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Los impenitentes sacerdotes de Baal

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Sin embargo, aun en su derrota y en presencia de la gloria divina, los sacerdotes de Baal rehusaron arrepentirse. Querían continuar siendo los sacerdotes de Baal. Demostraron, así, que merecían ser destruidos.

Con el fin de que el arrepentido pueblo de Israel se viese protegido de las seducciones de aquellos que le habían enseñado a adorar a Baal, el Señor indicó a Elías que destruyese a esos falsos maestros. La ira del pueblo ya había sido despertada; y cuando Elías dio la orden: “¡Agarren a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno!”, el pueblo estuvo listo para obedecer. Los llevó al arroyo Cisón y allí, antes que terminara el día que señalaba el comienzo de una reforma decidida, se dio muerte a los ministros de Baal.

Los Ungidos

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