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Ana seguía moviéndose al compás de la música y acariciando la espalda musculosa de Andrés cuando le llamaron la atención unos rugidos salvajes y unos silbidos. Desconcertada, levantó la mirada y se quedó dura como una piedra al ver a Pablo, observándola con mirada ardiente, sentado en una silla, muy cerca de ella. Le sonrió satisfecho por el espectáculo que estaba presenciando y la instó a seguir con una seña. Ana no podía creer lo que veían sus ojos, no solo tenía a Pablo sentado cerca de ella, sino que, además, se mostraba fascinado con el show que estaba dando con Florencia y el stripper. Se excitó con el solo hecho de saberse observada por su prometido y eso la hizo sentirse poderosa y sexi por unos instantes, ya que los nervios se apoderaron de ella. Mostrándose natural, se separó de Andrés y se situó a espaldas de Florencia para pedirle explicaciones, pero sin dejar de bailar sensualmente.

—Dime que fue cosa tuya dejar que los chicos vinieran a nuestra fiesta —le exigió saber. Conociéndola, sabía que era la artífice principal de esa extraña y alocada situación; dudaba que esa fuera una idea de su futuro marido.

Florencia no se mostró asombrada por las palabras de Ana porque, obviamente, sabía que Pablo estaba por llegar con sus amigos para ver el show, que no solo iba dirigido a Ana, sino también a él. Como habían acordado, le envió un mensaje de WhatsApp cuando estaba a punto de comenzar el espectáculo. Estaba tan ensimismada en el baile, que no se había percatado del momento en que entró Pablo con el resto de la banda. Agradeció que Micaela hubiera estado atenta y los hiciera pasar. Había hecho bien poniéndola al tanto de la última sorpresa de la noche… Sorpresa que la dejó muda y anonadada, porque jamás había imaginado encontrarse con un grupo que se tuviera tanta confianza como ese. Los hombres no solo no se molestaban porque las chicas disfrutaran de un show de striptease, sino que también participaban encantados.

Sin dejar de menearse de manera provocadora, se giró dándole la espalda a Andrés y se encontró con la mirada asesina de su amiga y con los gritos eufóricos de sus amigos, que estaban encantados con el espectáculo que estaban dando. Se meneó con más lascivia buscando excitar al género masculino, especialmente a Fernando, que seguramente estaba observándola, oculto en algún lugar. Andrés se pegó más a su espalda y recorrió su cuerpo con sus grandes manos y la acompañó en sus movimientos. Florencia obligó a Ana a girar sobre sí y la dejó expuesta a los ojos de su futuro marido. Pablo la miraba como un lobo hambriento, deseoso de ver más cachondeo. Florencia le acarició los brazos y Andrés, sin que se lo pidiera, tomó con sus manos por la cintura a Ana y la obligó a menear su pelvis para que no se notara su nerviosismo y su incomodidad. Florencia pudo notar que Ana se relajaba de a poco, ya no tenía los músculos tan tiesos y había empezado a contornear el cuerpo al compás de los movimientos que marcaba Andrés.

—Pablo también se merecía que le hicieran un striptease, pero no quería ver a cualquier chica meneándose delante de él, solo quería ver a su chica, por eso aceptó que viniera Andrés, y por eso está aquí; para gozar viéndote disfrutar de tu sorpresa, así que no lo decepciones —le dijo al oído para que se relajara más y disfrutara de su fiesta—. Ahora sigamos jugando, libera a tu tigresa, esa que enamoró a Pablo el día que te conoció —le ordenó con voz ronca. A ella también le excitaba sentirse observada por el gran amor de su vida, aunque entre ellos ya no hubiera nada, ni nunca lo habría.

Ana terminó por relajarse, respiró hondo para dejar salir la tensión que por un momento la embargó y observó con otros ojos a Pablo. Pudo notar que la miraba con ojos cargados de deseo, a leguas se notaba que lo excitaba verla participar del striptease y la manera en que iba vestida. Ya no se sentía nerviosa. Volvió a sentirse poderosa, sexi y atrevida, el atuendo que llevaba la ayudaba bastante. Le sostuvo la mirada a Pablo, que la observaba ansioso por verla en acción; eso hizo que su mirada cambiara y se tornara más ardiente y lujuriosa. No dudó en seguirle el juego a Florencia, que seguramente ya lo tenía planeado de antemano, como todo lo que hacía ella. Andrés se posicionó frente a ella y la obligó a mirarlo. Dejó de sentir el cuerpo de Florencia pegado al suyo y oyó la voz de Pablo gritándole miles de improperios, incitándola a demostrar de qué era capaz. Sin necesidad de mirar a su espalda, se supo a solas con Andrés. Él meneo su cuerpo muy cerca de ella, sin llegar a rozarla, y Ana no se amedrentó, todo lo contrario, incitada por los presentes, especialmente por su futuro marido, se acercó más a Andrés y bailó con movimientos sensuales buscando provocarlo. Cada uno en su mente se imaginaba que tenía enfrente a otra persona y jugaba con esa idea, tentándose con movimientos sincronizados, elevando la temperatura del lugar.

Florencia se alejó unos pasos de Ana y Andrés. La llegada de Pablo significaba el inicio del verdadero show. Le hizo señas a la DJ para que cambiara la música como habían planeado de antemano, de esa manera el striptease se tornaría más caliente y atrevido. Por turnos se disputarían la atención de Andrés e intentarían excitarlo, tanto a él como a los demás hombres presentes. Si bien no lo había hablado con Andrés para ponerlo al tanto de su plan, él era muy perceptivo y captó la idea inmediatamente después de que ella se alejara, dejándolo solo con Ana. Esa noche no haría un striptease normal, sería más un baile erótico y seductor donde intervendrían ambas partes. Tendría que seducir y dejar seducirse, provocar y dejarse provocar. Le gustó ver a su amiga más relajada, bailando con movimientos sensuales que quitaban el aliento y no dejándose amedrentar por el hombre musculoso e imponente que tenía frente a ella. Era obvio que lo hacía porque tenía a Pablo pendiente de sus movimientos, y el saberlo la enardecía y la excitaba por partes iguales. Además, también sabía que Andrés no se extralimitaría, Florencia se había encargado de dejárselo bien claro.

Desde el lugar donde se hallaba, Florencia recorrió el lugar con la mirada intentando localizar a Fernando. Lo divisó cerca de ella, sentado con Natalia sobre sus piernas, que miraba muy emocionada el espectáculo, divirtiéndose con la osadía de Ana y sin percatarse de que su futuro marido estaba tensionado y que no le prestaba atención alguna porque solo tenía ojos para ella, hecho que le agradó y que despertó su deseo de volver a estar entre sus brazos. A pesar de la poca luz, pudo ver la furia reflejada en esos ojos que la enloquecían y que jamás había olvidado a lo largo de todos esos años, y le agradó ser la responsable de su conmoción. Sonrió satisfecha al verlo en esa postura. No debía olvidar que ya formaba parte de su pasado, la vida se lo había recordado de la manera más cruel y no debía guardar falsas esperanzas ni desear algo que estaba vetado, de por vida, para ella. El amor era doloroso y la vida no dejaba de recordárselo a cada instante, su amor estaba predestinado al fracaso desde un principio, aunque ella, en su ingenuidad, hubiera creído lo contrario. Ese momento de debilidad había quedado relegado, ella era más fuerte y, aunque le doliera, debía arrancarlo de su corazón, aunque eso implicara una herida profunda.

El rostro de Fernando, desfigurado por la furia, revelaba más que sus palabras; hablaba a las claras de que le molestaba el espectáculo que estaba dando. Su actitud posesiva solo reforzó su deseo sentido unas horas atrás de hacerlo sufrir más y cobrarse todo el dolor que ella sufrió por años, y que aún sufría. Le dejaría en claro que ya no era una niñita tonta con la que podía divertirse y que podía ir olvidándose de que existía. Había llegado el momento de demostrarle de lo que estaba hecha, era su turno de jugar con Andrés y de que Ana descansara por un momento en brazos de su querido y muy amado futuro marido.

Caminó con movimientos felinos hasta posicionarse detrás de Andrés. Lo obligó a girarse sobre sí y quedar parado frente a ella. Andrés la miró con ardor cuando sus miradas se encontraron y se quedó quieto. Por norma general, siempre era el que seducía, el que jugaba con las mujeres, pero esa vez era distinto, así que dejó que ella hiciera lo que quisiera con él; formaba parte de su juego y él había aceptado jugarlo bajo sus reglas sin necesidad de haberlo hablado antes. Florencia se contorsionó contra su cuerpo como una gata en celo, le arañó el torso desnudo con sus uñas y pudo notar que Andrés se estremecía con ese contacto salvaje, aunque para ser sincera con ella misma, también se había excitado al provocarlo e imaginarse que esa escena molestaba a Fernando. Andrés le atrapó las manos para evitar que siguiera con esa deliciosa tortura que acabaría con su poca paciencia. Florencia quería que Fernando la viera disfrutar de ese juego y no cesaría hasta cumplir con su objetivo.

Como tenía las manos inmovilizadas, cambió de estrategia. Sonrió a Andrés con malicia y se agachó hasta que su rostro quedó a la altura de su vientre. A su alrededor todos miraban embobados la pelea sexual que se traían esos dos. Más de uno se había excitado con la escena, aunque Fernando era la excepción. Estaba que trinaba del mal genio que se gastaba, el corazón le palpitaba muy acelerado, los celos lo estaban torturando y tenía unas ganas enormes de sacar a rastras a Florencia de ese lugar para alejarla de ese hombre, que resultaba ser el mismo con el que abandonó, la noche anterior, el boliche, para ir a desfogarse con él. No lograba comprender el motivo de esos sentimientos tan fuertes por Florencia cuando apenas la acababa de conocer. Ella despertaba en él sentimientos nuevos, aunque no desconocidos; algo en su interior le decía que ya los había sentido con esa misma intensidad, pero no lograba recordar nada. Solo tenía esa sensación extraña que despertó con intensidad en él en el preciso momento en que sus miradas se cruzaron por primera vez, cuando la salvó de caer en medio de la calle.

Florencia deslizó su cálida y húmeda lengua por los músculos marcados del torso desnudo de Andrés, hasta llegar a la tetilla; se la mordisqueó mirándolo con vehemencia. Andrés no le permitió seguir porque, de hacerlo, no lograría contenerse. La giró sobre sí con suma facilidad y la estrechó contra su cuerpo, pegando su torso a la espalda de ella y rodeándola con sus musculosos brazos para inmovilizarla. Florencia quedó frente a la mirada recriminadora de Fernando. Saber que le afectaba su juego perverso la hizo sentirse muy poderosa y le sonrió con malicia. Con ese simple gesto, le dejó en claro que ya no era una niña estúpida e inocente que caía en las redes de un hombre encantador. Ella era una mujer experimentada, golpeada por la vida con rudeza y que no caía a los pies de nadie, todo lo contrario, pisoteaba a los hombres que intentaban hacerle daño, y él, Fernando, no sería la excepción. Lo mejor era que la olvidara para siempre como ella haría, aunque se le fuera la vida en ello. Desvió la mirada. No debía importarle lo que sentía por ella, tenía que tratarlo con indiferencia.

A pesar de estar completamente acorralada por ese cuerpo rudo, meneó el trasero contra su pelvis y Andrés le siguió el juego. Bailaron contorneándose y tentándose al compás de la música. Florencia dejó de pensar en Fernando, de lo que sentía por él, de que estaba comprometido y con un hijo en camino y prefirió disfrutar del cuerpo que la envolvía y la seducía prometiéndole una noche magistral. Andrés era real; en cambio Fernando, no era nada, solo el recuerdo constante de lo que fue y de lo que podría haber sido si no la hubiera abandonado. No permitiría que le estropeara esa mágica noche como ya le había estropeado la juventud.

Ana, al notarse apartada y al comprender el juego que se traía en manos Florencia, se acercó a Pablo y le dio un beso apasionado. Cuando lograron separarse, le encantó escuchar a Pablo decir que lo enloquecía su disfraz, porque era un demonio disfrazado de ángel y que no veía la hora de arrancárselo a mordiscones. Se rio al recordar las palabras de Florencia. Ella le había dicho que cuando Pablo la viera con esa ropa, que era la personificación del demonio en el cielo, se la quería sacar a mordiscones. Pablo se rio con ella cuando supo el motivo de su risa. Volvieron a besarse con pasión desmesurada, olvidando donde se encontraban y lo que sucedía a su alrededor. Pasados unos minutos, recobraron la compostura y Ana volvió al ataque incitada por Pablo, que quería verla disfrutar del plan que había orquestado su amiga. Ella le dio un último beso y se alejó feliz a cumplir con su cometido, que no era más que volver a ser el centro de atención.

Se acercó a los chicos que estaban muy ensimismados con su contoneo y se los quedó mirando como si lo que veía la aburriese sobremanera. Bostezó para hacer hincapié en las sensaciones que le provocaban esos dos. A su alrededor todos la instaban a que los separara y le mostrara a Florencia cómo se tentaba a un hombre. Cuando consideró que ya era demasiado para su delicada vista, reclamó la atención de Andrés obligándolo a girarse hacia ella y empujando a Florencia hacia atrás para alejarla de ese hombre. Esa escena le gustó mucho a Pablo, que la alentó a seguir. Solo le faltaba aullar como un lobo para hacerle saber lo orgulloso que estaba de ella. Ana, ni corta ni perezosa, meneó su cuerpo contra el de Andrés, obligándolo a tomarla por la cintura y a menearse junto a ella con movimientos provocadores. No dejaba de mirar a Pablo, provocándolo con sus movimientos y le satisfizo verlo cada vez más excitado.

Florencia aprovechó el momento de descanso que tenía y observó a Micaela, que la miraba divertida y muerta de risa. Deslizó su mirada a su acompañante y pudo notar el descontento y el enojo en el rostro de Esteban. Supo de inmediato que había reconocido al hombre musculoso con el que se estaban entreteniendo. Florencia le lanzó un beso con los labios y le dijo «Te quiero», a lo cual Esteban solo negó molesto con el rostro, aunque divertido. Solo pudo reírse de su amigo. Miró a Ana. Le gustaba ver que se estaba divirtiendo; luego miró a Pablo, le gustó ver el rostro de satisfacción. Tenía unos amigos de fierro a los que amaba mucho y ver sus caras de felicidad era suficiente para sentirse plena y completa. ¿Qué más podía pedirle a la vida en esos momentos? Debía poner en la balanza lo bueno y lo malo, y lo bueno superaba con creces lo malo. Debía aferrarse de ello para seguir adelante con su vida, como lo había hecho a lo largo de todos esos años.

Miró a Fernando. Él la atraía como la miel a la abeja, y un escalofrío le recorrió el cuerpo. A pesar de repetirse que debía olvidarse de él, su deseo seguía intacto y la debilitaba. Era superior a todo el dolor que le había provocado y no podía manejarlo. Desvió la mirada de esos ojos oscuros que no dejaban de penetrarla con la mirada y que le hacían promesas de amor que jamás cumpliría, ella era testigo fiel de ello, algo que debía recordarse a cada momento y no olvidar jamás. Centró su atención en Ana y Andrés, que seguían seduciéndose. Debía olvidarse de lo que Fernando le hacía sentir, y qué mejor que entretenerse con el hombre espectacular que tenía frente a sus narices. Parecía mentira, pero debía repetírselo a cada rato.

Se acercó a Ana, la obligó a separarse de Andrés y le dijo que le iba a enseñar cómo se seducía a un hombre. Florencia miró a Fernando por un instante para provocarlo y para recordarle su lugar. Si él quería jugar con fuego, ella también lo podía hacer y se lo iba a demostrar. Le iba a enseñar que con ella no se podía meter. Caminó alrededor de Andrés, como midiéndolo, y cuando volvía a rodearlo, él la atrajo contra sí con un movimiento rápido y certero, dejándole en claro que sería él, en esa ocasión, quien llevaría adelante el juego seductor. Sintió su pecho desnudo pegado a su espalda descubierta. Se movieron con sensualidad. Andrés le acarició cada centímetro de piel desnuda mientras le mordía el cuello y los hombros, excitándola, deleitándose con su suave piel. La giró sobre sí y la obligó a mirarlo para que viera en sus ojos cuánto la deseaba. Bailaron tan pegados que no se sabía dónde empezaba uno y terminaba el otro. Florencia se dejó seducir por Andrés, aunque en su inconsciente quien la seducía y bailaba con ella era Fernando. Aunque le doliera y le diera bronca, debía reconocer lo débil y patética que era. Se dejó llevar por sus sentimientos y Fernando logró introducirse en sus pensamientos, a pesar de usar toda su fuerza para mantenerlo alejado de su mente y corazón.

Todos a su alrededor aullaban por la escena caliente y superexcitante que estaban presenciando. Andrés la inclinó hacia un lado sosteniéndola sin dificultad con sus brazos y le recorrió el cuerpo con sus dedos desde el cuello, pasando entre sus senos hasta llegar al vientre y la levantó con la misma rapidez que la hizo caer, pegando sus rostros hasta casi rozar sus labios. Florencia abrió los ojos y lo miró excitadísima. La decepción se apoderó de ella al toparse con unos ojos que no eran los de Fernando. Siguieron bailando con morbo a pesar de su clara decepción. Volvió a cerrar los ojos y se dejó arrastrar por el deseo de que fueran otros brazos los que la abrazaban. Nadie sabía lo que pasaba por su cabeza, y mucho menos Fernando; todo lo contrario, el pensaría que se encontraba muy a gusto con ese hombre. Se maldijo por ser tan idiota, al final ella también se estaba quemando con fuego y uno que ardía tanto que dejaba huellas imborrables y muy dolorosas. A pesar de todo, se permitió disfrutar de su imaginación, aunque eso le costara lágrimas de dolor más tarde. Andrés se percató de su desolación y la consoló con pasión desmedida. Él más que nadie comprendía el dolor de no poder tener a la persona amada y el dolor que conllevaba. Se percató de ello cuando vio la decepción reflejada en los ojos de Florencia cuando sus miradas volvieron a encontrarse.

Ana se acercó a Pablo y le dio un beso apasionado. Estaba tan sedienta que se tomó, de un trago, la bebida que Pablo tenía en su mano. Le volvió a decir que le encantaba que estuviera allí, que festejaran juntos sus despedidas. El baile entre Florencia y Andrés estaba cada vez más caliente. Pablo, que apostaba todas las fichas a su novia, la instó a ir y demostrarle a todos lo buena que era seduciendo a un hombre. Ana se acercó a la pareja de tortolitos y los separó interponiéndose entre ellos. Se paró frente a Florencia, apoyó una mano sobre su pecho y la obligó a dar unos pasos hacia atrás, como había hecho con anterioridad. Ambas se miraban divertidas. Florencia estaba fascinada con la actitud retadora de su amiga, no tenía dudas de que estaba empecinada con dar un punto final a ese juego. Ana quería bailar con Pablo, y para que eso pasara debía terminar el show, y para que eso pasara debía darles a las chicas lo que más querían y que no paraban de pedir. Una vez que dejó fuera de juego a Florencia, caminó hacia Andrés con movimientos felinos y pudo notar que, a pesar de mostrarse seductora, él no dejaba de mirar a Florencia con deseo. Ella era la única responsable, ya que los había separado abruptamente interrumpiendo su contacto estrecho. Era más que obvio que esos dos necesitaban desfogarse con urgencia y ella les daría la oportunidad.

Se meneó frente a él sin llegar a rozarlo, bailó a su alrededor tentándolo con sus movimientos y luego se posicionó frente a él. Las chicas la animaban a que lo tocara y ella se acercó a unos pocos centímetros de él y le habló al oído:

—Pienso quitarte los pantalones… —le dijo sin dejar lugar a réplica, a lo cual Andrés asintió—; luego, te sugiero que agarres a mi amiga y vayan a sacarse la calentura que ambos tienen encima —le dijo seria.

Andrés se quedó tieso, no podía creer que Ana le hubiera dicho eso. Cuando la miró, desconcertado, solo se encontró con una Ana riéndose a costillas de él. Sin dudas, se estaba vengando por haberle hecho creer que la llevaría presa. De todos modos, la sugerencia que le hizo le gustó, no veía la hora de estar a solas con Florencia, enterrarse en ella y aliviar el dolor que sentía en su miembro, que lo tenía duro como una piedra desde que Florencia le abrió la puerta. Como buen profesional, volvió a seducirla, le tomó las manos entre las suyas y la guió hasta sus pantalones. Sin dejar de contornearse, le dijo que tirara con fuerza. Ana hizo lo que le dijo y, con su ayuda, logró quitarle de un tirón los ajustados pantalones, dejándolo vestido con un slip diminuto que apenas contenía su erección. Todas las chicas, incluida ella, aullaron y dijeron miles de improperios, sin importarles que no estaban solas, al notar el gran miembro que se dejaba entrever debajo de la tela y que evidenciaba su clara excitación.

Ana, estupefacta por lo que acababa de ver, buscó a Florencia y la encontró sentada sobre las piernas de Pablo. La felicitó por el miembro gigante que se estaba comiendo y porque se había quedado corta al decirle que la tenía grande, porque esa no era la descripción adecuada. Ambas amigas se rieron como siempre lo hacían, aunque el motivo de su risa fuera el tamaño del miembro del stripper. Pablo, que estaba escuchando toda la alocada conversación, reclamó la atención de Ana. La quería solo para él y quería que le bailara como lo había hecho hasta ese momento. Le sugirió a Florencia que hiciera que el muchacho se tapara antes de que la fiesta terminara en problemas.

Florencia hizo caso a Pablo y se acercó a Andrés, que estaba rodeado de un par de féminas que querían bailar con él, aprovechando que lo habían dejado solo. Lo tomó de la mano y lo sacó de allí sin dar explicaciones. Cuando pasaron caminando por al lado de Fernando, pudo sentir la tensión y el enfado que emanaba, por lo que evitó mirarlo a los ojos. Demasiado tenía con percibir esos sentimientos como para leer en esos ojos la desaprobación. Además, ya tenía suficiente con estar en el mismo lugar y que no dejara de mirarla. Desde que se había sentado en las piernas de Pablo, lo observaba de a ratos y cada vez que lo hacía él tenía la mirada fija en ella. Había algo en su mirada que la intrigaba, era como si estuviera furioso y desconcertado, era como si no comprendiera lo que le pasaba con ella y recordó cuando esa tarde le dijo que necesitaba que fuera clara. No lograba entender por qué seguía firme en su intento de hacerle creer que no se acordaba de ella y que no comprendía qué le ocurría. Por un momento, pensó que quizás había una razón, pero no pudo hallarla.

Cuando se alejaron un poco del grupo alegre, Andrés la atrajo contra sí y la besó con desenfreno, ya no aguantaba más las ganas de hacerlo. Desde el inicio del show había tenido que contener las ansias para no comerle la boca delante de todos. Florencia rompió el contacto de sus bocas para recobrar el aliento y, como atraída por un imán, miró hacia el lugar donde se hallaba Fernando. Si las miradas mataran, ella debería haber caído fulminada allí mismo. La mirada de Fernando era abrasadora y cargada de ira. A pesar de la distancia que los separaba, pudo notar como tensionaba la mandíbula y apretaba los puños haciendo evidente su enfado y malestar. Se sostuvieron la mirada por un momento, hasta que Andrés le habló al oído, sobresaltándola. Estaba tan enfrascada intentando comprender el motivo de ese comportamiento desmedido, que se había olvidado de que estaba en sus brazos. Desvió la mirada y se encontró con la ardiente mirada de Andrés. Deseó que esos ojos que la miraban con ardor y pasión fueran los de Fernando, e incluso esos brazos que la rodeaban con fuerza. Se dejó arrastrar por Andrés hasta el baño para terminar lo que habían empezado y que pudiera vestirse. Quizás, si tenía algo de suerte, lograba quitarse a Fernando de la cabeza por unos minutos.

Amor predestinado

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