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EL FACTOR GEOGRÁFICO

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Este espiritualismo de Doménikos Theotokópoulos no hubiera encontrado su hora propicia ni antes de que el Renacimiento hubiera dado lugar a la fecunda crisis de la religiosidad europea, ni tampoco medio siglo después, cuando el espíritu del hombre civilizado ponía su proa hacia la racionalización de la vida del siglo XVIII. Mas para que su genio floreciese era necesario, como he dicho, además de la coincidencia cronológica, la coincidencia geográfica. En Creta no había ambiente creador. En Venecia conoció a Tiziano, a Tintoretto, a Correggio; los críticos han precisado lo que pudo aprender de ellos, que era mucho por lo que toca a la técnica. Pero su genio místico, de griego y de oriental, no podía madurar allí, al lado de Tiziano o de los otros grandes maestros henchidos de fausto sensual. Menos aún en Roma, con los manieristas que habían sucedido a Rafael y a Miguel Ángel y con la religiosidad oficial y acomodaticia del Vaticano.

Necesitaba el alma del griego errante, para granar con plenitud, que su ambiente se completase con el factor definitivo, el geográfico; con la vida en un lugar donde el espíritu de la época, es decir, el influjo del tiempo, no actuara disperso, sino infundido en una humanidad concreta y numerosa. Esto solo ocurría en España. Y por eso España fue, no el lugar de la «conversión» del Greco, como han dicho algunos,[29] ni tampoco el lugar de su «renacimiento»,[30] sino el lugar de la madurez específica de su genio.

Theotokópoulos, pues, al embarcarse para España, eligió, sin darse cuenta, certeramente su camino. Y es curioso anotar la frecuencia con que el genio va adonde tiene que ir, sin saber por qué, pero sin equivocarse, como los pájaros que viven también para realizar su gran creación, la continuidad de la especie. El instinto, cuyo mecanismo empezamos hoy a conocer bien, es, contra lo que pudiera creerse, uno de los componentes esenciales del genio. En la historia de todos los grandes hombres hay episodios de sus primeros años que parecieron incongruencias a sus contemporáneos o que se explicaron por rarezas o rebeldías, aficiones o repulsiones, sin apariencia lógica, a personas o a cosas, a diversos modos de vida; y entre ellos, desplazamientos a otros sitios quizá lejanos, adonde los lleva la misteriosa brújula de la vocación. La emigración del genio es uno de los factores esenciales de la psicología genial. A veces puede ser, como en el Greco, decisiva.

Después de lo expuesto, el viaje a España de Theotokópoulos, ya hecho hombre, pero todavía inmaduro, con más de treinta años y menos de cuarenta, hacia el 1574 o 1575, tiene poco que añadir. Sin embargo, exige algunas reflexiones todavía el que, de España, eligiera a Toledo para anclar definitivamente.

El Greco y Toledo

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