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Fuego del cielo responde la sencilla oración de Elías

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Apenas terminó Elías su oración, del cielo bajaron sobre el altar llamas de fuego como brillantes relámpagos y consumieron el sacrificio, evaporaron el agua de la trinchera y devoraron hasta las piedras del altar. El resplandor del fuego iluminó la montaña y deslumbró a la multitud. En los valles que se extendían más abajo, donde muchos observaban, se vio claramente el descenso del fuego, y todos se quedaron asombrados por lo que veían.

La gente que estaba sobre el monte se arrojó al suelo. No se atrevía a continuar mirando el fuego enviado del cielo. Convencida de que era su deber reconocer al Dios de Elías como Dios de sus padres, gritaron a una voz: “¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!” El clamor resonó por la montaña y repercutió por la llanura. Por fin Israel se despertaba, desengañado y penitente. Por fin el pueblo veía cuánto había deshonrado a Dios. Quedaba plenamente revelado el carácter del culto de Baal, en contraste con el culto racional exigido por el Dios verdadero. El pueblo reconoció la justicia y la misericordia de Dios al privarlo de rocío y de lluvia hasta que confesara su nombre.

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