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«Me miraba fijamente, sus dilatadas pupilas me atravesaban sin pudor, mis temblorosas rodillas chocaban entre sí, la pequeña toalla que enrollaba mi cuerpo se tambaleaba, no sabía qué hacer, se acercó a mí y muy despacio acercó su boca a la mía, sus labios eran suaves y carnosos, su boca sabía dulce, notaba cómo su lengua se introducía despacio dentro de mí, las piernas luchaban por mantenerme, sentía un hormigueo que les quitaba la fuerza lentamente…

Era mi primer beso de verdad, qué labios más bonitos, qué olor desprendía su cuerpo, el beso se convirtió en besos, cada vez más profundos, más apasionados, sus manos tímidas dejaron de serlo, bajaron de mi cintura a la parte baja de mi espalda, cada vez bajaban más y más, me apretaba las nalgas como si fuera a quedárselas, sentía cómo su deseo me poseía lentamente, con fuerza, de una manera tan dulce y a la vez tan salvaje que mi cuerpo se encendía, noté cómo la parte baja de mi ombligo cosquilleaba con más intensidad, una quemazón que no entendía qué era, pero me gustaba y mucho, corría como la electricidad entre mis piernas, su cuerpo se manifestaba, notaba algo apretándose contra mí, en ese momento no sabía exactamente qué sucedía, mi preocupación era el tiempo en que la toalla aguantaría la lucha manteniéndose en su lugar…

De repente, el niño dócil, tierno y con una sonrisa que quitaba la respiración se había transformado, no sonreía, me miraba de forma agresiva mientras se apretaba el labio inferior con tesón, cada beso incluía más presión, agarraba mi cabello con fuerza, era un dolor extraño, me gustaba, mordía mi cuello y labios cada vez de forma más animal, mi cerebro me había abandonado, el éxtasis me embriagaba, solo podía apretarle la espalda clavándole mis uñas.

Bajaba lentamente humedeciendo mi garganta, sentía sus dientes clavándose en mi carne cuando paró a la altura de mi clavícula, me miró a los ojos y me dijo: «eres preciosa, no sabes el tiempo que he tenido para imaginarme cómo sería esto contigo, siempre te he querido Shamsha, nunca me he atr…», le puse un dedo sobre los labios, «shhh, no me importa, importa el ahora, este es nuestro momento», la corriente se hizo intensa, noté humedad y temblor, era una sensación maravillosa, temía por si me caía, tenía miedo, me temblaban las manos, pero era él, cada vez que me miraba me hacía sentir segura...

Miró un segundo hacia abajo, con las manos temblorosas, cogió el nudo de la toalla, lo deshizo suavemente y dejó que se deslizara por mis pechos hasta llegar al suelo despacio.

Me observó completamente desnuda, se recreó, durante unos segundo su mirada se clavó en los turgentes y redondos senos que le saludaban terminados en una dura punta, posó sus manos sobre ellos, cerró los ojos mientras gemía, los masajeaba con suavidad, hacía hincapié en la apretada terminación, cerré los ojos, soltando una exclamación cuando de repente noté la humedad de sus labios, su lengua en compás con sus suaves manos jugaban a torturarme, no pude evitar que un grito ahogado se escapara de mi garganta, un gemido, continuó un rato hasta que desperté de mi letargo, lo deseaba, necesitaba más, me impuse, le quitaba la ropa con decisión, pero con lentitud, deleitándome en ese suave y perfectamente formado cuerpo; al llegar a los vaqueros, me costó un poco, estaba muy nerviosa, cuando lo tenía delante de mí y me di cuenta de que ya solo una fina tela nos separaba, mi cuerpo temblaba, mi violenta respiración hacía que mi pecho subiera y bajara contra el peso de sus manos que no se movían de él, me cogió la mano y me la metió por dentro de lo que seguía separándonos, me asusté, nunca pensé que fuera así, no podía agarrarlo del todo, dejó mi mano dentro, posó su mano por encima de la licra, me apretaba los nudillos para que hiciera más fuerza, caímos en la cama, él se puso sobre mí, lo miré, mis piernas lo envolvieron y apretaron como si fuera a escaparse, sentía que lo necesitaba para calmar lo que me sucedía, creí que me desmayaría si aquello no se me pasaba, mi cuerpo estaba fuera de sí, mi mente evasiva no respondía a ningún estímulo que no fuera él, hundí mi cara en su cuello, recuerdo aquel delicioso olor, qué mareo más maravilloso, mi mente disfrutaba de un adormecimiento sin igual, mi cuerpo era el dueño, algo ardiendo y húmedo me rozó de repente, presionaba, un gemido se escapó de su boca mientras mis uñas se hundían en su espalda…»

Diario de Shamsha MENPER

Detrás de la máscara. Vol I

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