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Capítulo 10

El Colegio de Santa Clara

Un día hacia la medianoche, mientras el director reposaba en un banco al tibio calor de la cocina, sueña con el alumno Mauro Montagna.(81)

Se le aparece vestido de blanco, envuelto en una luz espléndida, elevado sobre la tierra. Muestra a sus pies una tumba recientemente cerrada, la suya; y otras dos abiertas. Y señalando una de éstas exclama: ‘¡El martes, el martes!’.

Don Orione, preocupado, cuenta este sueño a sus alumnos reunidos en la capilla. Entre los colegiales, uno que está en los últimos bancos, famoso por su avaricia, para nada impresionado, ofrece a sus vecinos chocolate diciendo: ‘¡Coman, coman, que hierba mala nunca muere!’...

En el comedor aquella tarde se inicia un juego extraño. Fue precisamente él quien propone el juego: ‘Veamos quién de nosotros debe morir primero’. La designación de la suerte fue reservada al cucharón que estaba dentro de la sopera vacía. Comenzó el primer lanzamiento y el cucharón se paró delante de ese “compañero diferente”.(82) La segunda vez también fue para el “compañero diferente”. Y sucedió lo mismo por tercera vez. ‘¡Ah, -dijo riendo-, se pusieron de acuerdo para embromarme! ¡Verán ahora si se para delante mío!’ y lanzó con tanta violencia el cucharón que casi salta fuera de la sopera. Y se detuvo nuevamente delante de él.

Explotó una risotada general; alguno empalideció. Él, despechado contra el pobre cucharón, lo agarró y lo dobló para arriba y para abajo repetidamente hasta que lo rompió, y gritó con rabia: ¡Maldito!, ¿quieres realmente que sea yo el primero en morir? ¡Muérete tú! Y lo arrojó con desprecio bajo la mesa... El “compañero diferente” tenía un botellón de vino fuerte y generoso que se lo bebía sin compartirlo nunca con nadie. Pero aquella tarde cambió de parecer y lo distribuyó con rapidez a todos los de la mesa, diciendo: ‘Si tengo que morir como ha dicho el cucharón, ¿para qué dejar aquí el vino?’.

El lunes siguiente, en la escuela, se siente mal ... El martes 2 de febrero, a medianoche, a la hora en la que a Don Orione se le había aparecido Mauro Montagna, dejó de vivir. El cadáver, al ponerse rígido, tomó aspectos terroríficos y la cara se ennegreció. Fue sepultado en su pueblo natal, Mornico Losana, en un día de tormenta y nieve”.(83)

* * *

San Bernardino se torna cada vez más insuficiente para dar cabida a todos los que piden ser recibidos. En primavera, Orione le había echado el ojo a un edificio enorme en la calle Emilia que surgió como Convento de las Clarisas, luego fue adaptado como cuartel y ahora que se iban los últimos inquilinos, quedaba vacío.

La Comuna está dispuesta a darle el edificio en alquiler, pero la prensa y la política complican los trámites sacrificando la verdad y el bien común en pos de la ideología. La noticia no es todavía oficial y ‘La Linterna’, con la intención de bloquear la escuela de los curas, lanza dardos contra el seminarista Orione, acusa a la junta comunal, definiéndola como incapaz de gestionar por su cuenta la escuela y de estar poco atenta a las ventajas económicas.

Terminado el año escolar, Orione acelera los trámites para tener a tiempo en sus manos el contrato. El edificio está en pésimas condiciones y necesita un mínimo de reestructuración.

El seminarista fundador tiene de su parte a la Providencia, pero demuestra también una capacidad extraordinaria, además de ser honesto y transparente . Declara estar dispuesto a pagar el precio convenido, e incluso, si hay ofertas mejores, estaría dispuesto a retirarse del contrato.

El Intendente y el Concejo comunal no quieren perder una ocasión tan ventajosa bajo todo punto de vista. Los jóvenes tienen la posibilidad de ir a la escuela, instruirse sin gastos extras. El edificio, destinado a quedar vacío, de pronto parece tener una utilidad; un colegio, entre padres, parientes y visitas crea siempre interés, movimiento y riqueza para la ciudad.

Más allá de cualquier estrategia ideológica o política, la Comuna estipula el contrato de alquiler. ‘La Linterna’ no se da por vencida. No teniendo otros argumentos, crea confusión esparciendo la noticia del veto por parte del ministro Crispi. Noticia desmentida días después por una resolución(84) del prefecto de Alessandria, solicitada por el mismo ministro.

Don Orione se dirige a su obispo: “Después de tantas luchas y de tanto rezar, Nuestro Señor, para confusión de los enemigos de la Divina Providencia, ha querido que el mismo diablo me obtuviese el colegio. El viceprefecto se había lavado las manos; el prefecto no quería aprobarlo, los conocidos masones, profesores y socialistas recurrieron a Crispi y a Baccelli para intentar anular el contrato de cesión. Un inspector fue enviado por el gobierno para ver los locales con metro en mano… Al Prefecto le llegó un telegrama del Ministerio del interior, en el que se le ordenaba no poner obstáculos; y el Señor y la Virgen triunfaban así, e hicieron que Crispi mismo fuera el instrumento de su gran misericordia para con nosotros”.(85)

‘La Linterna’, herida en su orgullo, se dirige directamente a los padres lanzando dardos contra el director y poniéndolos en guardia sobre la inutilidad de los estudios realizados en ese Colegio.(86)

El diario genovés no sabe que está hablando a padres que no se dejan convencer, pues conocen muy bien a ese seminarista que siempre está presente en las reuniones religiosas y sociales, y saben de su entusiasmo, de su generosidad y formación. El director, una vez resuelto el problema del alquiler, continúa desarrollando una propaganda capilar, aunque las peticiones sean ya 150. Ha impreso y distribuido el reglamento y el programa. Visita personalmente a muchos párrocos; participa, con una visión abierta y moderna, en la prensa local convirtiéndose en apoyo y corresponsal de la misma.(87)

A mediados de octubre todo está listo. Comienza una nueva aventura. Los muchachos tienen a disposición un edificio de tres pisos: cuarenta habitaciones, tres dormitorios enormes, tres patios, uno de los cuales está rodeado por tres lados de un pórtico amplio y maravilloso. Igual el espacio es insuficiente por el elevado número de presentes.

Algunos alumnos conservan como referencia San Bernardino, otros irán a dormir a los locales del seminario puestos a disposición gentilmente por el Rector. Es fuente de gran alegría disponer de una escuela propia, trabajar a tiempo completo para inculcar en los alumnos la verdad, la ciencia, el sentido de Dios, de la sana convivencia, de la justicia social y del amor cristiano.

El seminarista Orione los mira con ojo paternal desde el escritorio, mientras en el amplio salón iluminado con luz a gas, sobre los bancos, construidos a propósito con el mismo estilo de Valdocco, los jóvenes estudian y hacen las tareas. A veces se levanta y sin molestar, da vueltas entre los pupitres, anima a uno, reprende amorosamente a otro, se sienta al lado de alguno y escucha la lección o recitar un poema.

Las entradas no son proporcionales a las salidas, pero la Providencia hace siempre cuadrar los balances en el momento justo. Los jóvenes son muchos y apetito no les falta, las cestas de pan ni se cuentan... El panadero, un buen hombre, amenaza por enésima vez suspender la entrega. Paciente en otras ocasiones, ahora exige a toda costa que le paguen. El director no tiene otra opción que ponerse a rezar con sus muchachos.

“Una tarde -nos cuenta un alumno-, estaba casi oscuro, un señor de barba toca el timbre: el portero ‘Giovanin’ (Juancito) abre y se ve que el señor le entrega una carta para dar al director y se va. El director la abre y extrae el contenido: mil liras, ¡justo lo que exige el panadero! Con el dinero entre sus manos se lamenta benévolamente con Giovanin por no haber pedido el nombre del bienhechor. Después, enseñando el dinero a sus jóvenes comenta: ‘¡Miren a San José!”.

La aprobación del obispo es otro motivo de aliento y de consuelo. En febrero de 1895, en una nota al Papa, Mons. Bandi hizo un maravillosos elogio: “Desde hace dos años ha sido abierto en Tortona un nuevo Instituto Católico para jóvenes, bajo el cuidado y la dirección de un seminarista que será ordenado cuanto antes sacerdote, el cual - ya siendo alumno del Oratorio San Francisco de Sales, fundado en Turín por el muy famoso y benemérito sacerdote Don Bosco- parece que le transmitió mucho de su espíritu en favor de la educación cristiana de los adolescentes; a él mismo se le ofrecen como asistentes y valiosos colaboradores algunos seminaristas y laicos, y a él le confían con mucho gusto a sus jóvenes hijos, para educarlos, muchos ciudadanos católicos en el verdadero sentido, el número de estos jóvenes ya asciende a ciento veinte. Este Instituto, fundado principalmente en la confianza en la Divina Providencia, al que ya he dado con gran corazón mi bendición, y al que según mis posibilidades...”(88)

Aun en medio de los pesados compromisos de la escuela, del estudio y del necesario esparcimiento, la capilla, un salón vacío y sin bancos, es el centro de la vida del Colegio. Sin ninguna coacción los jóvenes siguen con fervor la palabra, las iniciativas y los consejos del seminarista Orione.

Los domingos, no teniendo todavía a disposición un sacerdote, los muchachos van en fila y con el uniforme oficial, a la catedral para la Santa Misa. Son muchos, ruidosos y alegres... Entre los que pasan hay quienes lo aprueban y quienes se sienten autorizados a hacer comentarios poco respetuosos o ironías sarcásticas. Los canónigos, sin palabras, dan a entender claramente que esta presencia no les resulta grata para nada. A menudo, en efecto, envían al famoso sacristán Scudlon, a darles la orden de dejar el lugar. El director traga ese amargo bocado y sin transparentar el mínimo disgusto, hace cumplir la orden recibida.

En el mes de abril de 1895 el seminarista Orione, ordenado sacerdote, ve coronado el sueño de toda su vida. Desearía intensificar el apostolado, pero debe acompañar la conclusión del año escolar y programar el nuevo. Para esto estudia y consulta cómo organizar mejor los cursos de estudios, lograr más orden en la vida interna del colegio, disminuir las deudas, reducir los gastos...

Se comporta con un espíritu libre, abierto y moderno. Participa activamente en la vida de la diócesis y de la ciudad, y cuando es oportuno, incluye a sus muchachos. Abre los locales del Santa Clara para los congresos diocesanos, asambleas de asociaciones religiosas, para hospedar a los participantes de los encuentros y organizar comidas oficiales.

Durante el período de verano se muestra todavía más disponible y colabora para que se logren con éxito las diversas iniciativas de su Obispo. Siempre en plena sumisión y comunión con él, anima, da conferencias y hasta guía peregrinaciones a los lugares más apartados y sugestivos de la diócesis.

81. Mauro Montagna fue un muchacho que Don Orione define como ‘nuestro santo Domingo Savio’, muerto prematuramente. (Parola, discurso del 7 de diciembre de 1938).

82. Don Orione recordando la triste historia de aquel estudiante protagonista del juego del cucharón, lo llama “el Compañero Diferente” porque en su comportamiento se manifiesta diferente de los demás. Siempre en referencia a este estudiante, en una carta al tío sacerdote del Compañero Diferente, Don Orione escribe de haber hablado con el alumno De Filippi Felice por más de media hora. Está a salvo y le dio útiles consejos para los jóvenes del Colegio (Tortona, 25 de septiembre de 1897).

83. SPARPAGLIONE, Don Orione, 113 s.

84. DOPO II, 136. ZANATTA, Luis Orione sacerdote, 214-215.

85. Scritti 59, 186.

86. Desde el principio Orione está, por así decirlo, entre dos fuegos: por la simple razón de que por un lado un periódico católico siga paso a paso exaltando su obra; mientras que por el otro, el periódico socialista no pierde ocasión para atacarlo y denigrarlo, quiere decir que todos son conscientes de estar delante de un hombre extraordinario, de un personaje que dejará su huella en la historia. ‘La Linterna’, con sus mentiras, terminó cansando a todos. El 22 de octubre de aquel año, los agentes de la seguridad pública requisan y disuelven el Círculo Popular Socialista, secuestrando libros, escritos, correspondencia y varias copias del periódico.

87. Por poner un ejemplo sobre muchos: el 30 de septiembre “La sveglia del popolo” (El despertador del pueblo) de Voghera publica un largo artículo en el cual el seminarista Orione pide a los padres católicos insertarse sin miedo en la conducción de las escuelas. Es su derecho y su obligación. El 21 de octubre en otro artículo precisa que el católico auténtico por ninguna razón del mundo debe tener escondida la propia fe y el amor a la Iglesia y al Papa.

88. DOPO II, 159. ZANATTA, Luis Orione sacerdote, 249.

San Luis Orione

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