Читать книгу La pregunta más humana de Ernst Tugendhat - Manuel Jiménez Redondo - Страница 10

1.2. Pensamiento «migrante»

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Quizá se pueda extraer de este factum migratorio de nuestro autor una clave metafórica para la comprensión de algunos aspectos de su larga y compleja obra. Concretamente, ¿en qué sentidos es Tugendhat un filósofo «migrante»? ¿Existe alguna semejanza significativa entre su odisea vital y su periplo intelectual? Ante todo, un refugiado es alguien que ha «aprendido» –a la fuerza– a abandonar su lugar habitual ligero de equipaje y sin volver la vista atrás. Y alguien que posiblemente esté dispuesto a volver a hacerlo, y con menos miramientos, si la necesidad aprieta. En el caso de Tugendhat, llama la atención abiertamente el modo en que, una y otra vez, muda de enfoques y de temática, sin girar la cabeza ni quedarse a observar qué fue de su anterior vivienda, o sea, sin pararse a calibrar el grado de éxito de la empresa recién abandonada.

Los profesores universitarios no son dados a cambios tan drásticos. Lo más probable es que se mantengan fieles a un mismo territorio profesional toda la vida, a lo sumo con un cambio más o menos forzado, en función de conseguir una plaza satisfactoria y «definitiva». Tugendhat, por el contrario, comienza filosofando en la estela de Heidegger y Husserl. No habían transcurrido aún diez años desde su tesis doctoral cuando ya viraba su rumbo hacia la filosofía analítica, que aborda los problemas filosóficos analizando o clarificando el significado de nuestras expresiones lingüísticas. Solo unos años más tarde abandona por completo la filosofía teórica para, lisa y llanamente, cambiar de mar, de medio de transporte y de destino. La ética y la política serán ahora sus ocupaciones. Y a finales de la década de los noventa, se produce un último viraje hacia la mística y la antropología, dos preocupaciones que, en realidad, estuvieron presentes desde el principio. Es cierto que, en este último viraje, el autor cambia de enfoque, pero sin tener que renunciar a nada de su etapa anterior. Pero, incluso en esta, su magna empresa de fundamentación de la ética, Tugendhat es conocido por la relativa facilidad con que renuncia a planteamientos anteriores que ya no le convencen, sin enrocarse numantinamente ni tratar de extraerles siempre todas sus posibilidades.

Ya he aludido a un segundo aspecto de la metáfora. Un emigrante no es un viajante ni un peregrino. No es un turista accidental ni vive de aquí para allá, sino que se traslada por buenas razones –que puede explicar–, sin tener que renunciar a sus motivos iniciales ni a sus principios; y, llegado el caso favorable, podría retornar al punto de partida o a algún otro vinculado con él. Pues bien, todas estas cosas le ocurren a Tugendhat con su filosofía. En cada caso podemos explicar dónde se encuentra exactamente, por qué se produjo el abandono o el cambio de rumbo y también en qué medida ese cambio sigue vinculado o no con las motivaciones iniciales. Veamos dos ejemplos de ello. Uno, el compromiso político de Tugendhat con la causa de los refugiados, que lo lleva a reapropiarse de sus orígenes vitales y a redefinir la propia identidad personal. Otro, el segundo ejemplo claro, nos lo da el retorno de Tugendhat a Heidegger y a la mística, dos temas que ya no son los mismos en los años noventa que en los cincuenta, cuando aún no había emprendido el autor su singladura filosófica. Es igualmente cierto, por otra parte, que cuando se cambia de ciudad o de país a menudo se liquidan los bienes raíces a bajo precio, sin obtener de ellos todo su rendimiento potencial. Y eso es en mi opinión lo que ocurre con toda la producción de Tugendhat anterior a su etapa ética. De ahí que este libro se proponga en buena medida recuperar algo de su valor.

La pregunta más humana de Ernst Tugendhat

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