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Eligiendo el porvenir

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¿Cómo es posible que el adolescente, sumergido en sus crisis y en la búsqueda de la propia identidad, se vea obligado a elegir su porvenir, sin experiencia previa, entre multitud de carreras en las que se valoran las «salidas» profesionales más que la capacidad, la satisfacción laboral y, sobre todo, el don para la profesión?

Muchas veces los adolescentes que son escuchados se quejan de que estudian temas que no les hacen vibrar, lejanos, repetidos, aburridos, y lo viven como un trámite inevitable, que ahoga e impide que nazca la motivación real. De esta forma se sumergen en la oscuridad sus potencialidades formativas y sus intereses reales en esta vida.

En los grupos de madres/padres de adolescentes, abordamos con frecuencia esta problemática: «No quiere estudiar, dice que es un rollo». «Está todo el día con el móvil». «Me han llamado del centro, diciendo que puede mucho más pero que no quiere». «He recibido una nota en la que me citan por su mala conducta». Y así múltiples ejemplos más. En la actualidad, se ha acuñado el concepto de «Ni-Ni» para los casos de desmotivación total.

¿Son vagos y maleantes? ¿Desobedientes? Es muy probable que en muchos casos (cada persona es un universo a analizar) sea una señal de alerta, a veces convertida en alarma, que está reflejando su malestar y desconcierto adolescente ante un mundo adulto que ha olvidado que también atravesó esta etapa.

Apreciado lector: Quizá recuerdes lo costoso que te resultaba en la adolescencia estudiar el latín o el griego. ¿O eran las matemáticas? O quizá la historia de siglos pasados, muy pasados en el tiempo para tus inquietudes adolescentes. Quizá disfrutaste mucho con alguna materia o excepcionalmente con todas.

Si en la infancia los peques responden a lo que no les interesa, buscando el juego, molestando a sus iguales o llamando la atención por aburrimiento o desconcierto, en la adolescencia las respuestas de malestar son más evidentes todavía.

En el instituto, cualquier asignatura impartida por un profesor que, o bien no motiva, o bien vuelca conocimientos sin alma, en términos de «es un conocimiento necesario para tu formación», pasa directamente a la papelera virtual de un adolescente sumergido en las inquietudes propias de la edad. He señalado en páginas anteriores las investigaciones de la Universidad de Alicante en relación a la función del profesor y el fracaso escolar. Pero ¿fracaso de quién? La situación es mucho más compleja como para zanjarla responsabilizando al adolescente casi en exclusiva.

En el polo opuesto, algunos adolescentes se centran en los estudios y parecen disfrutar de esos conocimientos intensamente, relegando las actividades sociales y otras inquietudes a un segundo plano.

En ocasiones, el estudio constituye un refugio ante las dificultades en las relaciones sociales, y también hay que tenerlo en cuenta. No es suficiente la relación en las redes. Lo virtual no sustituye a lo personal.

Es decir, a la hora de analizar cualquier situación, vivencia o conducta de una persona, hemos de tener presente que responde a múltiples factores, caracteriales, familiares y sociales, y no deben darse respuesta globales a situaciones individuales.

Esta constatación de las diferentes realidades adolescentes no significa que creamos que no haya que estudiar. Nada más lejos. Hay que formarse. Pero teniendo en cuenta, en qué y cómo, respetando la etapa madurativa, los intereses y capacidades individuales, así como la realidad familiar.

Continuando con nuestra experiencia personal, es probable que una vez pasada la tormenta, o quizá simplemente los nubarrones puntuales durante la adolescencia, tuvieras la fortuna de experimentar un cambio cualitativo de actitud al llegar a la universidad o a la formación profesional. Quizá las nubes se disiparon y viste los intereses algo más claros, pese que a veces la elección de la carrera o profesión no fuera la idónea por desconocer todavía «qué quiero ser de mayor».

Son pocos los privilegiados que dieron con su vocación y disfrutan enormemente de su trabajo. El grado de satisfacción en relación a la vocación adecuada contrasta con los que viven el trabajo como mera forma de supervivencia.

Gran diferencia, ¿no crees?

Todos, absolutamente todos, tenemos dones y capacidades específicas, que no siempre responden a las expectativas familiares o sociales. Sentir que estás en el camino adecuado para desarrollar tus potencialidades permite ofrecer lo mejor de ti mismo, y eso produce una enorme satisfacción. Puesto que hay que trabajar, que sea desde una función gratificante.

Educar sin miedo a escuchar

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