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NOTA TEXTUAL

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Las cifras entre paréntesis remiten a las páginas de la edición de Pack.


* Cf. R. A. PACK , «More Conjectures on Artemidorus», Trans. of the Amer. Philol. Assn ., 92 (1961), pág. 420.

1 En esta Introducción, por razones de espacio, no podemos abordar numerosas cuestiones relacionadas con la fenomenología onírica. Concretamente en esta obra se nos ofrece un abundante y sugestivo material para ser analizado desde un punto de vista antropológico, simbólico, sociológico, etc. Sobre todo ello estamos preparando un amplio estudio.

2 LEX . SUDA , s. v. Artemídōros; GALENO , Commentarius in Hippocratis librum De victu acutorum 1 15 y PSEUDO LUCIANO , Philopatris 21-22.

3 Cf. infra , III 66. Efectivamente, de este famoso enclave intelectual del Asia Menor procedían numerosos hombres ilustres. Incluso tenemos noticias de otro Artemidoro (siglo I d. C.), geógrafo de profesión. El culto de la diosa Ártemis gozó allí de mucho predicamento, como lo testimonia la erección del espléndido templo dedicado en su honor. El empleo de onomásticos en los que figura el nombre de la deidad local entra dentro de una tradición muy difundida.

4 De posible lectura freudiana.

5 En cierta medida triunfó en su empeño.

6 La dedicatoria de la obra a Máximo de Tiro (Proemio del libro I), la mención de M. C. Frontón (IV 22), la alusión a los Juegos celebrados por Antonino Pío en honor de Adriano (I 26), etc., testimonian su existencia durante la segunda centuria, ya avanzada.

7 Este factor no es determinante, en la medida en que era un procedimiento habitual y tópico traer a colación pasajes de autores consagrados para reforzar y ennoblecer el proceso discursivo propio. Homero representa el índice más elevado de frecuencia desde un punto de vista estadístico (figura mencionado quince veces). Le sigue Menandro con cuatro citas. Este hecho es significativo, puesto que incluye a los dos escritores que gozaban de mayor popularidad por aquella época.

8 En lo que a pronunciación se refiere ofrece numerosos ejemplos de itacismos y, tal vez, una muestra de asibilación de la dental sorda aspirada. Estos rasgos son propios del autor y no fruto de la tradición manuscrita, puesto que los términos en cuestión son utilizados como pruebas en sus argumentaciones. También se podrían aducir otras particularidades de carácter morfosintáctico o léxico. Cf. I. AVOTINS , «Artemidorus of Daldis and the Pronunciation of Greek», Glotta , 55 (1977), 222-225.

9 Cf. los Proemios de los libros I y V.

10 En el Proemio del libro I afirma: «En lo que a mí respecta, no hay obra de onirocrítica que yo no haya manejado».

11 Cf. a título de ejemplo, R. BIANCHI BANDINELLI , Dall’ellenismo al medioevo , Roma, 1978 y Roma. La fine dell’arte antica = Roma. El fin del arte antiguo , trad. de J. A. Míguez, Madrid, 1971; E. R. DODDS , Pagan and Christian in an Age of Anxiety = Paganos y cristianos en una época de angustia , Madrid, 1975; G. W. BOWERSOCK , Greek Sophists in the Roman Empire , Oxford, 1969; y las obras de REARDON y de CAVALLO citadas más abajo, entre otras.

12 A. TOVAR , «Notas sobre el siglo II », en el libro: En el primer giro , Madrid, 1941.

13 Como consecuencia de un envejecimiento de la población provocado por un descenso de la natalidad.

14 Courants littéraires grecs des IIe et IIIe siècles après J.-C ., París, 1971.

15 Cf. el sugestivo estudio de G. CAVALLO , (ed.) Libri, editori e pubblico nel mondo antico , Roma-Bari, 1975.

16 Cf. infra , I 1.

17 Cf. infra , III 66. En el artículo ya citada del Lex. Suda se le atribuyen dos títulos: uno, relativo a la adivinación mediante las aves, y otro, a la quiromancia. El primero es mencionado elogiosamente por Galeno (loc. cit.) . De la autenticidad del último se sospecha, puesto que el propio Artemidoro juzga muy negativamente esta modalidad mántica (II 69).

18 Cf. infra , I 10.

19 Particularmente lagunas y argumentaciones poco convincentes.

20 No sabemos hasta qué punto este deseo es sincero. Cabe la posibilidad de que el carácter confidencial que le otorga su autor fuese una especie de reclamo publicitario o, al menos, un expediente retórico para valorar la obra.

21 Cf. Artemidoro, Il libro dei sogni a cura di D. DEL CORNO , Milán, 1975, pág. XXXI.

22 Ya en esta época los prólogos y los epílogos son secuencias literarias muy estereotipadas, en las que menudean los tópicos, las fórmulas fijas y los recursos de toda índole.

23 Esta afirmación tiene un particular significado en su caso, habida cuenta de su total entrega a la oniromancia. Pero, en realidad, no es más que un recurso retórico muy en boga entre los escritores de este período. Plinio el Viejo, Elio Aristides, Dión Casio y Menandro de Laodicea, entre otros, invocan una misma razón a la hora de coger la pluma. Cf. A. KAMBYLIS , Die Dichterweihe und ihre Symbolik , Heidelberg, 1965, pág. 106 y sigs.

24 Cf. infra , II 70.

25 De este orador se conservan unas disertaciones en las que se abordan temas filosóficos con un lenguaje amanerado y preciosista. Sobre esta identificación cf. CLAES BLUM , Studies in the Dream-Book of Artemidorus , Uppsala, 1936, pág. 23. Quiero dejar constancia de mi agradecimiento a la profesora Fuencisla Velasco por haberme procurado un ejemplar de esta obra de difícil consulta en nuestras bibliotecas.

26 Todos estos datos proceden del Proemio del libro I.

27 Otro tópico más. Cf., por ejemplo, E. ARISTIDES , Discursos sagrados , I, 3.

28 Particularmente en los Proemios de los libros I, II y IV.

29 Los caldeos se sintieron muy atraídos por las artes adivinatorias y, en particular, por el estudio de los astros y del sueño como manifestaciones mánticas.

30 Graecorum de re onirocritica scriptorum reliquiae , Milán-Varese, 1969, pág. VII y sigs.

31 Tratados hipocráticos , vol. III, B.C.G., núm. 91, Madrid, 1986. Se discute la fecha de composición de esta obra. Para algunos estudiosos es posterior al año 350 a. C. En cambio, otros la sitúan en torno al 400.

32 Cf. ibid ., págs. 105-107. La traducción del texto se debe a C. García Gual.

33 En las páginas siguientes se expone una sintomatología del sueño. Ciertos principios aquí enunciados seguirán teniendo validez a lo largo de la historia del pensamiento onirológico helénico. Unas doctrinas similares son desarrolladas por Galeno en La diagnosis a través de los sueños .

34 Rep . 572a-b. Cf. PLATÓN , Diálogos , vol. IV, B.C.G., núm. 94, pág. 422. La traducción ha sido realizada por C. Eggers.

35 Sobre este tema cf. H. WIJSENBEEK -WIJLER , Aristotle’s Concept of Soul, Sleep and Dream , Amsterdam, 1978; A. BRAVO , «La interpretación de los sueños: onirocrítica griega y análisis freudiano» en Tradición clásica y siglo xx , Madrid, 1986, págs. 129-135.

36 Estas dos obras junto con Acerca del sueño y de la vigilia forman parte del grupo comúnmente llamado Parva naturalia . En nuestras citas hemos seguido las versiones realizadas por A. Bernabé. Cf. ARISTÓTELES , Acerca de la generación y la corrupción. Tratados breves de Historia natural , B.C.G., núm. 107, Madrid, 1987.

37 Los pasajes citados son 459a y 460b-461a.

38 Acerca de la adivinación por el sueño 426b.

39 Cf. los fragmentos recogidos y comentados por D. DEL CORNO , Graecorum de re …, págs. 52-58 y 156-157.

40 En un tratado compuesto por cinco libros y llamado Acerca de la adivinación . Hay fragmentos en D. DEL CORNO , op. cit ., págs. 84-97 y 167-196.

41 Ibidem , págs. 78-80; 161-163 y 76-77; 158-160.

42 De rerum natura IV 969 y sigs.

43 Od . XIX 535-567.

44 No sabemos si se puede identificar con el sofista de idéntico nombre. Cf. D. DEL CORNO , op. cit ., págs. 45-50 y 129-132.

45 Cf. D. DEL CORNO , ibidem , págs. 7 y 105-108.

46 I 45; IV 23 y IV 24.

47 Artemidoro le atribuye una obra en cinco libros en la que se transcriben muchos sueños y, particularmente, las curas y las prescripciones del dios Serapis (II 44). Este personaje (350-280 a. C.), discípulo de Teofrasto, tuvo un papel determinante en la fundación de la Biblioteca de Alejandría, amén de sus actuaciones como político al frente de Atenas. Se duda de la autenticidad de esta atribución. Cf. D. DEL CORNO , op. cit ., págs. 59 y 138-139.

48 ¿De Tarso? En caso afirmativo habría que situarlo en el siglo II a. C. DEL CORNO (op. cit ., pág. 341) cree que se trata simplemente de un onirócrita homónimo, puesto que la interpretación del sueño está vinculada con unos gladiadores (IV 65). No parece que tenga relación alguna con el mismo nombre que figura en IV 24 de manera episódica. Cf. D. DEL CORNO , ibidem , pág. 3 y 101-102.

49 Fue un compilador de diversas materias. A través del testimonio de Artemidoro sabemos que en alguna de sus obras se ocupó del simbolismo de la cebolla (I 67), del rayo (II 9) y de las golondrinas (II 66). Cf. D. DEL CORNO , ibidem , págs. 43-44 y 127-128.

50 Es mencionado cuatro veces por Artemidoro (I 2; II 9; IV 48 y IV 66). Se le localiza entre el siglo I a. C. y el I d. C. Ejerció la oniromancia y compuso un tratado de una estructura similar al que es objeto de nuestro estudio. Cf. D. DEL CORNO , ibidem , págs. 37-39 y 123-124.

51 Autor de una obra en veintidós libros y de la que nos quedan algunos testimonios. Probablemente vivió en el siglo I d. C. En su monumental tratado se recogían un gran número de sueños con sus correspondientes consecuencias y, también, curaciones obtenidas en los santuarios de Serapis (II 44). Asimismo, ofrecía una introducción teórica (I 2). Cf. D. DEL CORNO , ibidem , págs. 24-29 y 110-11.

52 No tiene ninguna relación con el poeta épico de idéntico nombre. Escribió una obra titulada Acerca de los sueños en dos libros. Artemidoro nos informa de que fue un autor de mucha fama y prestigio científico. Habla de él elogiosamente en I 2; I 64 y II 35. Cf. D. DEL CORNO , ibidem , págs. 34-36 y 121-122.

53 Es mencionado al lado del anterior y con el mismo tono encomiástico (I 2). Cf. D. DEL CORNO , ibidem , págs. 33 y 120.

54 Autor de un tratado que constaba, al menos, de dos libros. Su obra debió de ser eminentemente descriptiva, según se deduce de las citas artemidoreas (1 32 y III 28). Cf. D. DEL CORNO , ibidem , págs. 5-6 y 104.

55 Artemidoro lo califica de «hombre ilustre» (I 79). Es la única noticia que tenemos sobre su existencia. Cf. D. DEL CORNO , ibidem , págs. 4 y 103.

56 Sólo lo conocemos a través de una cita (II 44) en la que se nos dice que compuso una obra en tres libros. Allí es mencionado en compañía de Demetrio de Falero y de Artemón de Mileto. Por tanto, se puede suponer que su producción tuviese las mismas características que las de aquellos autores. Cf. D. DEL CORNO , ibidem , págs. 32 y 119.

57 Cf. infra , Proemio del libro I.

58 PLUT ., Vida de Arist . 27 3.

59 III 23.

60 Cf. TEOFR ., Caract . XVI 11.

61 Los documentos relativos a esta práctica han sido recogidos y estudiados por L. DEUBNER (De incubatione capita quattuor , Leipzig, 1900). Son fundamentales las siguientes obras: O. WEINREICH , Antike Heilungswunder: Untersuchugen zum Wunderglauben der Griechen und Römer , Giessen, 1909; E. J. y L. EDELSTEIN , Asclepius. A Collection and Interpretation of the Testimonies , Baltimore, 1945; C. A. MEIER , Antike Inkubation und moderne Psychotherapie , Zurich, 1949.

62 Creemos que se refiere exclusivamente a aquella producción de puro carácter oniromántico. Quizá, por tal motivo, no figura en sus citas Hermipo de Berito, autor de un tratado de onirocrítica en cinco libros, donde se analizaba no sólo el fenómeno del sueño en todos sus aspectos, sino también las visiones de personajes célebres, las técnicas y tradiciones oraculares de tipo incubatorio, y, en una palabra, la doxografía esencial sobre esta cuestión.

63 El arte de Asclepio y la mántica ofrecían un sustrato común, ya que ambas disciplinas tenían como objetivo la formulación de un diagnóstico a través de síntomas, aunque bien es verdad que con finalidades diversas. La observación de los fenómenos permitía al estudioso la elaboración de un cuerpo doctrinal, el cual se fundamentaba en los datos analizados empíricamente. En cierta medida esta vinculación inicial se ha vuelto a recuperar en nuestro siglo, puesto que el psicoanalista aglutina ambas especialidades. Obsérvese cómo Artemidoro le aconseja a su hijo seguir los preceptos de la ciencia médica en casos concretos.

64 Se ha intentado reconstruir los antecedentes de dicha clasificación y atribuir su formulación definitiva a algún especialista notorio. Los resultados de tales elucubraciones no son muy convincentes. El cotejo de las opiniones expresadas por CLAES BLUM (Studies in the Dream Book … pág. 64 y sigs.) y D. DEL CORNO (en su versión de este autor, página XXXII y sigs.) es bastante ilustrativo del estado actual de la cuestión.

65 Las explicaciones ofrecidas por el autor sobre estas dos variantes resultan un tanto confusas.

66 Cf. infra , I 6.

67 Cf. infra , IV 22.

68 De Artemidoro Daldiano , Leipzig, 1893.

69 Op. cit ., cap. 3.

70 Artemidoro declara explícitamente: «En última instancia la onirocrítica no es otra cosa que una relación entre elementos analógicos» (II 25). Esta misma idea es repetida en varias ocasiones.

71 Epilegomena to the Study of Greek Religion , Cambridge, 1903, pág. 32.

72 En realidad sus páginas proporcionan, como el reverso de un tapiz, el complicado diseño que caracteriza el tejido social de su tiempo.

73 El representante de este grupo es llamado pénēs por cuanto que vive de su esfuerzo (pónos) . Existe un grado inferior constituido por las personas carentes de recursos: los áporoi . Cf. A. FILIPO , «La simbologia della richezza e della povertà nell’Onirocriticon», Index , 13 (1985), 425-438.

74 Las numerosas alusiones a este sector de la población demuestran la importancia que va adquiriendo dicho estamento en el siglo II . Las frecuentes interpretaciones vinculadas con la liberación de un esclavo son un buen ejemplo del tipo de sueño llamado «de deseo cumplido».

75 Como indica la fórmula genérica: «a quien tiene miedo».

76 También convendría incluir aquí el mundo de la farándula teatral.

77 Y las secuelas de índole supersticiosa de todo tipo.

78 Cf. el apartado 7 de la presente Introducción.

79 En este lugar no consideramos la posible ascendencia que el material onírico artemidoreo haya podido ejercer a través de los cauces de una producción que ha circulado durante siglos de forma subrepticia y, además, mutilada en su contenido y privada del nombre del autor.

80 Cf. infra , II 12.

81 Amén de otras de diversa procedencia. Sus numerosas citas ponen de manifiesto el manejo de una bibliografía tan amplia como variada. Su actitud recuerda la curiosidad del hombre del Renacimiento.

82 La interpretación de los sueños (trad. española por L. López-Ballesteros), Madrid, 1981, vol. I, pág. 164.

83 Traumdeutung und Zauberei , Viena, 1866. La cita aparece a partir de la edición de 1914, ya que la obra de Freud ofrece una técnica compositiva similar a la de Artemidoro: es también un «work in progress».

84 Op. cit ., vol. I, págs. 232-233.

85 Cf. infra , IV 24.

86 Existe otra en el vol. II, pág. 270 de la citada obra, donde se alude al problema de la inversión temporal. En efecto, Artemidoro aconseja en la interpretación de relatos oníricos seguir su desarrollo desde el principio hasta el fin en unas ocasiones y, en otras, el sentido contrario.

87 Posiblemente manejó la versión de Krauss de 1881.

88 Estamos convencidos de que su obra es una recopilación de doctrinas onirománticas precedentes, al igual que parte de su casuística, pero las adscribimos a su nombre por carecer de medios para determinar la auténtica paternidad de las mismas.

89 O bien con las imágenes hipnagógicas experimentadas por algunas personas en la etapa transicional entre la vigilia y el estado de reposo.

90 Hasta cierto punto les otorga el calificativo de premonitorios en la medida en que algunos sueños pueden anunciar procesos morbosos o bien revelar el comportamiento del individuo en función de la labor indagatoria del sujeto.

91 Cf. infra , II 25.

92 Por ejemplo, descendencia = pupilas; pupilas = descendencia (I 26 y V 44).

93 Proemio del libro IV. La lista se podría incrementar con otros muchos casos: el almirez (II 42), el hogar (II 10), el material escriptorio (II 45), etc.

94 Una prefiguración del complejo de Edipo se podría ver en la casuística descrita en el capítulo 79 del libro I.

95 Cf. infra , IV 70.

96 Cf. infra , IV 69.

97 Según Freud reflejan una actividad psíquica del inconsciente. Recuérdese el antiguo principio mágico: Nomen omen .

98 Un caso muy claro se encuentra en I 13 y sobre todo en IV 27 donde un mismo elemento se traduce en consecuencias muy varias, incluso aplicadas a un mismo individuo.

99 Quizá, como Freud, utilizó sus propias visiones oníricas como material de su obra.

100 En todo momento proclama su condición de hombre bien pertrechado tanto en el campo de los conocimientos teóricos como en el de los prácticos.

101 Sería interesante realizar un estudio detallado de los puntos de contacto existentes entre Freud y su predecesor. Su legado en las nuevas teorías psicoanalíticas ha sido examinado por W. KURTH , «Das Traumbuch des Artemidoros im Lichte der Freudschen Traumlehre», Psyche , 4 (1950), págs. 488-512, y H. BENDER , «Prognose und Symbol bei Artemidor in Lichte der modernen Traumpsychologie» (en apéndice a la reedición de Krauss hecha por Kaiser: Artemidor aus Daldis, Traumbuch , Basilea, 1965, págs. 355-369).

102 Artemidoro —como todo autor— aspiraría a que su obra fuese también del agrado de los medios intelectuales. Desde el prólogo del libro I está a la defensiva de posibles críticas provenientes de este sector. Esta preocupación, no infundada, perdura hasta el final. El daldense probablemente concibió su tratado como un legado universal y como un instrumento válido para ser utilizado en cualquier registro.

103 Cf. el excelente estudio de C. GARCIA GUAL , Los orígenes de la novela , Madrid, 1972, pág. 39 y sigs.

104 La popularización de un nuevo formato de libro —el codex frente al volumen — y el empleo generalizado de una materia escriptoria más resistente y económica —el pergamino— fueron factores determinantes en el proceso de socialización de la lectura.

105 Cf. S. E. OBERHELMAN , «The Interpretation of Dream-Symbols in Byzantine Oneirocritic Literature», Byzantynoslavica 47 (1986), páginas 8-24; y del mismo autor: «A Survey of Dreams in Ancient Greece», The Classical Bulletin 55 (1979), págs. 36-40.

106 Existe una edición crítica realizada por TOUFIC FAHD , Damasco, 1964. No hemos podido manejar directamente esta fuente por desconocer esta lengua. Tan sólo hemos podido leer el prólogo, que está redactado en francés. Las principales variantes que ofrece han sido estudiadas, entre otros, por E. SCHMITT (Lexikalische Untersuchugen zur arabischen Übersetzung von Artemidors Traumbuch , Wiesbaden, 1970) y R. A. PACK («Artemidoriana Graeco-Arabica», Trans. of the Amer. Philol. Assn . 106 (1976), 305-312).

107 Cf. apartado 2 de la presente Introducción.

108 Se conserva el documento que certifica la adquisición. Cf. E. LEGRAND , Bibliographie hellénique… des ouvrages publiés en grec par des Grecs aux XV et XVI siècles , París, 1885, vol. II, págs. 325-327.

109 El citado Lex. Suda ofrece también un cierto número de citas.

110 M = Marcianus 267 (siglo XV ), membranáceo; U = Urbinas gr . 107 (siglo XV ), cartáceo; C = Cantabrigiensis 77 (siglos XV-XVI ), cartáceo; O = Ottobonianus 89 (siglo XVI ), cartáceo y B = Borbonicus II D 50 (siglo XV ), cartáceo, etc. El testimonio conservado en España (Cod. Graecus Scorialensis , III 11) «derives from the parent of V» (cf. R. A. Pack, «Artemidoriana from the Escurial», Trans. of the Amer. Philol. Assn . 100 (1969), 331-336).

111 Cf. el loc. cit ., y la Praefatio de la edición de R. A. Pack, donde se analizan estos subsidia , y el trabajo citado de C. Blum, págs. 13-22.

112 Por ejemplo, Paracelso fue un estudioso de estos fenómenos; Cardario en sus Sueños sinesianos se sirve de la obra de Artemidoro, etc. Para valorar en su justa medida las actitudes mentales del daldense y de los humanistas hay que tener presente la certera afirmación de Tommaso Campanella: «finché non s’intende l’arte, sempre dicesi magia; dopo è volgare scienza», Del senso delle cose e della magia , Roma, 1954.

113 La obra está dedicada por el traductor a nuestro embajador en Roma, don Diego Hurtado de Mendoza.

114 En esta edición figuraba una disertación de Melanchton.

115 Particularmente Rigault, autor de una edición que vio la luz en París en el año 1603. En 1805 J. G. Reiff dará a conocer otra que contiene los comentarios del filólogo precedente, los de Reiske y los del propio Reiff.

116 Zeitschrift für die oesterreich . Gymnasien 32 (1881), págs. 501 y sigs.

117 Texto citado por D. DEL CORNO en su traducción, pág. LXIX. Y eso que Krauss dejó sin traducir pasajes relacionados con la sexualidad en aras del puritanismo ambiental reinante.

118 Nuestro juicio no queda invalidado por el hecho de haber detectado varias erratas tipográficas: cf. págs. 49, 120, 177, 235, 237, 287, 296 y 299.

119 En algunos pasajes seguimos otras lectiones , como es natural en un texto tan amplio y, a veces, conflictivo. Cf. la Nota Textual.

120 Literalmente dice: Fateor equidem multa futtilia, insulsa, immo horrifera in his quinque libris inesse: qui loci, candide lector, haud mihi magis quam tibi arrident. nihilo minus iste Daldianus tametsi indignus forsitan sit…plane dignus esse videtur qui denuo recensitus imprimatur .

121 Existe una versión titulada La interpretación de los sueños de Artemidoro de Daldia (sic), realizada por Pablo Inestal en 1922 para una colección llamada Biblioteca del Más allá, denominación harto elocuente. Los textos, que allí figuran, están mutilados, amañados y, por supuesto, no traducidos directamente del griego. Se trata, pues, de una obra de carácter divulgativo y carente de rigor científico, en la mejor tradición de la «fortuna» de este autor.

122 En este sentido el autor refleja una cosmovisión arcaizante en consonancia con la naturaleza del tema tratado. Por ejemplo, el fenómeno onírico es considerado una realidad objetiva, en consecuencia, Artemidoro siempre dirá: «ver un sueño» en lugar de «soñar». Los casos podrían multiplicarse.

123 Cf. el interesante trabajo de P. LAÍN ENTRALGO , La curación por la palabra en la Antigüedad clásica , Madrid, 1958.

La interpretación de los sueños

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