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2.4 LA SUPERVISIÓN CASO POR CASO

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Para finalizar, se quisiera mencionar la particularidad de la supervisión en el CAPsi, pues la misma es una supervisión del caso por caso, ejercicio clínico exhaustivo que demuestra que un caso no se parece a otro, por más que compartan el mismo diagnóstico. En relación a este punto, Miller (2012) en un capítulo titulado “Singularidad” plantea:

la pertenencia de un singular es un problema que atormenta a la clínica en relación con el diagnóstico, es lo que pone fácilmente en aprietos –si lo dejamos– al clínico en el control, y suele constituir lo más importante que se plantea: ¿se trata de una psicosis o de una neurosis?, ¿esta histeria es en realidad una psicosis? La inteligencia del practicante es requerida por la preocupación de repartir y asignar al paciente a una clase o a otra. Lo constatamos, y es una inquietud por otra parte muy difícil de desplazar. Resulta difícil darle la paz que puede hacer reinar el punto de vista de lo singular, en la medida en que implica un dejar ser: dejar ser a quien se confía a ustedes, dejarlo ser en su singularidad (p. 98).

El modelo de atención CAPsi parte de la concepción de la clínica psicológica como una praxis de lo singular, aspecto que incide en el discernimiento de la demanda, el ejercicio diagnóstico y el tratamiento. Castro-Sardi (2016), en un artículo titulado “Salud mental y atención psicosocial”, define la clínica psicológica del CAPsi como “una práctica que responde a una demanda de un sujeto que sufre y se dirige a un psicólogo en búsqueda de una salida de su malestar.” (p. 131). En este sentido, dentro del modelo de supervisión del Consultorio, resulta fundamental distinguir la demanda singular del que consulta, excluyendo “cualquier intervención que se realice con un individuo o grupo basado en una suposición de malestar atribuida a priori” (Castro-Sardi, 2016, p. 131).

En lo que al diagnóstico se refiere, hay que decir que si hay algo que enseña el modelo de supervisión CAPsi es que más allá de la estructura (neurosis, psicosis y perversión), e incluso del tipo clínico (histeria, neurosis obsesiva, esquizofrenia, etc.) se encuentra la singularidad subjetiva, lo que significa, por ejemplo, que un psicótico no se parece a otro. Esto implica una clínica de la escucha que surge “de una posición de no-saber y que permita al sujeto sufriente construir sus propias respuestas.” (Castro-Sardi, 2016, p. 132). De este modo, nos alejamos de la concepción de síntoma como un malestar que merece ser silenciado, así como de la tendencia a realizar un diagnóstico categorial basado en el DSM. En lugar de ello, concebimos al síntoma como “una construcción singular frente al malestar que se vive en el lazo social” (Castro-Sardi, 2016, p. 132); y al diagnóstico “como acto clínico, que debe surgir del juicio clínico basado en un saber clínico, y cuyo fin único es orientar una intervención.” (ídem). Intervención que además prioriza la identificación y potencialización de los recursos subjetivos y las redes de apoyo socio-comunitarias. (Castro-Sardi, 2016).

Martelo (2019) nos recuerda que los consultantes del Consultorio son personas que usualmente han pasado, o están pasando, por momentos de mucha angustia, lo cual los deja en algunos casos en situaciones de desamparo. En este sentido, el modelo CAPsi tal vez sea único en nuestro país, en tanto ofrece al practicante, muchas veces angustiado por la misma angustia del paciente, la posibilidad de supervisar cada sesión.

Sin embargo, esto es algo que si bien parte de una postura ética de respeto por la intimidad del consultante y una posición responsable de quienes crearon el modelo, lo cierto es que el practicante está sólo en ese encuentro con cada consultante, y en ese sentido tiene que retomar su formación teórica, pero también ir construyendo en el espacio de supervisión su propia manera de intervenir y evitar que su subjetividad esté en juego. (Martelo, 2019).

Por último, pero no por eso menos importante, en el espacio de supervisión del CAPsi también se realiza un ejercicio de construcción de caso clínico, que posteriormente es socializado en un ateneo clínico titulado Caso por Caso. En este espacio de discusión clínica el practicante debe dar cuenta del tratamiento efectuado, así como de su formación clínica, ante un público conformado por los estudiantes de psicología y comentadores del caso. Estos últimos no necesariamente son psicólogos, pueden ser profesionales de otras disciplinas, pues se parte del supuesto que el conocimiento se construye en un diálogo interdisciplinar. De este modo, la formación clínica que provee el CAPsi se asemeja al juego “piedra, papel y tijera” señalado por Schejtman (2013), en tanto la tijera conceptual es puesta a prueba en la experiencia práctica, la que a su vez es conceptualizada en el espacio de supervisión y formalizada en Caso por Caso, contribuyendo así al desarrollo de la teoría.

Y en lo que respecta a la pregunta por el tipo de saber que se pone en juego en el modo de supervisión CAPsi, consideramos que se trata del saber de aquel que ha pasado por la “experiencia de su práctica clínica”, y esta experiencia la ha tenido tanto el practicante de psicología como el supervisor clínico. Por esta razón, la supervisión es concebida como un espacio de diálogo donde no es posible supervisar sin escuchar, y donde lo que se supervisa es la enunciación del practicante.

Caso por caso: clínica y lazo social

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