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Una Florencia más relajada y feliz salió del baño de la mano de su acompañante, que se vistió con unos jeans ajustados, de color negro y de cintura baja, y una remera blanca ceñida que acentuaba cada músculo de su ancho y duro torso, y de sus brazos bien torneados. Las chicas que estaban solas lo miraron con lujuria; incluso algunas de las que estaban en pareja también lo hicieron. Andrés era la personificación del pecado en estado puro. Los hombres lo aborrecieron con la misma intensidad que las mujeres lo deseaban. Sencillamente porque tenía un cuerpo que quitaba el aliento, aunque muchos de ellos no tenían nada que envidiarle; si bien no se gastaban cuerpos tan esculturales, a su manera eran hombres muy atractivos con cuerpos sexualmente irresistibles. Y aunque Florencia era la envidia de muchas por ser la acompañante de ese ser maravillosamente perfecto con un prominente bulto, ella hubiera preferido que fuera otra persona la que estuviera a su lado.

Su mirada se cruzó con la de Fernando, que la observaba con ojos oscurecidos por la furia, la indignación y el deseo. Era tal la intensidad de su mirada que sintió un cosquilleo bajo su piel y un estremecimiento le recorrió el cuerpo en su totalidad. Desvió la mirada inmediatamente, no quería que él notara cuánto la perturbaba su mirada y el poder que ejercía sobre ella a pesar de los años transcurridos desde la última vez que estuvieron juntos. Sintió un vuelco en el corazón y la realidad la embistió como un tren de carga, recordándole su triste lugar, al ver a Natalia acercándose a él y susurrándole palabras al oído. Por un momento, se había olvidado que ella era su futura señora y la madre de su hijo. Verlos juntos le recordó lo desafortunada que era en el amor y que gracias a él estaba inhabilitada para volver amar por lo que le restara de vida.

Respiro hondó para calmar el nudo que estaba naciendo en su garganta y se maldijo por su debilidad, por seguir cayendo con tanta facilidad en sus redes. Debía seguir con su vida y dejar de pensar en él, ya no era una jovencita indefensa, sin experiencia; tenía treinta y tres años y debía comportarse como una mujer adulta, o al menos intentarlo. Tenía que disfrutar de lo que tenía y no pensar en lo que pudo tener y no tuvo, o en el motivo de lo raro que se comportaba Fernando con ella. Hacía dieciséis años él le había dejado en claro, con sus acciones, que ella no había sido alguien importante en su vida y que solo había sido una de sus conquistas de verano, con quien la pasó fantásticamente bien y con la que se divirtió muchísimo, pero tan solo fue una más en su lista. Debía acostumbrarse a cruzárselo y verlo siempre muy bien acompañado. No debía olvidar que formaba parte del grupo de sus amigos y que estaba a punto de iniciar una nueva vida. Debía olvidarse de él como hombre. Aunque se sintiera muy atraída. Aunque al tenerlo cerca su pulso se acelerara descontrolado y dejara de pensar con claridad. Aunque lo siguiera amando con desmesura. Aunque lo siguiera odiando por haberla abandonado cuando más lo necesitaba.

Cuando logró recomponerse, se acercó a donde estaban Esteban y Micaela acompañados de Fernando y Natalia, situación que no podía evitar que pasara, para su desgracia. Andrés caminó a su lado tomándola por la cintura y eso le dio la seguridad que necesitaba para hacer frente al momento que se avecinaba. Solo esperaba que nadie se percatara de lo nerviosa e incómoda que la ponía esa estresante situación. Natalia centró toda su atención en Andrés desde que los vio acercarse al grupo, y eso extrañó a Florencia. Si no fuera porque sabía que estaba comprometida y embarazada, pensaría que Natalia había caído rendida a los pies de Andrés y que, si él le pidiese pasar la noche juntos, ella no dudaría en decir que sí. Le sorprendió ver en Natalia esa expresión de deseo. Si fuera ella quien estuviera al lado de Fernando, no tendría ojos más que para él. De cierta manera así era; si bien Andrés era guapísimo, tanto que robaba el aliento con esos ojos azules que prometían un viaje a la luna, no llegaba a eclipsarla como hacía Fernando con su mera presencia.

Con solo pensar en Fernando sentía una opresión en el pecho que la dejaba sin aliento, ni hablar cuando lo tenía delante. Su cuerpo vibraba ansioso por volver a sentir esos dedos y esos labios recorriéndolo completamente, por volver a sentir el roce de sus pieles desnudas, por volver a experimentar el placer indescriptible que le hacía sentir cuando le hacía el amor. Otra vez se maldijo por los derroteros que tomaban sus pensamientos pecaminosos. Le temblaban las piernas por el deseo que, con solo imaginárselo, le hacía sentir. Respiró hondo para calmarse, para acallar el murmullo en su cabeza y para apaciguar el calor que desprendía su cuerpo deseoso de que esas fantasías se hicieran realidad.

Hubiera preferido evitarlo y no padecer esa tortura, pero no podía porque llamaría la atención de sus amigos. Ya había tenido suficiente por un día: con Micaela, que la vio con la guardia baja, y con Fernando, que la acosaba con sus dudas. No tenía ni las fuerzas ni las ganas para dar más explicaciones. De momento, tenía que poner el pecho y hacer frente a la situación. Micaela, ni bien la tuvo a su alcance, la abrazó eufórica y la felicitó por el espectáculo que dio. Fue la distracción que necesitaba para acallar su mente perturbada por la cercanía de Fernando y para recobrar la compostura. Gracias a Dios o más bien a ella, sus sentimientos no eran evidentes a los ojos de los demás. Si algo había aprendido a lo largo de los años era a ocultarlos bajo su piel. Natalia también se le acercó, le dio un cálido abrazo y la felicitó por ser tan desinhibida y alocada. Le hizo saber, sin importarle si su prometido la escuchaba y se molestaba ante su comentario, que le encantaba su forma de ser libertina y que era muy afortunada por comerse a ese bombón apetitoso.

Natalia, con su comentario malicioso y divertido, le había empezado a caer bien. Una mujer enamorada nunca diría eso en voz alta a una persona que recién conocía. No había tanta confianza como para bromear con algo así. Llegó a la conclusión de que Natalia no estaba tan enamorada como debería estarlo una mujer comprometida en matrimonio. Sonrió con malicia al saber esa importante información. Fernando padecería, a la larga, del mismo mal que ella sufría. Sufriría por amor porque se estaba encadenando a una vida sin él. Llegado ese momento, comprendería al fin el daño que le causó, y a ella no le importaría verlo en ese estado penoso, porque para ese entonces ya se habría olvidado definitivamente de él. Para cuando eso ocurriera, ya lo habría arrancado de su corazón.

La pena oprimió su pecho. Sintió que se ahogaba y que no podía respirar. A pesar de que lo odiaba intensamente y de que quería verlo padecer y disfrutar con ello, lo amaba de igual manera, por lo que no podía soportar la idea de que sufriera. No quería que él pasara por su mismo mal. Necesitaba una copa de alcohol para acallar la batalla entre el bien y el mal que se estaba gestando en su cabeza. No quería pensar más, detestaba a Fernando por ponerla taciturna. Cada segundo que pasaba le costaba más fingir que todo estaba bien.

Florencia se acercó a Esteban, que la miraba entre celoso y molesto, quizás porque sabía que el hombre con el que había bailado y que estaba a su lado era el mismo con el que se había ido la noche anterior del boliche. Ella quería demasiado a su amigo, pero lo que más le gustaba era hacerlo enfadar. Miro a Micaela y esta, como habían acordado, se acercó a Andrés y le dio un caluroso abrazo para molestar a Esteban, que se había mostrado en desacuerdo con que ese hombre se quedara a seguir la fiesta con ellos. Lo miraba con celo, le molestaba la cercanía y la confianza con que se movía entre las mujeres, especialmente con ella y con su novia, como si el hecho de haber bailado y mostrado su cuerpo musculoso lo habilitara para eso.

—¿No me piensas felicitar? —le dijo Florencia plantándose frente a Esteban. Fernando estaba junto a él, pero no podía mirarlo, aún no había recobrado las fuerzas necesarias para hacerlo. Necesitaba unos minutos más para lidiar con los sentimientos que despertaba en ella su cercanía.

—Te felicito —le dijo con poco entusiasmo.

—Pero qué amargado eres —lo regañó—. ¿Me vas a decir que no te gustó el show?, ¿que no te divertiste?, ¿que no te gustaron mis movimientos? —lo pinchó haciéndole varias preguntas seguidas y se contoneó para dar énfasis a sus palabras.

Si bien él estaba en pareja con Micaela y sabía que estaba enamorado de ella, también sabía que no podía controlar sus celos. Siempre mantuvieron una relación de amistad con derecho a roce durante todos esos años y se querían muchísimo, pero a pesar de eso él siempre se preocupó y cuidó de ella como si fuera su hermano mayor.

—A decir verdad, no me gustó nada verte contornearte contra él con tanta confianza si no lo conoces demasiado, además, mira cómo abraza a mi chica. —No anduvo con rodeos, estaba de mal humor y nada haría cambiar su opinión respecto a ese tipo.

Estaba muy embroncado. No solo porque ese sujeto siguiera en ese lugar y hubiera bailado con Florencia, también porque estaba hablando muy animadamente con su novia y la trataba con demasiada confianza para su gusto. Más le molestó ver que Micaela no hubiera hecho nada al respecto cuando la rodeó con su musculoso brazo por la cintura. Florencia tuvo que contenerse para no ponerse a reír a mandíbula suelta delante de su amigo al verlo comportarse de manera tan posesiva. También tuvo que contenerse para no mirar a Fernando, que seguramente opinaba lo mismo que Esteban y que seguramente tendría en sus ojos una mirada tan fría que daría miedo verla. Un escalofrío le recorrió el cuerpo nuevamente, al imaginárselo. Miró a Micaela y no solo ella estaba hablando relajada con Andrés, también lo hacía Natalia, pero a diferencia de Micaela, Natalia se lo estaba comiendo con la mirada y estaba muy cerca de él, tanto que sus cuerpos se rozaban con descaro. No aguantó las ganas y miró a Fernando; necesitaba saber si le molestaba que su novia se estuviera pavoneando con Andrés. Lo que nunca se imaginó fue encontrarse con la mirada de Fernando fija en ella, como si estuvieran solos en ese lugar. Pudo ver deseo y enojo reflejados en su mirada. Tragó saliva para calmar la sequedad que de pronto sintió en la garganta y respiró hondo para calmar el temblor que la sacudió.

—Hola, Fernando… —lo saludó sin moverse de su lugar. Hubiera querido darle un beso en la mejilla para sentir el roce de su piel y para poder embriagarse con su perfume, pero se abstuvo de hacerlo. Él no le devolvió el saludo, solo le sostuvo una mirada que no presagiaba nada bueno—. Por tu cara, creo que tampoco vas a felicitarme por el espectáculo que di… —lo provocó buscando algún tipo de reacción. Fernando la fulminó con la mirada y apretó la mandíbula con fuerza. No había dudas de que estaba luchando para no decirle unas cuantas cosas—. Aunque pensándolo, creo que te gustaron mis movimientos sensuales, seguro que te imaginaste que eras Andrés —dijo con ironía. Estaba disfrutando de su tortura, pincharlo se le daba mejor que evitarlo, al menos así podía sacar fuera la frustración que le provocaba su cercanía.

Fernando la taladraba con la mirada y se mordía la lengua para ocultar sus verdaderos sentimientos. En ningún momento se dignó a mirar que hacia donde estaba su novia, que no desaprovechaba la oportunidad de estar muy cerca de Andrés. Si por él fuera, se podía ir con ese tipo y no volver nunca más a su vida. Florencia había trastornado su vida, la había puesto patas arriba. Solo tenía ganas de cargarla sobre sus hombros y salir pitando de allí para ir a un lugar más cómodo y más silencioso, donde podría decirle cuánto lo desconcertaba y todo lo que le hacía sentir, para luego perderse en esa boca y ese cuerpo que ansiaba con locura y que no lo dejaba razonar. Necesitaba hablar con urgencia con Florencia, que le contara si se conocían, si habían tenido algo, lo que fuera para comprender mejor qué le pasaba. De lo contrario, tenía que aceptar que se estaba volviendo loco y paranoico. En pocas horas todas las certezas de su vida ya no lo eran.

Siempre pensó que Natalia era su verdadero amor y por eso le propuso matrimonio. Desde el día anterior dudaba de que fuera así y se replanteaba la decisión que había tomado. No le importaba ni siquiera él bebe que venía en camino y se odió por ello. Debía sentirse el hombre más feliz sobre la tierra, pero era todo lo contrario; se sentía el más desdichado. Solo tenía cabeza para pensar en Florencia y en los sentimientos que despertaba en él. Jamás una mujer había provocado en él ese tipo de reacciones. Con solo pensar en ella se sentía vivo y completo. Había dejado de sentir esa sensación de vacío y de pérdida que lo invadió por años, precisamente después del accidente. Cuando la sostuvo entre sus brazos para que no cayera en medio de la calle y luego sus miradas se encontraron, fue como si se llenaran todos los vacíos que había en su corazón.

—Veo que no piensas decir nada… —le dijo a Fernando al ver que seguía sin decir palabra alguna después de su comentario sarcástico, y Florencia volvió a centrar la atención en Esteban; era lo mejor, Fernando la ponía nerviosa—. Esteban, si el problema principal con ese muchacho es que es una delicia, no te lo voy a discutir; es más, te puedo asegurar que es mucho más —le aclaró para que Fernando la oyera—, pero si el otro problema que tienes es que es un desconocido, lo podemos solucionar inmediatamente —propuso y se giró inmediatamente para llamar a su amiga—. Micaela, ¿por qué no haces las presentaciones, por favor? —Le gustaba ser traviesa. En ese momento se acercaron al grupo Ana y Pablo—. Llegan justo a tiempo, Micaela está por hacer las presentaciones correspondientes. —Pablo y Ana la miraron extrañados sin comprender qué pasaba allí, por qué sonreía con malicia.

Micaela miró divertida a Florencia, que se corrió a un lado para dejarle espacio y que pudiera hacer las presentaciones formales como se había imaginado. Micaela atrajo a Andrés al medio de la ronda que se había formado y lo rodeó con un brazo por la cintura, gesto que molestó mucho a Esteban, quien la fulminó con la mirada. Ella trató de mantenerse seria; ya tendría tiempo de reírse por la cara de furia que tenían dos de esos tres hombres.

—Andrés, te presento a Pablo, el futuro esposo de Ana… —Pablo le estrechó la mano y lo felicitó por su excelente trabajo, gesto que Andrés agradeció—. Él es Fernando, futuro marido de Natalia… —Andrés se acercó para saludarlo como había hecho con Pablo, pero Fernando lo miró con frialdad y no hizo amago de mover un dedo para estrecharle la mano que le extendía. A pesar de la incomodidad del momento, su reacción no le resultó extraña a Andrés teniendo en cuenta que su novia se comportaba con él como si estuviera en celo—. Y ahora te presentó a mi novio, Esteban —le dijo feliz porque al fin los había presentado. Esteban lo saludó educadamente como había hecho Pablo, pero no dijo nada—. Chicos, les presento a Andrés, el stripper… —dijo Micaela divertida y se aclaró la garganta para hacerse oír por encima de la música—, mi mejor amigo… —todos la miraron asombrado— y por si no se habían dado cuenta, el compañero de Florencia, el mismo que conoció anoche en el boliche —les aclaró.

—¿Tu amigo? —preguntó Esteban sorprendido. Jamás se hubiera imaginado que su novia sería amiga de semejante espécimen.

—Sí, amorcito, él es Andrés, el mismo del que tanto te he hablado —le recordó sonriente.

—Así que tú eres el famoso Andrés —se rio. No terminaba de creerse que ese era el mismo tipo del que su novia le había hablado tantas veces y que deseaba conocer para agradecer que siempre estuviera al pendiente de ella.

—Supongo que otro Andrés no hay en su vida, o al menos eso espero —le dijo divertido. Como siempre, Micaela se estaba divirtiendo a su costa y él no haría nada para arruinarle la diversión.

—Vaya, creo que te debo una disculpa —le dijo Esteban arrepentido y más tranquilo por conocer lo buena gente que era ese hombre, aunque le costaba ensamblar al Andrés que se había imaginado con el que tenía enfrente—. Creo que se te olvidó contarme ese detalle importante —le dijo a Micaela. Su voz sonaba a amenaza, la cosa no iba a quedar ahí nomás entre ellos, iban a tener una larga charla, odiaba que lo dejaran en evidencia.

—No pasa nada, comprendo que no te agrade que me contornee con poca ropa delante de tu mujer —le dijo Andrés con una media sonrisa. La cara de Esteban era una mezcla de emociones y le causaba gracia. No pensaba disculparse por su osadía, esa era la noche de las chicas y merecían divertirse.

Las mujeres no aguantaron la risa y empezaron a reírse como poseídas. Las últimas palabras de Andrés fueron el detonante que necesitaban para liberar la risa reprimida. Esteban las miraba anonadado; había caído en la trampa que seguramente había orquestado Florencia con ayuda de Micaela. Solo ella era capaz de divertirse con el sufrimiento ajeno y Micaela, si bien era ingeniosa, no llegaba a tener las ocurrencias que le nacían espontáneamente a Florencia, que era toda una maestra en el arte del engaño y la diversión.

—Amigo, les diste letra para divertirse a costillas tuyas por mucho tiempo —le hizo saber Pablo, divertido y riéndose también por su infortunio.

—Ya lo creo —reconoció Esteban irritado. Ya no podía estar furioso con esas mujeres ni con Andrés. Si fuera un poco más relajado, no les daría motivos para burlarse de él.

—Supongo que ya no tienes que preocuparte por mí. Andrés es de fiar, a no ser que no confíes en tu chica —le dijo Florencia acercándose a Esteban y abrazándolo por el cuello, como le gustaba hacer.

—Espero que no les cobre por su trabajo porque ustedes lo hicieron todo —le dijo Esteban a Florencia.

—Jamás podría cobrarles, y mucho menos a Florencia. Lo volvería a hacer solo para disfrutar de su compañía —intervino Andrés al escuchar el comentario de Esteban, y le guiñó un ojo a ella con picardía en su mirada.

—Mejor que no vuelva a suceder. Con una noche ha sido suficiente —le dijo Esteban. Por nada quería verlo en paños menores y mucho menos meneando sus atributos frente a sus mujeres. Con esa noche había tenido suficiente.

Todos se rieron. Florencia volvió a mirar a Fernando, que seguía impasible ante la diversión del grupo y con la mirada fija en ella. Su mirada le resultaba abrasadora, dolorosa y confusa. Empezaba a preocuparle su obsesión con ella; si seguía así, se darían cuenta de que allí pasaba algo extraño y lo que menos quería era dar explicaciones, mucho menos a Natalia, que para su fortuna solo tenía ojos para Andrés. Cualquier otra mujer se hubiera dado cuenta del interés excesivo que demostraba Fernando para con ella. No lograba entender por qué se mostraba tan posesivo y por qué no admitía que ya se conocían. Su comportamiento la confundía. Quizás sí se debían una charla después de todo.

—¿Qué les parece si brindamos? —le dijo mostrándoles una botella de tequila para distraer su atención, además de que ya estaba necesitando una copa para enturbiar sus sentidos.

—Ella y sus chupitos —dijo Ana, a su lado, riéndose de su amiga—. Andrés por si no te has dado cuenta, ese es el trago preferido de Florencia —le hizo saber sin dejar de reírse. El alcohol la tenía bastante achispada.

—Me di cuenta anoche, fue lo único que tomó —le dijo, sabedor de sus gustos y, además, para ver la reacción de Fernando. No se le había escapado la manera en que la miraba y cómo se comportaba Florencia cada vez que sus miradas se encontraban.

—Quiero brindar por la felicidad de mis amigos. Espero que hayan disfrutado de su fiesta; les aseguro que yo lo he hecho. —Se bebieron de un saque el trago fuerte. Después del comentario de Andrés, Florencia no volvió a mirar a Fernando; se imaginaba lo mal que le debía haber asentado escucharlo—. Quiero hacer otro brindis. —Volvieron a llenar los vasitos de tequila. Iba a necesitar varios tragos para poder acabar la noche, pero no iba a desperdiciar la oportunidad de recordarle a Fernando cuál era su lugar—. Brindo por Fernando y Natalia, por que también sean muy felices y que tengan una despedida de solteros inolvidable como esta. —Lo dijo con malicia, aunque solo la notó Fernando. Con ese brindis, le recordaba que estaba comprometido y que debía olvidarse de ella. Lo miró mientras hablaba y él la fulminó con sus ojos.

Amor predestinado

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