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Pocas habían sido las veces en que había salido fuera de su laboratorio, desde que la contrataran, no necesitaba nada más; allí era feliz, sobre todo después de la gran decepción que le supuso la desaparición de su arrogante «doctorcito», y la agria sorpresa que le brindó el imbécil de Jamsi.

Unos meses le hicieron falta para pillarlo in fraganti con el director del museo en uno de los baños, una imagen que no lograba que desapareciera de su mente ¡y lo había intentado concienzudamente!, a base de destruirse muchísimas neuronas con tequila estándar de pub.

Sumado a ello, los rumores anteriores basados en que su inmerecido ascenso se debía a un «favor» que hizo a una importante documentalista, que sin profundizar en el mundo del chisme se resumirá en una palabra: cuero.

Las contundentes negativas de él, junto a la asombrosa capacidad de manipulación y la incredulidad de Shamsha habían hecho un pastel de consistencia casi perfecta, cada vez que lo recordaba, se sentía sumamente estúpida por haber creído la palabra de aquel miserable enano cabrón, para esto invirtió unas horas en la ingesta de una generosa cantidad de alcohol barato, acallar los reproches clavados con chinchetas recordatorias en las paredes de su cerebro que ponían en letras bien grandes: «TOOOONTAAA», no era tan fácil.

Desilusionada de nuevo con el amor, decidió aislarse en su laboratorio, centrándose en sus investigaciones, con los únicos amores que merecían su confianza, que siempre habían estado a su lado y nunca le habían fallado: sus maravillosos libros...

«Me siento tan vacío sin ella».

Charles exhala con fuerza.

—Ehhhh, ¿Qué pasa C., otra vez con la de los libros?, tranquilo, tío, ¡la encontraremos! —le espeta Lewis con los ojos cerrados y una tímida sonrisa dibujada en la comisura de los labios.

«Sé que me quería demasiado para quitarme la esperanza de encontrarla, sentí cómo su boca no decía lo que realmente pensaba, recuerdo el dolor de sus palabras clavadas en mi corazón, no era justo que la quisiera para mí de nuevo, pero dentro de mi egoísmo la fe de que estuviera viva y volverla a ver hacía que quisiera seguir en este mundo».

Diario de Charles TESMIN

—Tío, te has vuelto un «moñas», ¿has hablado con ella? —Charles mira a la desconocida y luego a su amigo.

—No, creo que no está preparada, mañana nos largamos de aquí y que hable cuando quiera, nada de presiones, está mucho mejor —Lewis, con los ojos cerrados, apoya la cabeza encima de sus manos, cruzadas tras de sí.

Abrió los ojos mirando fijamente a Charles, dejando entrever unos perfectos dientes a la vez que intercambian una mirada cómplice.

—Descansa socio, mañana será otro día, si fuera la de los libros caería rendida a tus pies, jajaja.

—La de los libros, no es tan simple como tú, jajaja.

Detrás de la máscara. Vol I

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