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6. La influencia de Artemidoro

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Al modo del río Guadiana la obra de Artemidoro ha permanecido oculta durante varios y largos trechos temporales 78 . Estas interrupciones han contribuido —en parte— a que su influjo en la producción occidental haya sido meramente testimonial 79 . Una muestra: Rabelais, por boca de su personaje Pantagruel (III 13 y sigs.), traerá a colación el pasaje en el cual un pobre diablo es advertido en sueños de la infidelidad de su esposa. Los cuernos aparecen mencionados por primera vez como atributo de un marido engañado en el tratado del daldense. La cita resulta oportuna y eficaz en el contexto de la obra del genial autor francés. En realidad se trata de una interpolación tardía de la fuente griega, pero este dato no hace al caso 80 .

Sin lugar a dudas, en la cuestión estudiada en este apartado ocupa un puesto estelar la figura de Sigmund Freud. El padre del psicoanálisis se sintió especialmente atraído por el mundo griego, como prueban sus escritos. Es lógico, pues, que recurriera a las veneras clásicas 81 durante la etapa de gestación de sus conocidas teorías. En la obra dedicada al mundo onírico menciona explícitamente a diversos autores helénicos y, entre ellos, a Artemidoro. Sobre éste opina lo siguiente:

En el libro de Artemidoro de Daldis, sobre la interpretación de los sueños, hallamos una curiosa variante de éste «método descifrador» que corrige en cierto modo su carácter de mera traducción mecánica. Consiste tal variante en atender no sólo el contenido del sueño, sino a la personalidad y circunstancias del sujeto; de manera que el mismo elemento onírico tendrá para el rico, el casado o el orador diferente significación que para el pobre, el soltero o, por ejemplo, el comerciante. Lo esencial de este procedimiento es que la labor de interpretación no recae sobre la totalidad del sueño, sino separadamente sobre cada uno de los componentes de su contenido, como si el sueño fuese un conglomerado, en el que cada fragmento exigiera una especial determinación. Los sueños incoherentes y confusos son con seguridad los que han incitado a la creación del método descifrador 82 .

A continuación, en una extensa nota a pie de página, amplía las noticias sobre este escritor. A través de ella se aprecia que ha utilizado un trabajo del filólogo Theodor Gomperz 83 . Asimismo, marcará una diferencia esencial entre su metodología y la del daldense: la tarea interpretativa no incumbe al profesional, sino al propio sujeto, atendiendo a lo que le sugiere a éste cada elemento onírico 84 . En una siguiente nota subraya la extraordinaria importancia de los juegos de palabras en las interpretaciones realizadas en las civilizaciones antiguas. Para ilustrar tal afirmación describirá «el más bello ejemplo» de este procedimiento, es decir, el desciframiento de una visión de Alejandro Magno, transmitida por Artemidoro 85 . Según Freud los sueños se hallan tan ligados a la expresión verbal que cada lengua tiene su idioma onírico propio.

Aparte de las referencias explícitas 86 hay una serie de aspectos que pueden haber sido sugeridos por una lectura del daldense 87 . A continuación expondremos algunos presuntos puntos de contacto, siempre en clave de hipótesis y con las debidas cautelas, dada nuestra falta de preparación en el campo del psicoanálisis. Y además por las siguientes razones: en primer lugar, porque determinadas actitudes cognitivas en distintos individuos son susceptibles de llevar a una misma conclusión; y en segundo, porque consideraremos como una aportación de Artemidoro todo cuanto su libro contiene 88 .

Empezaremos por la división de los fenómenos oníricos. Artemidoro, como ya hemos anticipado, distingue dos grandes grupos: los enýpnia y los óneiroi . Aquéllos carecen de valor profético y son la manifestación de un deseo irracional o de una aspiración momentánea. Estas experiencias suelen acontecer a gente vulgar. Los sueños infantiles analizados por Freud se podrían identificar con esta modalidad 89 . Los óneiroi , en cambio, son significativos y premonitorios, y se subdividen en dos tipos. Los que son denominados directos alcanzan su cumplimiento de forma inmediata. Hay, pues, una relación estrecha entre el sueño y la realidad. El maestro de Viena señala la existencia de una clase de sueño íntimamente vinculado con las vivencias procedentes del mundo de la vigilia. Se trata de los famosos «residuos diurnos». En este caso la realidad antecede al sueño, por tanto el proceso es inverso. Ahora bien, la aproximación se fundamenta en la constatación de una relación directa entre ambos universos, sin que medie un período cronológico prolongado.

Los sueños llamados simbólicos se caracterizan por ser incoherentes, embrollados y faltos de sentido. Ambos especialistas coinciden en afirmar que estos sueños son los que hay que analizar, porque encierran un mensaje verdadero. Hasta aquí existe un común acuerdo. La discrepancia surge en lo que respecta a la valoración de su contenido. Artemidoro descubre en ellos la predicción de un futuro objetivo; Freud el conocimiento de unas realidades subjetivas 90 .

La teoría oniromántica sostiene que el sueño llega a ser inteligible gracias a la intervención de un profesional que desentrañe su enigma. Este paso también es admitido por el doctor vienés con algunas variantes: la descodificación se realiza sobre el llamado «contenido manifiesto», y es llevada a cabo por el propio paciente con la ayuda del analista.

Un punto capital es determinar en qué consiste la interpretación. Artemidoro, tan escurridizo en otras situaciones capitales, es aquí tajante: «La onirocrítica no es otra cosa que una relación entre elementos analógicos» 91 . En realidad, se trata de aplicar un principio de semejanza en el que los dos términos son a veces intercambiables 92 . La puesta en práctica de esta norma origina la creación de un código de símbolos. Algunos de ellos representan formas arcaicas de pensamiento por imágenes y persisten en nuestro inconsciente; otros están condicionados por esquemas culturales y, en consecuencia, su validez está acotada tanto espacial como temporalmente. El daldense nos explica que el hombre enamorado no ve en sueños a una mujer, sino un caballo, un espejo, un barco, el mar o bien la hembra de un animal, una prenda femenina o cualquier otra cosa afín 93 . Todos estos símbolos guardan el mismo significado hoy en día. Freud no abordó esta cuestión en los primeros momentos de su obra. Sólo la incorporará a su edición a partir de 1909.

Respecto del material onírico recogido por el autor griego conviene señalar que algunos de los sueños por él estudiados responden al grupo de los llamados «típicos» por los psicoanalistas. Tales son los relacionados con los dientes (I 31 y II 67), con la idea de volar (II 68), andar sobre las aguas (III 16 y IV 34), ser ejecutado (I 35), etc. Por supuesto, las interpretaciones actuales son diferentes, pero lo que interesa subrayar es la existencia de una fenomenología común. También son dignos de destacar los de carácter erótico, incluidos aquéllos vinculados con situaciones perversas o incestuosas 94 . En efecto, Artemidoro manifiesta una especial receptividad hacia los problemas relacionados con la afectividad en el seno de la célula familiar. Amén de los casos anteriores, se podría citar el sueño en el que el concepto de agresividad se identifica con el de fraternidad 95 y aquéllos otros en los que se menciona a la figura paterna. La equivalencia establecida entre una serie de personajes, tales como el progenitor, el gobernante, el maestro 96 , etc., merece ser considerada como un precedente del conocido fenómeno psicoanalítico del «transfer ».

El desciframiento del sueño se efectúa mediante el examen de los elementos que componen la secuencia manifiesta del mismo. Con mucha frecuencia en el proceso de elaboración de la representación onírica intervienen operaciones lingüísticas de diversa naturaleza. Artemidoro nos ofrece abundantes ejemplos. Pues bien, Freud también recurrirá al empleo de estos recursos con profusión 97 .

Otro de los puntos de contacto reside en la afirmación de que la interpretación no puede hacerse automáticamente en función de un código preestablecido. Un mismo motivo es susceptible de ofrecer diversas explicaciones. El análisis depende de la personalidad y de las circunstancias del sujeto 98 .

Entre los méritos de Artemidoro cabe señalar en especial su intuición de los elementos que se hallan en la vida emotiva profunda. Probablemente contribuyó a este descubrimiento su capacidad de observación del propio mundo interior 99 . Sin duda, llegó a tener una gran experiencia del alma humana, gracias al ejercicio de su profesión 100 . Estas cualidades también se aprecian en su lejano sucesor. Entre estos dos estudiosos hay una cierta relación. La concordancia es muy imperfecta, pero, no obstante, se puede afirmar que ambos adoptaron una postura parecida ante el fenómeno onírico: intentaron abarcarlo en su totalidad y descifrar su enigma. Las diferencias residen en que los procedimientos de interpretación fueron diversos y, asimismo, los objetivos perseguidos 101 .

El legado de Artemidoro discurre en la actualidad por un doble camino: uno, onirológico, es ortodoxo y psicoanalítico; otro, oniromántico, es heterodoxo y paracientífico. En el fondo esta disciplina sigue estando entre dos aguas.

La interpretación de los sueños

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