Читать книгу La mente del futuro - Luis Muiño - Страница 19

EL ARTE DE HABLARNOS BIEN A NOSOTROS MISMOS

Оглавление

Podemos aprovechar esa oportunidad y aceptar nuestra parte introvertida como un factor de personalidad sano. Pero eso no basta para librarse de la presión de la mirada ajena, porque muchas veces la llevamos interiorizada. El psiquiatra Ronald Laing afirmaba que las personas sanas solo se sienten mal cuando incumplen sus expectativas sobre sí mismos, no cuando decepcionan las expectativas ajenas. De hecho, desilusionar a los demás porque no hemos atendido sus intereses egoístas es parte de la coherencia de comportamiento. Por eso es tan importante que el ser humano del futuro se prepare para defraudar a quienes lo rodean sin importarle el juicio ajeno. Tenemos que llegar a ser como aquellos que vivieron su vida sin importarles la opinión de los demás. Personas como Benjamin Franklin, que solía pasear desnudo («Estoy tomando baños de aire», dicen que argumentaba) u Oscar Wilde, que pidió champán en su lecho de muerte para poder «morir por encima de sus posibilidades» pueden ser nuestros guías.

Para emularlos, tenemos que cambiar la forma en la que nos hablamos a nosotros mismos. Porque todos tenemos interiorizados en nuestra mente a todos aquellos que nos han impartido instrucciones que nos culpabilizan y nos limitan. Para ser ciudadanos de este nuevo mundo, tenemos que conseguir una voz interior libre de esos guardianes.

La psicóloga estadounidense Laura Berk8 ha desarrollado varios experimentos para investigar cómo interiorizamos esa presión social. Llega a la conclusión de que los niños más eficaces son aquellos que interiorizan discursos de adultos que los animan a afrontar los retos pero cuidan su seguridad en sí mismos («Puedes hacerlo. Inténtalo de nuevo»). Sin embargo, se desenvuelven peor quienes llevan dentro la voz del tutor abrupto y tendente a la impaciencia («Eres un idiota, nada te sale bien»). Por desgracia, en opinión de Berk, a la mayoría de las personas nos ha impactado más este último tipo de adultos. Y su voz surge en ciertos momentos para llenarnos de culpa y paralizarnos en nuestro intento de ser nosotros mismos.

Otros estudios muestran ese efecto limitante midiendo las diferencias de resultados entre aquellos que se concentran en lo que están haciendo y los que están continuamente pendientes de la mirada externa. Los experimentos9 de Ethan Kross, profesor de la Universidad de Míchigan, son paradigmáticos. Uno de los más sencillos trataba de medir la eficacia del uso de autoinstrucciones que contienen el nombre de la persona que se habla a sí misma («¡Ánimo, Juan! ¡Puedes hacerlo!»). Una técnica tan sencilla como invocarnos a nosotros mismos minimiza la ansiedad social y el miedo a ser evaluados, que es uno de los asuntos que más trato en psicoterapia. La mayoría de las ocasiones en las que no somos nosotros mismos sucede que no nos atrevemos: tenemos demasiado interiorizado el juicio externo.

Hay ideas sencillas que pueden ayudarnos a cambiar nuestra conversación interior para convertirnos en ciudadanos libres de una sociedad personalista. Por ejemplo, podemos empezar a hablar de deseos («Me gustaría acabar este informe hoy para poder ponerme mañana con otra cosa») y quitarnos la presión de las supuestas necesidades que nos han inculcado («Necesito terminarlo como sea»). También podemos empezar a sustituir los «tengo que» que nos han impuesto («Tengo que ver a mi madre este domingo») por los «elijo» que parten de nuestro interior («He decidido que voy a ver a mi madre este fin de semana»). Y es mucho mejor admitir que no queremos hacer determinadas cosas («No me apetece mejorar mi inglés este verano») que evadir la responsabilidad con continuos «no puedo».

El terapeuta Albert Ellis nos trae otro ejemplo de imposición de las expectativas ajenas: el «principio del todo o nada». Se trata de la tendencia a catalogar los acontecimientos y a las personas en términos absolutos. «Todo me sale fatal, soy un desastre» o «Mis amigos son unos completos egoístas» son autoinstrucciones que delatan que la persona está cayendo en este sesgo irracional. Si atendemos a las expectativas ajenas, acabamos cayendo en ese perfeccionismo infinito, que no tiene ningún sentido en nuestra época. Lo que propone Ellis es sustituir esos lemas insanos por frases más objetivas, del tipo de «Me he equivocado en estas dos situaciones en particular» o «Mi amigo Pepe se comportó siguiendo sus propios intereses aquel día en particular».

La mente del futuro

Подняться наверх