Читать книгу Detrás de la máscara. Vol I - XPM - Страница 12
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ОглавлениеEl tiempo pasó rápido. Llevaba tanto tiempo encerrada y era tan feliz que no sabía cuántas semanas o meses habían transcurrido, no necesitaba nada más, aquel sótano tenía todo lo que deseaba.
Mohosos y malolientes libros, que le daban todo el cariño y la vida que demandaba, los trataba con sumo cuidado y mimo, ellos eran todo lo que pedía para ser feliz.
Pero bajo esa coraza, sabía que le faltaba algo, se sentía incompleta, aquellos ojos verdes estaban grabados a fuego en el fondo de su mente, no se iban nunca, siempre la miraban una y otra vez con una ternura que la hacía tambalearse, intentaba pensar, distraerse y vivir inhibiendo ese recuerdo que insistía en volver una y otra vez, su cuerpo perdía fuerza con solo sentir aquella mirada, luchaba con ímpetu contra ellos, pero siempre terminaban por ganar todas las batallas.
—Maldita sea, Sham, ¡ya basta!, es un imbécil y… y… ¡un rarito!
El peor momento del día era cuando se tumbaba en la cama y cerraba los ojos, lo temía, su mente reproducía fielmente aquellos halos color esmeralda como si de un escaparate se tratara, la envolvían y hechizaban de tal forma que se agotaba antes de intentar ni tan siquiera luchar en una intensa batalla contra su razón.
……….
—¿Dónde estará? Bah, es un idiota, tú estás mejor aquí. Además, tú no eres una rara —Shamsha habla mirando al techo empedrado de su habitación.
Con el paso del tiempo, desarrolló tal pasión por aquellos muros, que se olvidó de las relaciones humanas, centrándose en sus amigos de papel podrido y en las paredes de cristal insonorizado que los protegían. Pasaba tanto tiempo inmersa en esa cueva que, sin darse cuenta, perdió toda relación con la realidad.
Inconscientemente, desarrolló agorafobia, tan solo contaba con veintiocho años y no necesitaba nada más que lo que se encontraba en el interior de aquel oscuro sótano, llegando a obsesionarse tanto que empezó por instalar una enorme cama para no tener que irse a casa cuando terminaba su jornada.
Poco a poco iba trayendo más enseres, ropa que colocaba en una de las numerosas habitaciones que allí había, utensilios y pequeños electrodomésticos de cocina hasta llegar a formarla en una de las habitaciones que antiguamente se había dedicado al cometido, para el que ahora servía de nuevo. Una versión mejorada de la estancia totalmente equipada: un sillón, cosas de aseo, juegos de mesa...
Shamsha permanecía ajena ante todo lo que sucedía en la superficie, hacía ya un tiempo que se había internado en el laboratorio.
Había convertido aquel sótano secreto de un antiguo palacete en su nuevo hogar, la parte visible era como cualquier otro museo, con la peculiaridad de que el conde al que pertenecía anteriormente, tenía una vida un poco peliaguda en cuanto a tendencias sexuales se refiere.
Phillip C H III, mandó construir numerosas cámaras secretas en el sótano, todas conectadas en una parte central que ahora eran los laboratorios subterráneos (y la cocina, su dormitorio, el cuarto de baño, etc.), unidos en una galería que daba a una única salida conocida, dotada de una seguridad extrema.
El epicentro de aquel escondido tesoro se hallaba un enorme jardín interior con luz natural (donde Shamsha había plantado algunas frutas y hortalizas), que provenía de un techo insonoro y camuflado para los viandantes.
Situado a varios metros de altura desde fuera, asemejaba ser el suelo del patio exterior, perfectamente mimetizado, invisible desde fuera, visible desde dentro, le fascinaba ver cómo la gente paseaba sobre él sin saber que ella disfrutaba de la paz de su huerto.
Se creía que el pozo situado en mitad del jardín fue el motivo por el que el conde compró el edificio antes de derrumbarlo y construir su palacete allí. Numerosos estudios databan al pozo de una época mucho más antigua que el resto de la construcción anterior, de hecho, el pozo fue protegido y se mantuvo intacto.
Cuenta la leyenda que el conde, mandó levantarlo allí con un pretexto falso, puesto que visitó por casualidad el semidestruido edificio y se obsesionó por comprarlo hasta casi perder la cordura.
Por las pinturas que se encontraron hechas por él, las malas lenguas decían que en el pozo había visto un ser brillante del que se enamoró perdidamente, escondiéndolo entre los muros de su fortaleza para que nadie pudiera quitarle aquel hermoso amor platónico.
Un día sin más, el misterioso conde desapareció, nadie supo más de él, nunca encontraron ningún resto o pista que llevara a su paradero, al no tener herederos, los familiares decidieron vender todas sus pertenencias y el palacete donarlo como museo para exponer algunas de las obras del conde y así intentar sepultar casi al completo su recuerdo y las habladurías que lo acompañaban.
La leyenda continúa en que su obsesión era tal con el ser que vio en el pozo, que un día se lanzó a su interior para buscarlo, donde se ahogó en las profundidades, volviendo cada cierto tiempo con su amado ser para pasear y admirar toda su obra…
A Shamsha todas las historias fantásticas le fascinaban, estaba encantada de formar parte de una leyenda, no había pruebas de nada, excepto los lienzos que quedaban en el museo, lo que en un principio era su lugar de trabajo, se convirtió en un hogar en el que estaba tan cómoda que no necesitaba salir desde que su huerto dio frutos, dejó de establecer cualquier tipo de contacto con el exterior y si por obligación o imposición de su jefe tenía que ver la luz del sol, intentaba que fuera el tiempo mínimo imprescindible para contentarlo.
«Miserable, cornuda con hombres y mujeres y encima expulsada de cualquier oportunidad de ascenso por ese cerdo impresentable, algún día el karma te devolverá todo lo que nos has jodido a todos».
Diario de Shamsha MENPER