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LA REVOLUCIÓN SILENCIOSA

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De ese mismo autor te traigo el que, para mí, es el concepto que más revolucionará nuestra relación con las expectativas ajenas: cambiar culpabilidad por responsabilidad. La culpa es un sentimiento inútil que nos hace dudar de nuestro sentido vital. Es, además, un sentimiento autocomplaciente: nos permite amargarnos tranquilamente sin hacer nada por los demás. No ayuda a nadie: ni a nosotros mismos ni a aquellos a quienes creemos haber hecho daño. Sin embargo, la responsabilidad sí puede echarnos una mano a nosotros y a los que nos rodean. Este fenómeno psicológico nos guía hasta las estructuras mentales racionales que nos motivan a hacer algo para mejorar nuestros inevitables errores y seguir trabajando en cumplir nuestro sentido vital. Por eso creo que la desaparición del sentido de culpabilidad es clave para que nuestra sociedad extraiga enseñanzas importantes del confinamiento que hemos vivido.

Edge.org es una página de Internet en la que científicos y ensayistas reflexionan acerca del futuro que nos espera. Sus últimos artículos publicados analizan cómo ha afectado el coronavirus en nuestra forma de vida. Pero ya hubo una versión que se anticipó a este asunto. En enero de 2006 comenzó, como siempre, lanzando una pregunta a varias eminencias. La de ese año fue: «¿Cuál es la idea más peligrosa del mundo?». De entre todas las variadas respuestas, hubo una que llamó la atención: la del neuropsicólogo Leo Chalupa.10 Este científico afirmaba que lo más revolucionario sería tener, de cuando en cuando, un día de completa soledad para poder conseguir el funcionamiento óptimo de nuestro cerebro. Demostrar que necesitamos una jornada libre de estímulos en la que nuestra mente descanse del bombardeo continuo al que está sometida diariamente era, según este investigador, la hipótesis social más revolucionaria.

Década y media después, hemos tenido esa oportunidad de eliminar el ruido social durante dos meses. Quizás estos acontecimientos de las primeras décadas del siglo XXI nos sirvan para llegar a la conclusión de que una vida con grandes espacios de soledad elegida intercalados con encuentros selectivos con personas con las que realmente conectamos es una opción sana y natural. Quizá, después de habernos pasado semanas encerrados por culpa de una pandemia, empecemos a pensar que la introspección es un fenómeno natural en el ser humano y que no tenemos que sentirnos culpables por masturbarnos las neuronas de vez en cuando. De ese modo, podremos dejar de huir de una vez por todas de nuestro yo interior y empezar a hacernos amigos de nosotros mismos.A fin de cuentas, como decía Oscar Wilde, uno de esos ejemplos de solitarios audaces que te propongo: «Amarse a uno mismo es el comienzo de un romance que dura toda la vida».

La mente del futuro

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