un neoproteccionismo que incitaría al cierre de fronteras o a disminuir las medidas globales, regresando al aislamiento de posiciones nacionales, algunas con características xenófobas en ciertos países, que tanto daño causan al funcionamiento de los procesos de integración.
Un tema del cual preocuparse es el avance de Gobiernos autoritarios que ponen en peligro la continuidad de los sistemas democráticos en la pospandemia. Este incremento del autoritarismo es un serio peligro para el desarrollo y funcionamiento de los procesos de integración que necesitan, ante todo, de apertura, claridad y transparencia en su formulación e implementación.
Otro problema geopolítico en la pospandemia es el peligro de que poblaciones frustradas por los efectos desastrosos de desempleo, la falta de oportunidades y la pérdida de confianza en sus dirigentes pasen a apoyar y dar respaldo a caudillismos populistas de alternativas demagógicas y posiciones políticas extremas, con la reactivación de estilos de gobierno que perjudican notablemente los avances de la integración latinoamericana al contribuir a la división ideológica en la orientación de los procesos de integración.
Y es que, en el caso de la integración latinoamericana, no deja de ser muy preocupante el desinterés y la falta de iniciativa de acudir a instrumentos de los procesos regionales de integración para procurar una respuesta comunitaria y colectiva a la pandemia que unifique acciones, maximice la utilización de presupuestos y de ayudas internacionales y programe medidas para la pospandemia. Ha sido notorio el posicionamiento individual de cada país en la adopción de políticas contra el virus, sin las coordinaciones necesarias al menos de los ministros de Salud, bien sea en la Comunidad Andina y su convenio para temas sanitarios, en el Mercado Común del Sur (Mercosur) y su institucionalidad para temas sociales adelantados al comienzo de siglo, en el Sistema de la Integración Centroamericana (sica) para los países centroamericanos o en una Alianza del Pacífico sin institucionalidad y con el aislamiento del presidente López Obrador de México, a pesar de que Chile, Colombia y Perú fueron algunos de los países latinoamericanos con mayores niveles de contaminación.
Se debe insistir en que la integración puede y debe ser herramienta fundamental de trabajo comunitario, colectivo y consensuado, de espíritu solidario, que invite al tratamiento de dispositivos y medidas en la pospandemia y al replanteamiento de varios de los paradigmas que hasta ahora habían regido el mundo. Ya se trate de la recuperación de un Estado de bienestar más responsable de la aplicación de políticas públicas, comenzando por la salud, en un proceso de armonización de políticas macroeconómicas y sociales; del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de los compromisos sobre cambio climático o de enfrentar los estragos enormes de recesión mundial y desempleo ocasionados por la covid-19; en todos estos desafíos se requiere la revalorización de las políticas sociales y de empleo y de las políticas multilaterales, enmarcadas en los diferentes acuerdos comerciales que permitan aumentar exportaciones, reconstituir las economías mediante inversión y tecnología, desarrollar energías limpias sustitutivas o impulsar encadenamientos productivos generadores de valor en las exportaciones de la región que reemplacen la participación actual de las exportaciones de materias primas.
La integración latinoamericana tiene la oportunidad histórica de responder a la pandemia y posicionarse de manera unida en la pospandemia, reconsiderando objetivos y planes de acción orientados a consolidar una integración multidimensional que equipare aspectos económicos y comerciales con aspectos de profundas reformas sociales y políticas, en un contexto de economía más solidaria que proyecte superar egoísmos nacionales en favor del bien común. Los aspectos institucionales merecerían ser considerados a fin de contar con una institucionalidad al menos operativa y que, frente al desgaste de posiciones aisladas nacionales, permita a los Gobiernos trabajar de manera colaborativa, compartiendo su soberanía en la puesta en marcha de soluciones comunitarias al problema de inequidad y de distribución de la riqueza, a fin de alcanzar mejores resultados en el bienestar y las condiciones de vida de la población.
Los impactos y las consecuencias de la covid-19 en la pospandemia son de una dimensión tan variada y diversa que implicó tratarlos en dos colecciones diferentes. La presente colección del Grupo de Integración y Desarrollo en América Latina y Europa (Gridale), con los tomos 6, 7 y 8, está dedicada a analizar las temáticas desde la óptica y el enfoque de la integración en sus diferentes componentes multidimensionales. La colección Pensamiento Global está constituida por cuatro obras sobre impactos más generales y globales de la pandemia.