Читать книгу La pregunta más humana de Ernst Tugendhat - Manuel Jiménez Redondo - Страница 9

I BIOGRAFÍA INTELECTUAL DE UN FILÓSOFO «MIGRANTE» 1.1. Dramática vocación filosófica

Оглавление

Durante la Guerra del Golfo de 1991, tuvo lugar en Alemania un debate intenso en el que Tugendhat participó de forma destacada. Se trataba, recordémoslo, del primer conflicto bélico posterior a Hitler en el que se involucró la República Federal, previo consentimiento de la social-democracia europea y la comunidad internacional. En la potente batería argumental que puso en marcha el filósofo para cuestionar el apoyo germano a la contienda, hubo un elemento que alcanzó singular impacto y llegó a citarse hasta en el parlamento del país. Pues Tugendhat, al cuestionar la manipulación israelí de los sentimientos de culpa alemanes –tan justos como mal asimilados–, esgrimía polémicamente lo que decía ser su seña de identidad «más indudable»: no solo es que yo tenga «ascendencia judía», como a veces se dice eufemísticamente en Alemania, sino que «yo soy judío».1 No se vea aquí ni una afirmación religiosa ni la menor simpatía con el sionismo político. Se trata, ante todo, de las consecuencias existenciales que tuvo desde el principio el hecho genético desnudo, que han sido descritas así:

Del filósofo Ernst Tugendhat se puede decir, sin exagerar, que nació en cuna de oro. En 1928, su madre, Greta Low Beer, descendiente de una vieja familia de ricos industriales judíos asentados en Brno (Moravia, República Checa), se casó en segundas nupcias con Fritz Tugendhat, un pequeño empresario textil. Como regalo de bodas, la pareja recibió de los padres de la novia un vasto terreno en un exclusivo barrio situado al norte de la ciudad. Ahí se construirían una casa que, en el año 2002, la UNESCO declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad. El diseño y la dirección de obras estuvieron a cargo del famoso arquitecto de la Bauhaus Mies van der Rohe, quien acababa de proyectar el legendario pabellón alemán para la Exposición Internacional de Barcelona (1929). Entusiasmado por el bello emplazamiento del terreno y por la buena situación de sus clientes, Mies dio rienda suelta a su creatividad y no reparó en gastos. (...) A finales de 1930, la pareja se trasladó a su nueva y flamante casa. Ernst, el mayor de sus hijos, no tenía todavía un año de edad.2

Solo ocho años más tarde, esta familia judía secularizada consigue, por certera iniciativa de Greta, abandonar Brno y su Villa antes de que los nazis, con la excusa de los Sudetes, se lancen también a establecer su «protectorado» sobre Bohemia y Moravia. Los parientes que rehusaron el exilio sufrieron un trágico final. Otros acabaron en Canadá. La familia de Ernst, por su parte, residió tres años en Suiza, conviviendo con el miedo a la deportación, hasta que Greta decidió poner un océano de distancia. Así fue como, en 1941, se instalaron en la capital de Venezuela, donde, en cuatro años muy intensos desde el punto de vista intelectual, el joven Ernesto –como firmaría desde entonces– se dedica a varias cosas que guardan relación directa con la materia de este libro.

Primero, con gran disgusto de su padre, se introduce en el judaísmo religioso, con el deseo de ser rabino y tener experiencias místicas –un detalle que hay que recordar–. Pero después, en exacta correspondencia, se convertirá, para el resto de su vida, en un ateo militante, de la mano del preceptor alemán iluminista que sus padres le buscaron. Ernesto interiorizó la crítica freudiana de la religión y acaso se aficionara a buscar en Freud orientación para encarar problemas nuevos. Por otra parte, a los 15 años, muestra su vocación de ensayista con un trabajo en el que absuelve al pueblo alemán de la culpa colectiva que otros supervivientes judíos le imputaban; juicio que probablemente expresa la visión del entorno familiar. Como colofón, a esa misma edad, inicia una apasionada relación intelectual con Heidegger que presidirá, en las décadas siguientes, una parte considerable de la biografía filosófica de Tugendhat. Su temprano retorno a Alemania será la resultante de los cuatro intereses citados.

Fue en Caracas donde otro joven compañero de exilio lo orientó hacia el estudio autodidacta de la filosofía. Su madre le proporciona entonces un ejemplar del Sein und Zeit de Heidegger, que leyó dos veces y le determinó a «estudiar en Alemania y, en caso de ser posible, con Heidegger, tan pronto como las circunstancias lo permitieran».3 Como a finales de 1945 aún no lo permitían, cursará primero filología clásica en la norteamericana Universidad de Stanford, aprovechando los créditos o asignaturas complementarias para leer a Jaspers, Kant y Hegel y realizar dos cursos de mística –la oriental y la cristiana–, iniciando un estudio que retomará medio siglo después. Por de pronto, tan compleja trayectoria lo hizo capaz de escribir ensayos filosóficos en tres lenguas –alemán, español e inglés.

Pero el joven Tugendhat no deja de aprovechar las vacaciones de verano para volver a Heidegger, leyendo los cursos que le prestan una tía y una amiga de su madre. Finalmente, llega a Alemania en 1949, luego dirá que en busca de «una identidad»4 –nada menos–. Primero, para estudiar con Fink y Szilasi, dos discípulos bien relevantes de Heidegger, y, por fin, para estudiar con el maestro en persona, en 1951 y 1952, recién rehabilitado de su probada complicidad con el régimen nazi. Heidegger le dispensó un trato atento y conversó con él varias veces. Veinte años después, Ernst tachará de «prematuro» su ingreso en Alemania, al juzgar su gesto conciliador como una ofensa escandalosa para las víctimas.5 Pero esos fueron los hechos.

Nótese que, a los 20 años de vida, Tugendhat nunca había pasado más de ocho –los primeros– en un mismo lugar. Y esta su condición «migrante» no termina al llegar a Alemania, sino que prosigue allí. Estudia en Friburgo y Münster, hasta que, de la mano de Ulmer –su director de tesis doctoral–, logra una plaza de profesor estable en Tubinga, la ciudad alemana que, en adelante, será su punto de referencia más recurrente. Después, ocupa distintas plazas en universidades e institutos de investigación de Heildelberg, Berlín (por dos veces) y Starnberg, intercaladas, como es natural, con visitas a las universidades anglosajonas de Michigan y Oxford. Finalmente, al llegar la jubilación, volverá a Venezuela y disfrutará de estancias largas en Chile y Brasil, creyendo cada vez que se trata del último viaje largo, para regresar después a Tubinga y sus bibliotecas como una especie de apátrida interior.6

La pregunta más humana de Ernst Tugendhat

Подняться наверх