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Los Desafíos para el Siglo XXI

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A las tensiones descritas en el Informe Delors, se le suman los desafíos que debe enfrentar la educación en el Siglo XXI de acuerdo con la OCDE7 y la ONU8 que, en Latinoamérica principalmente, han venido aparejados con la expansión industrial en desmedro del medio ambiente, el crecimiento económico desigual, el crecimiento de populismos, la inequidad laboral, los problemas de género, entre otras tantas cuestiones.

Como verán, este siglo estaba lejos de plantearse como un camino recto y feliz, avanza, según los expertos e investigadores, lleno de curvas y contracurvas, de precipicios, de tensiones y desafíos para los que la educación debía y debe aún prepararse para dar respuesta. Como espacio de formación de los ciudadanos del futuro, la escuela como institución y la educación como proceso, tienen el gran desafío de ponerse a la vanguardia de la transformación, para poder así, enfrentar estos grandes retos y cambios que se nos plantean y con urgencia, implementar un nuevo paradigma educativo que prepare a los niños y adolescentes para enfrentar los retos, de los cuales nos vienen alertando. Son los siguientes:

1 Cambio climático y calentamiento global.

2 Problemas de salud mundial (epidemias, pandemias).

3 Crecimiento de la población.

4 Migraciones.

5 Impactos en el desarrollo de la economía global.

6 Contaminación del aire.

7 Conflictos internacionales.

8 Hambre y malnutrición en distintas partes del mundo.

9 Causas de la pobreza.

10 El acelerado tiempo de cambio tecnológico en el mundo.

11 El impacto del envejecimiento de la población.

12 Igualdad entre hombres y mujeres.

13 Consecuencias de la tala indiscriminada para otros usos del suelo.

A la exclamación de Xavier Aragay “¡Quién nos habría dicho, hace unos años, que en estos momentos nos moveríamos de esta forma!” puedo responder que desde hace muchos años nos están advirtiendo que debemos tomar precauciones y estar preparados para afrontar grandes movimientos o crisis mundiales, ya sea por el cambio climático, por el rápido cambio tecnológico, las migraciones, las pandemias y epidemias, la deforestación que impacta de lleno en el cambio climático, etc. Vuelvo a las preguntas antes formuladas: ¿Ha evolucionado realmente el sistema educativo argentino hacia uno más adaptado a las complejidades del siglo XXI? ¿Nos preparamos o preparamos a nuestros niños y adolescentes para enfrentar los desafíos que nos presenta este siglo? ¿Hemos adaptado los modos de enseñar a estos desafíos? En el año ٢٠٢٠ comenzamos a atravesar una pandemia, un problema de salud mundial que nos ha puesto de piernas por el aire, definitivamente nadie nos preparó para enfrentarla.

La pandemia nos mostró nuestras debilidades, pero también nos hizo conocer nuestras potencialidades, sacamos fuerzas y tiempo no sabemos de dónde; nos enfrentamos con nuestros más profundos temores y pudores. Nuestra privacidad dejó de ser “privada” para pasar a ser “compartida”, nuestro rincón de la casa, nuestros números de teléfonos celulares y correos electrónicos. Tuvimos felizmente, el apoyo escolar de las familias, padres y madres transformados de la noche a la mañana en “parejas pedagógicas” de la maestra o del profesor para lograr juntos una misión casi imposible: que los chicos aprendan y no pierdan el año. ¿Será ésta la gran oportunidad para un trabajo mancomunado familia-escuela que tanto estábamos esperando? ¿Nos habremos convertido en una gran comunidad de aprendizaje y aún no lo hemos notado? ¿Tenemos el gran tesoro en frente y aún no lo hemos descubierto?

Por supuesto que extrañábamos el espacio escuela, el aula, a los estudiantes; que nos extrañamos entre colegas, que nos faltaron las risas y los abrazos, el compartir. añorábamos volver a la presencialidad, a la normalidad. ¿Y cómo volveremos? ¿Volveremos iguales o aprovecharemos la oportunidad para hacer los cambios que pensamos necesarios e imprescindibles?

Finalmente, en el apartado “Reconsiderar y unir las distintas etapas de la educación”, el informe Delors concluye:

Al centrar sus propuestas en torno al concepto de educación durante toda la vida, la Comisión no ha querido decir con ello que este salto cualitativo dispensara de una reflexión sobre las distintas etapas de la enseñanza. Al contrario, se proponía confirmar ciertas grandes orientaciones definidas por la UNESCO, por ejemplo, la importancia vital de la educación básica y, al mismo tiempo, dar pie a una revisión de las funciones desempeñadas por la enseñanza secundaria, o incluso responder a los interrogantes que inevitablemente plantea la evolución de la enseñanza superior y, sobre todo, el fenómeno de la masificación. La educación durante toda la vida permite, sencillamente, ordenar las distintas etapas, preparar las transiciones, diversificar y valorizar las trayectorias. De esta forma, saldríamos del terrible dilema que se plantea entre seleccionar, y, con ello, multiplicar el fracaso escolar y los riesgos de exclusión, o igualar, pero en detrimento de la promoción de personas con talento.

El 20 de noviembre de 2018, Howard Gardner y Verónica Boix Mansilla9, investigadores principales del “Project Zero de la Harvard Graduate School of Education”, retoman en una conferencia promovida por la Fundación “La Caixa”10 de España, una temática que podríamos vincular con el informe Delors, el análisis de la OCDE y de la ONU. Hacían referencia precisamente a los cambios políticos, económicos y culturales que están impactando a todos los países y las sociedades del mundo: internet y la hiperconectividad, el cambio climático, los procesos migratorios, las crisis económicas y el surgimiento de populismos, entre otros. En este contexto global, la educación debería preparar al alumnado para desenvolverse en la diversidad y la complejidad de su entorno inmediato y global. “Hay que desarrollar en ellos” … expresó Gardner en la conferencia, … “el respeto hacia lo diferente y empoderarles para hacer frente y sacar provecho de lo complejo y lo incierto”. Es decir, potenciar las competencias globales del alumnado.

Por su parte la educadora e investigadora Verónica Boix Mansilla definió la competencia global como: “la capacidad y disposición para comprender y actuar sobre asuntos de relevancia local, regional, global e intercultural; respetando a las personas que tengan perspectivas y culturas diversas y contribuyendo al bien común y a un desarrollo sostenible”.

Verónica Boix Mansilla explicó en la conferencia, que estas competencias globales, constituyen una visión integral de la educación que debería propender a ser disciplinar e interdisciplinar. La clave estaría en enfocar las disciplinas tradicionales como herramientas para ver, comprender y actuar sobre el mundo.

Si veintidós años después de la presentación del Informe Delors, expertos en educación insisten en estas cuestiones, ampliando conceptos y definiendo puntos de vista en contextos más actuales ¿Qué hemos estado haciendo durante tanto tiempo? ¿Por qué nos gana la inercia? ¿Qué enseñanza nos deja para el futuro inmediato que aún no avizora mejorías? Pienso en el momento que estamos atravesando, de encierro y detenimiento, con una alegoría: ¿Cuál sería el mejor refrán para definir esta historia?, tal vez, “Camarón que se duerme se lo lleva la corriente”.

Podría concluir que no estamos ajenos a lo que ocurre en el mundo, que la complejidad y la diversidad llegará a las escuelas tarde o temprano; que los directivos y docentes debemos aprender más e informarnos mejor, transformar y transformarnos, prevenir y anticipar; dejar de resistir a los cambios, elegir mejor lo que vamos a enseñar, acompañarnos y trabajar juntos interdisciplinariamente; comunicarnos mejor, ser creativos, proponer ideas, actualizarnos y capacitarnos, ser uno mismo y estar abiertos a nuevas experiencias educativas… ¡Nada más y nada menos!

¡Vaya si la educación encierra un gran tesoro!

P.E.I.demia: Crónica de una crisis educativa anunciada

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